Por
Pablo Rodríguez
Unas
40 personas, en su mayoría mujeres longevas, estaban furiosas delante
de la casa del juez Juan Guzmán Tapia, responsable del procesamiento
del ex dictador chileno Augusto Pinochet. ¡Juez Guzmán,
debe renunciar! y ¡Juez Guzmán, vergüenza
nacional, eran los gritos más frecuentes de los integrantes
del Movimiento Vitalicio Augusto Pinochet. Sorpresivamente, el magistrado
salió de su casa para hablar con ellas y recibió de manos
de Marcelo Cabrera, presidente del movimiento, una carta en la que se
le solicita que renuncie. No tengo por qué hacerlo,
respondió Guzmán ante la pregunta de los periodistas. Según
El Mercurio, además de un recurso de amparo, los abogados de Pinochet
presentaron un pedido de recusación del juez. Este episodio se
enmarca dentro de la batalla, menos anecdótica, que la derecha
política, las Fuerzas Armadas y el equipo legal de Pinochet están
librando para apartar del caso a Guzmán. Al Tata, por
su parte, se lo vio ayer muy tranquilo en su quinta de veraneo en Bucalemu.
La situación de Pinochet en Chile no es, todavía, como la
de Emilio Massera en nuestro país, ya que sus abogados presentaron
un recurso de amparo que deberá ser admitido o rechazado por la
Corte de Apelaciones de Santiago. Por otra parte, el juez Guzmán
deberá responder ante la Corte Suprema por la carta que en su momento
escribió a Clara Szczaransky, titular del Consejo de Defensa del
Estado (CDE), y que el equipo legal de Pinochet considera como inclinación
en favor de un litigante, ya que el CDE es parte querellante en
el caso.
Pero, por el momento, el arresto domiciliario de Pinochet, que se deriva
de su carácter de procesado de más de 70 años, aún
no se cumple. Así, Pinochet puede estar tranquilo, a 120 kilómetros
de su residencia oficial en el barrio santiaguino de La Dehesa. Y de hecho
lo está. La televisión chilena lo mostró caminando
por los alrededores de su quinta en Bucalemu, vistiendo una gorra azul,
una camiseta celeste, pantalones cortos blancos y anteojos oscuros, apoyado
en un bastón y acompañado por al menos dos guardaespaldas
y un colaborador.
El Tata seguramente ya sabe de su cruel destino, pero ahí
están sus fieles soldados para defenderlo. El jefe de la Armada
chilena, almirante Jorge Arancibia, dijo al diario El Mercurio que hemos
vuelto a un pantano del cual parecía que estábamos en vías
de liberación. Luego señaló que lo resuelto
(por el juez Guzmán) es extremadamente grave para los propósitos
de superar la coyuntura confrontacional, que tan lamentablemente ha desgastado
la sociedad chilena. Arancibia también se refirió
a la convocatoria del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena), pedida anteayer
al gobierno por el jefe del Ejército, general Ricardo Izurieta.
Según la Constitución chilena, sancionada en 1980 por la
dictadura de Pinochet, el Cosena se convoca para analizar cualquier materia
que atente gravemente en contra de las bases de la institucionalidad
o pueda comprometer la seguridad nacional. En este sentido, Arancibia
admitió a El Mercurio que las instituciones funcionan, pero
tensionadas al máximo. En realidad, la posición de
las Fuerzas Armadas es que el Poder Judicial no está funcionando
bien porque interpretan que el juicio a Pinochet es una cuestión
política. Pero fuentes anónimas, citadas por el diario La
Tercera, dijeron que el general Izurieta enfrenta aguas agitadas
en sus filas por la confiabilidad en el mando institucional.
El vicepresidente del oficialista Partido por la Democracia, Antonio Leal,
dijo que no hay nada que temer porque este Ejército no tiene
nada que ver con el de Pinochet
UN
LIBRO QUE FUE CLAVE PARA EL ARRESTO DE PINOCHET
Los
zarpazos de una periodista
La
periodista chilena Patricia Verdugo escribió hace unos años
Los zarpazos del Puma, uno de sus nueve libros de investigación.
Pero éste tiene un significado especial entre todos ellos: con
él ganó el Premio Nacional de Periodismo de Chile y el premio
María Moors Cabot, la mayor distinción a un periodista extranjero
en Estados Unidos. Y, sin embargo, la mejor distinción que podía
obtener Los zarpazos del Puma era convertirse en un documento clave para
que el juez Juan Guzmán dictara el viernes el procesamiento contra
el ex dictador Augusto Pinochet por los crímenes de la Caravana
de la Muerte, en octubre de 1973. Los zarpazos del Puma reconstruye esa
travesía represiva a bordo de un helicóptero Puma (de ahí
el título). En una entrevista de Enrique Fernández (AFP),
Verdugo contó su encuentro con el magistrado.
Patricia Verdugo se alarmó y pensó en sus tres hijos cuando
el juez Juan Guzmán Tapia la convocó en junio de 1998. Al
entrar en su despacho, vio que sobre su escritorio tenía Los zarpazos
del Puma. Ahí estaba el juez Guzmán con el libro en
las manos; cada página, con subrayados y marcas, recuerda
la autora.
Pero el juez no quería procesarla sino conocer más detalles
de su investigación en torno a la Caravana de la Muerte. Revisamos
todos los antecedentes y luego de varias horas de trabajo me despidió,
diciéndome: Gracias, la felicito, hizo una muy buena investigación.
Yo salí de la Corte, respiré profundo y recé dando
gracias, dice la reportera.
Con 140 mil ejemplares vendidos en 1989 y otros 500 mil que circularon
en ediciones piratas, el libro-reportaje de Patricia Verdugo
establece que Pinochet, en su condición de presidente del régimen
militar y de jefe del Ejército, fue quien ordenó la misión
secreta de aquella Caravana de la Muerte. Ese antecedente,
recogido de las páginas del libro, llevó al juez Guzmán
a buscar el desafuero de Pinochet, logrado en agosto, y a ordenar este
viernes su arresto domiciliario.
Los periodistas colaboramos con investigaciones que están
permitiendo a los jueces recomponer la verdad y hacer justicia,
señala Verdugo. La Caravana de la Muerte, según
afirma, ejecutó sus homicidios cuando el país se hallaba
en calma, después de la breve resistencia que encontró el
golpe militar, pero fue el acto fundacional de la dictadura
de Pinochet que permitió consolidarla y mantenerla hasta 1990,
para imponer un nuevo sistema político y económico.
En otro de sus libros publicado hace dos años, Interferencia secreta,
la periodista difundió los mensajes radiales entre Pinochet y los
militares sublevados contra el presidente socialista Salvador Allende,
que murió en el Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973.
En sus comunicaciones, interferidas y grabadas por un ciudadano
anónimo, algunos militares eran partidarios de apresar y
llevar a juicio a los colaboradores de Allende que caían prisioneros.
Pero es que si los juzgamos, les damos tiempo, pues... Y es conveniente...
lo que creo... es motivo para que tengan una herramienta para alegar,
se escucha replicar a Pinochet en uno de los mensajes, donde sugiere que
los prisioneros sean embarcados en un avión. La opinión
mía agrega la grabación transcripta en el libro
es que estos caballeros se toman y se mandan a dejar a cualquier parte.
Por último, en el camino los van tirando abajo.
Ahora, al que están tirando abajo es al propio Pinochet.
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