Dentro
del escenario sombrío en que se convirtió desde hace nueve
semanas el Medio Oriente, ayer fue otro día de relativo oasis:
no hubo nuevos muertos que lamentar, aunque sí enfrentamientos
en Cisjordania y Gaza que dejaron más de 30 heridos. El jefe del
Estado Mayor del Ejército israelí, general Shaul Mofaz,
confirmó la tendencia a la disminución de la violencia y
explicó que puede ser una consecuencia del Ramadán, el mes
sagrado musulmán. Pero esta calma no se traduce en tratativas para
un acuerdo de paz: es que el gobierno del laborista Ehud Barak ya tiene
los días contados (falta que el Parlamento israelí confirme
la convocatoria a elecciones anticipadas) y se habla de campaña
electoral. Ayer, en un hecho insólito, Ahmed Tibi, ex asesor del
líder palestino Yasser Arafat y ahora diputado árabe-israelí,
anunció que presentará su candidatura al cargo de premier
israelí.
Se trata de un acto simbólico para poner en evidencia las
reivindicaciones propias del electorado árabe, declaró
un portavoz del Movimiento Arabe para el Cambio, el partido que Tibi representa
en el Knesset (Parlamento israelí). No es serio. Para
que tenga sentido, una candidatura debería ser conjunta entre las
diferentes formaciones árabes, declaró Azmi Bichara,
diputado de otro de los partidos árabes israelíes. En todo
caso, el gesto sí sirve como otra muestra del enfrentamiento que
los árabes israelíes tienen con el premier Barak por las
acciones de su gobierno en el marco de esta Intifada palestina. Los árabes-israelíes
representan el 18 por ciento de la población y el 14 por ciento
del electorado que en los comicios del año pasado eligió
a Barak como premier.
Según fuentes del laborismo, el Knesset podría abolir antes
de los próximos comicios la elección directa del premier,
para volver al sistema tradicional de investidura por el Parlamento.
En otro orden de cosas, Gilad Sher, asesor de Barak, confirmó ayer
que su gobierno colaborará con la comisión investigadora
internacional dirigida por el ex senador norteamericano George Mitchell.
Hasta la semana pasada el gobierno israelí se oponía a la
comisión. Y el ministro de Justicia israelí, Yossi Beilin,
predijo que para el 20 de enero próximo se puede llegar
a un acuerdo con los palestinos para poner fin a la escalada violenta.
Pero no hay acercamientos entre ambas partes que permitan vislumbrarlo.
Ayer, Arafat desmintió informaciones acerca de negociaciones secretas
entre ambas partes.
MAGUID
MAHFUZ, ESCRITOR EGIPCIO Y PREMIO NOBEL
Menos
mal que no puedo ver
Por
Randa Achawi *
Desde El Cairo
Maguid
Mahfuz es, sin duda, el novelista más popular en todo el mundo
árabe. Este personaje, que no fue conocido en Occidente hasta 1988,
cuando recibió el Nobel de Literatura, seduce ya a millones de
lectores en esta región desde hace más de 50 años.
El, al que siempre le ha gustado pasearse libremente por las calles de
El Cairo y sentarse en los cafés para hablar durante largo tiempo
con sus amigos, permanece hoy recluido en su casa. Debilitado físicamente,
recibe a El País vestido con una bata. Pero su lúcido espíritu
de literato sigue de cerca todas las noticias de actualidad. Cuando habla,
uno tiene la impresión de estar ante un mago o incluso un sabio
jefe de tribu. Este hombre, bajo de estatura, autor de una obra considerada
por la Academia Sueca como patrimonio de toda la humanidad, fue víctima
en 1994 de un atentado del que no se ha recuperado. Su mano derecha, que
fue seriamente afectada, ha quedado casi paralizada. Pero no se deja arrastrar
por la desesperación y resiste al marasmo con todas sus fuerzas.
A los 89 años sigue siendo una persona muy tranquila, pese a que
se está volviendo cada vez más sordo y ciego, y sigue escribiendo,
aunque ello le suponga un gran esfuerzo.
Me gustaría iniciar esta conversación con el tema
más controvertido ahora mismo en Medio Oriente. ¿Puede comentarnos
todo lo que está ocurriendo?
