Por
Gustavo Veiga
Por definición, su nombre integra el repertorio de las expresiones
más típicas acuñadas por los argentinos. Cuando decimos
me hicieron pelota o no le dan pelota, es innecesario
agregar otra palabra. Si recordamos que aquí existió una
vigorosa industria del balón y que ha sido arrasada por la importación,
podríamos afirmar, precisamente, que está hecha pelota.
Nada más claro, nada más cierto. Esa pelota que pica, se
eleva, viaja a ras del piso y hasta dobla, que ha sido el juguete predilecto
de millones de argentinos a través de las generaciones, hoy cruza
los océanos en barco, es almacenada en contenedores y tiene impreso
en uno de sus gajos el país de origen. Made in Pakistán,
made in Singapur, made in China, made in India, made in Brasil, made en
cualquier sitio menos en Argentina. Marcas autóctonas como Sportlandia
o Fulvence han desaparecido o perdido presencia en el mercado. Ni qué
hablar de la querida Pulpo, un icono de los picados callejeros de antaño.
Las compañías petroleras las adquieren por miles para premiar
a sus clientes, los hipermercados hacen otro tanto y, si nos atenemos
a las cifras correspondientes a 1999 las últimas disponibles,
ingresaron al país 3.543.000 pelotas inflables (3.000.000 cosidas
y el resto pegadas) a un costo de 10.262.654 pesos, con los aranceles
aduaneros incluidos. Eso significó que, si aquella cantidad de
pelotas cosidas se hubiera fabricado aquí, 4000 personas habrían
estado ocupadas todo el año, se habrían gastado 500.000
metros de cuerina sintética y un 35 por ciento de cuero hechos
en el país, 3.000.000 de cámaras elaboradas también
en la Argentina y lo que implica la mano de obra en estos rubros. Sólo
un insumo principal se debería haber importado: el látex,
que proviene de Malasia, Tailandia o la India.
Hasta 1995, los fabricantes de pelotas nacionales que, básicamente
se concentran en las localidades cordobesas de Bell Ville, Morrison, Monte
Leña, Ordóñez, Ballesteros, Leones, San Marcos y
Alto Alegre, producían 1.000.000 de pelotas por año en 24
fábricas esparcidas por aquella provincia. Cuando bajaron los aranceles
de importación, el volumen comenzó a caer hasta llegar a
los 300.000 de 1999. Eso significó que hoy operen nada más
que entre 17 y 18 fábricas a un 20 o 25 por ciento de su capacidad
de elaboración. El diario La Voz del Interior, en un artículo
referido al tema, publicó el 23 de octubre pasado que un vendedor
de cámaras recibía pedidos de todo el país cada dos
meses a razón de 120.000 unidades cada uno. Ahora, sólo
le solicitan su producto para el día del niño o las fiestas
de fin de año.
Bell Ville, la ciudad donde nació el ex jugador Mario Alberto Kempes,
es conocida como capital nacional de la pelota. Allí
tiene su sede la Cámara Argentina de Fabricantes de Balones Deportivos
(Cafaba), que reclama subir los aranceles a la importación. Este
sector empresario tomó contacto a mediados de año con quien
por entonces era diputado nacional, el ingeniero Enrique Martínez.
Desde ese momento, comenzó a difundirse la problemática
de esta industria en el Parlamento. El legislador del Frepaso presentó
un proyecto de declaración para que se subieran los aranceles del
23 al 35 por ciento, y también el precio de referencia. Asimismo,
Javier Tizado, el secretario de Industria, le comunicó a Juan Schiaretti,
el ministro de la Producción de Córdoba, que no vería
con desagrado un aumento en el arancel. Sin embargo, las pelotas continúan
ingresando a la Argentina a menos de dos pesos por unidad. Se importa
en cantidades exorbitantes y, además, se subfactura para eludir
los impuestos.
¿De quién es la pelota?
El ingeniero Martínez cambió una banca en el Congreso por
el despacho que ocupa en un antiguo edificio de Aerolíneas Argentinas,
donde se encuentra la Secretaría de la Pequeña y Mediana
Empresa del Ministerio de Economía. Está al frente del organismo
y considera que, desde allí, se pueden hacer algunas cosas con
anclaje en el fútbol. Y es que el 90 por ciento de los balones
que se importan son para la práctica de ese deporte. Un deporte
que en el país es organizado y reglamentado por la AFA. De ahí
que el funcionario ya piense canalizar una parte del problema hacia ese
sector.
