Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
ESPACIO PUBLICITARIO


DESINDUSTRIALIZACION, NUEVA ECONOMIA, SERVICIOS, VALOR AGREGADO, EXPORTACIONES
Perfil productivo, pregunta del millón

La crisis financiera dejó postergado el debate sobre los problemas de la economía real y la industria. Las posiciones de Cavallo, un representante de la UIA y un especialista.

Por Claudio Scaletta

La necesidad de resolver las urgencias financieras de corto plazo y el énfasis del equipo económico por abordar la solución de los problemas de la economía argentina, considerando primordialmente su lado monetario (tasa de interés, presupuesto), corrió de la discusión sobre política económica los problemas de la economía real. En especial, quedó relegada la pregunta por el nuevo perfil productivo de la Argentina. Página/12 consulto a José Ignacio de Mendiguren, secretario de la Unión Industrial Argentina, y al especialista en economía industrial Jorge Schwartzer, quienes mostraron una visión diferenciada de la de Domingo Cavallo (ver aparte). El debate está abierto.
–¿Hubo desindustrialización durante la década del 90?
José de Mendiguren: –Sin dudas el proceso de desindustrialización fue marcado y acompañado por una reprimarización espantosa. Hoy se exporta a razón de 300 dólares promedio la tonelada y se importa a razón de 1700. Esto coexiste con un proceso de revaluación de la moneda. Desde la convertibilidad hasta la fecha los sectores industriales aumentaron sus precios un 9 por ciento promedio, con casos como textiles que deflacionaron el 14 por ciento o alimentos que bajaron más del 10. En el sector servicios, en cambio, se registraron incrementos promedio del 104 por ciento. Esto significa un trasvasamiento impresionante de recursos y destrucción de sectores.
Jorge Schwartzer: –En Argentina desaparecieron sectores completos. Desapareció la industria electrónica, buena parte de la metalmecánica, partes importantes de la industria de máquinas herramienta y de la textil. Concomitantemente se fortalecieron algunos sectores básicos, como siderurgia, petroquímica y aluminio, que son ramas que habían sido desarrolladas por la promoción industrial de la década del 70, es decir que no fueron producto del “mercado”, sino de una política expresa de crear empresas con alta productividad, capaces de competir internacionalmente. Esto no es la apertura, es lo anterior y se llama Somisa, Techint, Dálmine, Petroquímica Bahía Blanca, Aluar, etc.
–¿La apertura sirvió para mejorar la competitividad de las firmas?
J.de M.: –Eso es un disparate. Me sorprende que gente que se dice académica enuncie semejante cosa y no señale que una empresa no puede ser competitiva cuando sus costos internos triplican a los internacionales. Esto no sucede en ninguna parte del mundo. Si una empresa alemana tuviese que pagar el costo financiero argentino quebraría el primer año. Si a una empresa japonesa, que paga tasas que no llegan al 1 por ciento anual, se le aplica intereses del 30 por ciento no hay proyecto que le cierre. Aquí hay ingenuidad o una mala intención. En el mundo no hay economista serio que le diga que tiene que abrir su economía cuando sus costos triplican a los internacionales. Si la abre en estas condiciones, lo que está haciendo es subsidiar la importación y destruir el aparato productivo local, porque no hay competencia posible.
J.S.: –Competitivo es un término falaz. Los chinos les pagan 1 dólar por día a sus trabajadores, por lo tanto si el chino tiene la misma máquina que un argentino, el chino gana. Ningún país del mundo acepta este tipo de competencia. Todos los países tienen cuotas para controlar las exportaciones de China. Todo el mundo sabe que si no lo hace pierde ocupación y genera un proceso de empobrecimiento social. No es casual que se hable de competitividad y no de productividad. Esta última es una condición técnica de la capacidad de una economía de producir en ciertas condiciones. Competitividad es un término genérico. Si un país pone a trabajar a los presos sin pagarles el sueldo, va a ser muy competitivo aunque no sea productivo.
–¿La economía argentina debe especializarse en el sector servicios?
J. de M.: –Ese argumento se basa en que la industria representa menos del 20 por ciento del producto. Podría ser válido si Argentina produjeseservicios transables o estuviese saturada la producción de bienes. Pero no es el caso. La mayor parte de los servicios están inducidos por la industria, el agro y la construcción, que en conjunto representan el 65 por ciento del producto. Nuestro país, por su territorio y población, no puede lograr un nivel de vida decente para su sociedad sin una importante industrialización. Las recetas aplicadas en Argentina son equivocadas porque sólo pueden funcionar en países pequeños, como Uruguay, Chile o Nueva Zelanda, que pueden darse el lujo de ser importadores de bienes y servicios sin agregar valor, porque allí el empleo no es una variable fundamental.
J. S.: –En servicios hay que diferenciar los tradicionales de los nuevos, que tienen un componente de inversión y tecnología semejante a la producción industrial. Cuando tradicionalmente se hablaba de servicios se pensaba en los personales, el peluquero, el restaurante, el transporte, etc. Hoy apareció una gama nueva de servicios de alta tecnología y con gran inversión de capital. Internet requiere computadoras, pero también sistemas de conexión por fibra óptica. Las empresas telefónicas de Estados Unidos invertirán en el próximo año 100 mil millones de dólares para cambiar el sistema de cableado tradicional por fibra óptica. Nosotros invertiremos 400 millones. Esto muestra que no es cierto que estemos pasando de una economía industrial a una de servicios. Lo que sí se registró en el país es un crecimiento de los sectores primarios. Creció el sector agrícola pampeano, el pesquero y el de petróleo y gas. No son éstas las ramas sobre las que puede sustentarse el desarrollo de largo plazo.
–¿Vamos hacia la llamada Nueva Economía?
J.S.: –No es Argentina la que está yendo hacia la Nueva Economía (NE). Hay algunos países que están desarrollando rápidamente la industria de computadoras, que producen modems, ratones, cerebros y pantallas. También hay países que generan enormes cantidades de programas para esas computadoras, donde hay empresas como Microsoft. Nosotros no producimos nada de eso. ¿Qué quiere decir que estamos entrando en la NE? ¿Qué la importamos? Comprar teléfonos celulares no es entrar en la NE, es ser consumidor de teléfonos celulares. Kuwait también compra teléfonos celulares y nadie cree que esté entrando en la NE.
J. de M.: –Como no se saben resolver los problemas del desarrollo, se plantea el absurdo de patear la pelota hacia adelante con la idea de NE. La función que hasta ahora ha tenido la NE en todos los países es potenciar y dinamizar lo que ocurre en la economía real; no se trata de un mundo distinto salvo nichos muy específicos.
–¿Se puede revertir la desindustrialización?
J.de M.: –Lo primero que hay que hacer es transformar las condiciones macro para que sea posible producir en la Argentina. Se lo pongo en un ejemplo; recién regresé de España, soy productor textil y allí tuve que sentarme a negociar con otros productores textiles. La diferencia de partida era que en el último año mi moneda se había revaluado frente a la de ellos un 32 por ciento. Una pyme española se endeuda al 6 por ciento anual en euros, una argentina al 40 por ciento anual en dólares. Si usted manda un fax a España de tres minutos debe pagar 3,40 dólares. Si lo manda desde España a la Argentina -.vale destacar que se trata de la misma empresa– le cuesta 1,60. Un llamado telefónico de 10 minutos a España cuesta poco más de 13 dólares, cuando el español me contesta paga 5,30 dólares. Si quiero gastar menos y le mando una carta me cuesta 1,40 dólares; quien me contesta debe pagar 0,40. Aquí no hay diferencia de productividad que valga. Esto debe corregirse.
J.S.: –Volvimos a ser un país de producción primaria, que no alcanza para 37 millones de habitantes. Es imprescindible una política de desarrollo de tecnología productiva en el sector local y de generación de empresas capaces de utilizar esa tecnología. Con condiciones de apertura irrestricta y de altísimas tasas de interés esto es imposible. Se necesita por lo menos una nueva política arancelaria y financiera y de promoción deempresas locales. Promoción no son subsidios, sino políticas activas. En todo el mundo se promociona. Además en todas las economías desarrolladas el fenómeno que se da es el de la aparición constante de empresas nuevas. Esto no sucede en Argentina, las empresas son viejas, lo que representa un indicador gravísimo del estancamiento del sistema productivo en su más amplio sentido.