No puedo ocultar que siento un enorme dolor y una profunda tristeza
a causa de ello. Y cuando intento comprender por qué comenzó
todo esto, me doy cuenta de que toda esta violencia fue desencadenada
por un político extremista que, al querer atraer la atención
de los suyos, violó un templo religioso sagrado. Según mi
punto de vista, el primer error es la violación de cualquier monumento
que sea considerado sagrado por cualquier religión. Los elementos
sagrados de todas las creencias religiosas deben ser respetados por todos,
sea cual sea la religión que uno profese. La falta de respeto a
esta regla es, en sí misma, una violación, incluso un crimen
contra la humanidad. Por supuesto, había que esperar a que, ante
tal ofensa, aquellos que se sintieron agredidos reaccionasen expresando
su cólera. Han lanzado piedras contra aquellos que les ofendieron
gravemente.
¿Cómo interpreta la reacción de Israel hacia
estas poblaciones?
A mi parecer, todo esto podría haberlo arreglado rápidamente
la policía local, sin que se produjeran graves consecuencias. Fue
entonces cuando quedé muy sorprendido, cuando me dijeron que habían
llamado al Ejército y que, en esos momentos, había helicópteros
y tanques de guerra luchando contra manifestantes armados con piedras.
Sin duda, ésta es una actitud salvaje y primaria. Nunca pensé
que Israel pudiera obrar así. Siempre he tenido un muy alto concepto
de ellos. Siempre los he juzgado como un pueblo muy civilizado, incapaz
de actuar de una forma tan irracional.
Pero las cámaras han demostrado que estaban matando a niños
y adolescentes.
No puedo ocultar mi alivio por no haber podido ver tales escenas.
Por primera vez, he dado gracias a Dios de no ser capaz de ver con claridad.
Pero las escenas que me han descrito, como la del pequeño Mohamed
al Durra muriendo en los brazos de su padre, u otras en las que las botas
de los soldados israelíes golpean con violencia las cabezas de
los jóvenes palestinos no demuestran un comportamiento que pueda
considerar humano, o siquiera razonable.
¿Qué repercusión tendrán estos ataques
de cara al futuro?
Lo que lamento más que cualquier otra cosa es que el proceso
de paz, que se encontraba a un paso de su final, parece haber retrocedido
hasta el punto cero.
Pero, en cuanto a los palestinos, ¿qué cree usted
que harán en el futuro?
Habrá algunos que seguirán creyendo en el proceso
de paz, que sentirán apego por él y harán todo lo
posible para no dejarlo morir. Pero, en cuanto a la gran mayoría
de quienes viven en los territorios ocupados, creo que, en adelante, recurrirán
al modelo de Hezbolá. Aplicarán las técnicas de la
toma de rehenes para intentar lograr una gran repercusión en el
interior de Israel. Todo esto supone un grave deterioro de los acontecimientos.
Pero es el resultado fatal de una escalada de violencia.
Así pues, existen dos opciones: la de la paz y del diálogo
o la de la guerra.
Sí, exactamente, y quienes determinarán esto, a mi
parecer, serán los israelíes, no los palestinos.
En un contexto como éste, ¿cree usted que los estadounidenses
deben seguir siendo los valedores de la paz?
Sí, creo que siguen siendo los mejores valedores porque también
tienen una gran fuerza y una gran influencia en los países de la
región. Son los que más desean lograr la paz porque saldrán
muy beneficiados.
¿Qué dimensión tiene la influencia estadounidense
en la región, sobre todo en el mundo árabe?
Es evidente, y todos lo reconocen, que tienen una influencia muy
fuerte en todo el mundo árabe. Sin embargo, ejemplos como el que
estamos comentando en estos momentos demuestran que, seguramente, puede
verse afectada, e incluso reducirse.
Algunas opiniones en Occidente siguen estableciendo un paralelo
entre islamismo y violencia. ¿Qué opina de ello?
No es cierto. En realidad, pensar de ese modo es una gran injusticia.
Y, a menudo, respondo a este tipo de juicios mediante la siguiente pregunta:
¿eran musulmanes los nazis y los fascistas? El islamismo no es
una religión violenta; al contrario, predica la tolerancia entre
los pueblos y las religiones. Y la prueba de ello se encuentra en su propia
historia. El período en que los califas musulmanes gobernaron el
mundo árabe fue en el que hubo mayor tolerancia y coexistencia
pacífica entre las religiones. En aquel tiempo, judíos,
cristianos y musulmanes vivieron juntos en paz y seguridad.
*
De El País de Madrid, especial para Página/12
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