Este es un caso paradigmático en el que se pueden realizar
muchas cosas desde lo cultural. La AFA y Torneos y Competencias hacen
enormes negocios con la pasión popular. ¿Por qué,
entonces, no habrían de tomar un compromiso absolutamente marginal,
en un área que les significa muy poco? ¿Por qué no
limitan en todos sus torneos el uso de implementos deportivos sólo
a proveedores nacionales? Sería importante que la AFA y TyC digan:
nosotros solamente organizamos eventos que tengan pelotas nacionales.
Eso es lo que yo voy a intentar hacer. Y no quiero que mi visión
de este tema se convierta en una caricatura, explicó Martínez.
Consultado sobre cómo avanzará en un terreno tan espinoso
y en el que la AFA ya ha firmado compromisos comerciales hace tiempo,
el secretario de Estado respondió con firmeza: Yo tengo una
visión confrontativa de lo que se puede hacer desde acá.
Porque así como a Orteguita o Aimar no les puedo pedir que pierdan
centenares de miles de dólares por hacer un convenio con una empresa
de indumentaria deportiva, a la AFA sí le puedo solicitar que use
solamente pelotas argentinas. Porque si hace negocio con este tema, con
ese criterio vale todo. Si se acaba de aprobar una ley para que se televisen
los partidos de la selección nacional en directo, podríamos
agregar que sea sin avisos. Entonces, vamos a la guerra por eso.
Martínez agregó que desde el área de Protección
Pymes dependiente de su Secretaría, van a contribuir con la Aduana
acercándole denuncias sobre ilícitos de importación
y que se aplique el compre nacional en el sector público.
La pregunta que entonces restaba hacerle es: ¿cómo se puede
obligar desde el gobierno a una asociación civil como la AFA a
cumplir con esa política?
Con la presión cultural y dejando en evidencia que no le
importa el tema. Yo creo que esa discusión vale la pena, aunque
sea para que del otro lado digan: esto es un negocio. La dimensión
económica de la fabricación de pelotas de fútbol
no es grande, pero llega con facilidad a la gente, respondió.
El
contrato de la AFA
En agosto de 1997, la empresa Cambuci S.A., con sede en Brasil, firmó
un contrato con la AFA que vence el 31 de diciembre de este año
y que, producto de la cesión de ciertos derechos comerciales a
ISL, la multinacional suiza está negociando ahora en representación
del fútbol argentino. El acuerdo firmado por Julio Grondona y el
director presidente de la firma que fabrica las pelotas Penalty, Roberto
Estefano, le reportó a la AFA 2.000.000 de dólares pagadores
en sumas escalonadas de 500.000 al 1 de setiembre de 1997, 500.000 al
1 de septiembre de 1998 y 500.000 al 1 de setiembre de 1999, más
cuotas de 15.000 dólares que completan el dinero pactado.
Este convenio de siete carillas y 19 cláusulas le otorga a Cambuci
S.A un derecho de preferencia para optar por su renovación ante
eventuales ofertas de terceros. Pero además, el pago en especies
que contempla el contrato consiste en la entrega de 4000 pelotas por año
sin cargo que la AFA distribuye después entre sus categorías
profesionales. La firma brasileña sería propiedad de dos
hermanos cuyo apellido es Cambuci y, en la Argentina, está representada
por la distribuidora Fair Play. El ex árbitro Francisco Lamolina
ha trabajado en ésta última.
Penalty es la pelota oficial con que se disputan los torneos de la AFA
y de la mayoría de las asociaciones que integran la Confederación
Sudamericana de Fútbol. Produce sus balones en Brasil, al igual
que otras marcas internacionales que las importan desde allí a
la Argentina, como Puma, Reebok y Adidas. Aunque el principal socio de
nuestro país en el Mercosur apenas alcanza con sus productos el
4 por ciento del total de las pelotas que importa la Argentina, el valor
de sus ventas llega al 19 por ciento del mercado. Eso significa que los
balones brasileños son más caros y de mejor calidad que
los provenientes de varias naciones asiáticas. Tanto en cantidad
de productos como en volumen de dinero por importación, Pakistán
está al frente entre los abastecedores del mercado local. Sus pelotas
llegan a cubrir el 41 por ciento de la demanda, contra el 28 por ciento
de Singapur, el 8 por ciento de China y el mencionado 4 por ciento de
Brasil.
Nike, la poderosa empresa de indumentaria deportiva estadounidense, importa
balones desde Pakistán con la leyenda cosida a mano. Acaso no se
sepa demasiado que esta firma ha sido denunciada en su país como
responsable de contratar mano de obra infantil en varios puntos del planeta,
pese a que, por ejemplo, en el primer cuatrimestre de este año
registró ventas por 2300 millones de dólares (equivale a
un 4 por ciento de incremento con respecto a 1999). Esa cifra le reportó
a esta multinacional una ganancia neta de 126 millones de dólares
en el mismo período. Con una curiosidad adicional: vende más
productos en Asia y en Europa que en su país de origen.