�Son anteojeras del setenta�

Por C.S.

Para la mayoría de los especialistas en economía industrial, la Argentina vivió un proceso de desindustrialización que, iniciado a mediados de la década del 70, se profundizó durante los 90 a partir de la apertura impulsada por Domingo Cavallo. En diálogo con Página/12, el ex ministro de Economía de Carlos Menem negó la existencia del proceso, cuya descripción atribuyó a “quienes miran la realidad con anteojeras de las décadas del 70 y del 80”. Cavallo consideró que, en todo caso, se trata de cambios en la estructura del capitalismo a nivel mundial.
–¿A qué factores considera que se debe la desindustrialización que vivió la economía argentina?
–No, pero ése es un tema de cambio en la estructura económica, que por otro lado se dio en prácticamente todos los países del mundo, que tiene que ver con la importancia relativa de los servicios versus la industria, y de los procesos naturales de maduración.
–En Argentina, sin embargo, se dio un proceso atípico, hubo destrucción de sectores, alteración de precios relativos, una apertura que para algunos no dio tiempo a la reconversión.
–La verdad, que yo no pierdo tiempo discutiendo esos temas porque son una apreciación totalmente equivocada de la historia argentina. Que se ocupen los historiadores que quieren analizar nuestra realidad con anteojeras de la década del 70 y del 80. La verdad, que entrar a analizar el supuesto fenómeno de desindustrialización de Argentina en un momento en donde el cambio tecnológico viene por los nuevos medios de comunicación, por la tecnología de la información, por la mejora impresionante en la calidad de los servicios de todo tipo y donde los sectores más importantes son la educación, ciencia y tecnología, salud, y donde el costo de producción de los bienes tiende a ser bajísimo y donde la producción industrial de bienes pasa a ser un sector relativamente reducido, plantear el tema de la Argentina en términos de Industrialización.Desindustrialización es errarle al chuzazo de manera fenomenal.
–Argentina se tiene que insertar en los mercados internacionales, para eso sus exportaciones tienen que ser competitivas.
–Sí, pero hoy la competitividad más importante es la exportación en los nuevos servicios. Hoy la riqueza no la está creando la producción tradicional de bienes. Hoy la riqueza de las naciones la está creando el valor que puede conseguir la inteligencia de nuestros jóvenes transformada en nuevas empresas, nuevas iniciativas, a partir de las nuevas comunicaciones, la tecnología de la información. Realmente no descubrir que lo que tenemos que poner en valor es esto y seguir enredados en ver si recreamos sectores que tendieron a declinar en la economía argentina es equivocarse.

 

KIOSCO12

PRINCIPAL