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Una anfitriona dispuesta a deleitar a las visitas

Sin dejar de lado cierto porte de diva, Norma Aleandro hace gala en su unipersonal de una soltura envidiable para decir textos de Lope de Vega, García Márquez y Vargas Llosa.

Norma ríe, recita y también canta un cuplé desenfadado.

Por Cecilia Hopkins

Para quienes suponen que ésta es la primera vez que Norma Aleandro se anima al unipersonal se sorprenderán al leer en el programa de mano que Norma ríe... fue estrenado hace ya veinticuatro años, si bien con algunas modificaciones. También presentado en Nueva York y Los Angeles (además de ser llevado en gira por Latinoamérica), obtuvo el Premio OBIE a la mejor actuación off-Broadway. En la nueva versión, coordinada por Mario Morgan, la actriz vuelve a tejer un compacto entramado de textos –que alterna con un par de canciones, acompañada por el guitarrista Oscar Migueles– inspirándose, según confiesa, en la mítica Scherezade y en las habladurías y fantasías de su abuela andaluza, “refranera y cuentera por naturaleza”. La idea del reestreno surgió a comienzos de este año, cuando la actriz enfrentó la platea del Teatro Liceo en el televisivo El Club de la Comedia, oportunidad en la que interpretó algunos textos que hoy conforman este espectáculo.
Sin dejar de lado un cierto porte de diva, Aleandro hace gala de la soltura y verborragia propia de una anfitriona bien dispuesta a recibir visitas en la sala familiar. Porque, a pesar de que la actriz está prácticamente sola sobre el gran escenario del Maipo (sin ninguna escenografía ni elementos de escena, salvo una silla), su presencia basta para instalar un clima de cercanía entre la artista y la platea, casi una necesidad al momento de corporizar historias como si se estuviera siguiendo el plan de un juglar. La primera mitad de su actuación se destaca por su ritmo, por una cadencia urgente que favorece en la intérprete la aparición de instantáneos cambios de voces y personajes, así como el constante trabajo expresivo de la mirada, el torso y las manos.
De este primer tramo sobresale muy especialmente la comicidad que atraviesa todos las situaciones que plantean los textos elegidos, la mayoría de autores españoles, como Lope de Vega o Baltazar de Alcázar. Cambiante es también su modo de dirigirse al público: con tono didáctico o maternal, la actriz hace reír a todos con ligeras referencias sobre amores prestigiosos y de los otros, y sabe arrancar aplausos cuando canta con voz discreta, pero marcado encanto, motivos tan diversos como los que entrañan una melancólica canción de García Lorca y un cuplé desenfadado.
El espectáculo se arremansa cuando interpreta “El gran Esteban”, un relato de Gabriel García Márquez, y un fragmento de La señorita de Tacna, de Mario Vargas Llosa, un éxito teatral del que participó Aleandro a fines de los 70, en el que su personaje se trasmutaba en décimas de segundo, igual que lo hace hoy aquí, de anciana dama a febril veinteañera.

 

 

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