Podría decirse sin demasiado dramatismo que lo que se está
importando es trabajo infantil. En Estados Unidos hay un movimiento sindical
muy fuerte que denuncia a las empresas contratantes de chicos o adultos
en condiciones infrahumanas. La campaña que hubo contra Nike en
su momento fue fuertísima, comentó el ingeniero Martínez.
De todos modos, a la Argentina siguen llegando pelotas a un valor promedio
de 1,80 pesos. Si la suma de 1.575.000 pesos que ingresó por derechos
aduaneros en el 99 se hubiese repartido entre las 4000 personas
(básicamente costureros domiciliarios) que, de estar ocupadas,
habrían fabricado las pelotas, cada una hubiera cobrado 393,75
pesos por única vez en el año. Esto contribuye a probar
que, si se protegiera a este sector de la industria nacional, en concepto
de empleo de mano de obra, cobro de impuestos y consumo, las ganancias
que le quedarían al estado serían mayores que la escuálida
recaudación aduanera sobre la actividad.
Mientras tanto, desde la AFA adelantan que sería casi imposible
revisar un contrato como el firmado con Cambuci S.A. Tiene casi
cuatro años de vigencia y no sé cómo podrían
darlo vuelta, le confió una fuente a Líbero. Con el
plausible objetivo de recuperar una manufactura que tiene un peso simbólico
muy fuerte en un país extremadamente futbolero, desde el Estado
se plantea golpearle la puerta a Julio Grondona. Vaya una vez por tantas
otras en que los gobernantes se valieron de la pelota para jugar su propio
partido.
¿De
quién es esta pilchita?
Por G. V.
Además
de los millones de pelotas que la Argentina importa, ingresan al
país miles de botines, zapatillas, guantes de arquero, canilleras
y hasta bolsos. No ocurre lo mismo con la ropa deportiva que utilizan
los jugadores de fútbol, lo que provoca una gama de curiosidades.
Porque mientras todos los planteles de Primera División visten
camisetas confeccionadas aquí, no sucede eso con el calzado
utilizado por algunos planteles. Por ejemplo, el equipo de Gimnasia
y Esgrima La Plata, que conduce Carlos Timoteo Griguol, emplea botines
vietnamitas. Nike, que provee de toda la indumentaria al reciente
campeón mundial, Boca Juniors, importa pares de zapatos desde
Brasil y China. Y es que según un relevamiento aportado
por la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa
los únicos productores de calzado deportivo que poseen plantas
propias en el país son Puma, Adidas y Topper.
Respecto de las camisetas, éstas no se traen desde el exterior
porque se debe prever con un período de seis meses de anticipación
la posible demanda y los cambios que pudieran producirse en las
publicidades que llevan las prendas. La empresa Mitre es la que
viste a más planteles de fútbol en la categoría
superior, cinco en total: Estudiantes, Talleres y Belgrano de Córdoba,
Newells y Unión de Santa Fe. Y así como Nike
trabaja con Boca, Adidas tiene contratos con River y Racing, Topper
con Independiente y Signia con San Lorenzo.
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Pelotología
Por G. V.
En
su libro El fútbol a sol y sombra, el escritor Eduardo Galeano
describe cómo evolucionó la pelota a través
de la historia, desde aquella vejiga de buey que, inflada y cosida,
usaban los griegos y romanos, hasta una de redondez irregular y
cargada de estopa con la que despertó el fútbol moderno.
En un tramo del texto narra que la cámara de goma,
hinchada por inflador y recubierta de cuero, nació a mediados
del siglo pasado, gracias al ingenio de Charles Goodyear, un norteamericano
de Connecticut. Pero resulta más grato descubrir en
el trabajo del uruguayo que ...gracias al ingenio de Tossolini,
Valbonesi y Polo, tres argentinos de Córdoba, nació
mucho después la pelota sin tiento. Ellos inventaron la cámara
con válvula, que se inflaba por inyección, y desde
el Mundial del 38 fue posible cabecear sin lastimarse con el tiento
que antes ataba la pelota.
El autor de Las venas abiertas de América latina también
relata que la pelota posee una identidad múltiple. La
llaman con muchos nombres: el esférico, la redonda, el útil,
la globa, el balón, el proyectil. En Brasil, en cambio, nadie
duda de que ella es mujer. Los brasileños le dicen gordita,
gorduchinha, la llaman nena, menina, y le dan nombres como Maricota,
Leonor o Margarita.
En la Argentina hasta tiene su propio monumento. Está en
la ciudad cordobesa de Bell Ville, allí donde ya no hay gajos
que coser y razones para creer en que una pelota nacional volverá
a picar nuevamente en una cancha con las tribunas repletas.
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