Por
Karina Micheletto
Este
es uno de esos momentos en que me siento huérfana. Ha muerto mi
madre, me han pasado muchas cosas. Y necesito más que nunca del
apoyo de mi gente. Mercedes Sosa habla y llora, largamente. Siendo
enorme su canto, su presencia misma arriba del escenario, abajo parece
frágil, pequeña. No van a lograr sacarme del medio,
aunque quieran. Yo no canto por cantar. Canto porque tengo cosas para
decir y porque creo en la fuerza de la palabra, señala con
vigor en la entrevista con Página/12, y en ese momento parece capaz
de abrazar la inmensidad.
Durante este año la artista emprendió una gira que la llevó
por todo el mundo. Eligió cerrarla en Buenos Aires, donde no cantaba
desde hacía dos años, para presentar La misa criolla y Navidad
nuestra, el disco por el que obtuvo el premio Grammy. La cita será
el viernes en el Luna Park, un escenario que se transformará para
la ocasión en una gran peña, con mesas y sillas en lugar
de las clásicas butacas y el acompañamiento de vino y empanadas
elaboradas por la familia Sosa. Acaba de romper relaciones con la compañía
discográfica Universal (ex Polygram), con la que estuvo casada
buena parte de su carrera. Separarse de una grabadora es peor que
separarse de un marido. En un divorcio hacés división de
bienes y listo, pero éstos te siguen haciendo mil y una perrerías,
bromea. Debía firmar una renovación de contrato que nunca
llegó. Está enojada. Le aseguro que era una cantidad
de plata que nunca tuve, ni voy a tener. Pero voy a estar tranquila, porque
no han logrado comprarme. Grabaré en otro lugar, por menos plata,
pero voy a hacer el disco que quiero y con la gente que quiero,
asegura.
Mercedes
muestra con orgullo el departamento que arregló especialmente para
que vengan los amigos de afuera y para no sentirme tan invadida por la
prensa en mi casa. Hay hasta un lugar especial para dejar las valijas,
y en las paredes y muebles se amontonan los premios y reconocimientos.
Entre ellos, el que recibió hace poco en Puerto Rico como embajadora
de Unicef. Todos estos premios no están solamente porque
yo canto bien. Hay mucha gente que canta mejor que yo. Tienen un sentido
porque siempre tuve la cabeza bien puesta y dije lo que tenía para
decir, aclara. Y se remonta a cuando tuvo que dejar el país,
obligada a dejar de decir. Me pusieron las valijas en Ezeiza. Esos
años me marcaron para siempre, recuerda. Nunca voy
a olvidar lo que pasó cuando llegué a Londres. En mi primera
actuación en el Opera había un chiquito de pie, llorando,
porque la madre le cantaba Duerme negrito de pequeño.
Y mucha gente que también se había ido sin elegirlo como
yo, también llorando. Todo ese dolor se juntó con el mío
y me atacó la garganta. Me quedé muda a la cuarta canción
y casi no puedo terminar el show. Ahí aprendí a manejar
las emociones cuando canto y a volcarlas en mis palabras. Porque el canto,
por sí solo, no cambia nada. La verdadera fuerza reside en las
palabras. El público, de todos modos, está pendiente
de escuchar su canto, y el viernes podrá darse el gusto: Para
mí es muy importante este show, en un momento en que siento que
hay gente que quiere sacarme de Buenos Aires, sigue enojándose
Mercedes.
¿A quién se refiere?
Sé muy bien a quien me refiero. Este año se dio la
paradoja de que trabajé casi exclusivamente afuera. La grabadora
en la que estaba les devolvió el contrato a Peteco Carabajal, a
Víctor Heredia y a Teresa Parodi. Veo que es una señal,
me parece sospechoso. Creo que algunas compañías están
puestas para negar lo que significa la cultura popular de un país.
Los argentinos tienen que aprender a cuidar a sus artistas.
¿Por qué rompió su relación con Universal?
Me sentí humillada. Hace dos años que estaba esperando
el contrato. Resulta que gano el Grammy y entonces pienso, bueno, ahora
se va arenovar, ya no hay excusa posible. Pero llego de México,
pido hablar con el señor Aprile y ni siquiera me devuelve los llamados.
Realmente pienso que ellos hubieran querido que yo no ganara el Grammy.
Recién entonces sacaron a la venta 5000 copias de La misa criolla,
que ya se agotaron, y no volvieron a editarla. Lo que han hecho con ese
disco tan bello no tiene nombre. Es como si estuvieran enemistados conmigo
porque hice un disco bueno. Gracias a Dios mi madre, a quien le dediqué
el disco, llegó a tenerlo en sus manos.
¿También sigue peleada con Cosquín?
No estoy peleada, pero decidí que no voy a ir, justamente,
para no tener que pelear más. Mi pelea es por los derechos humanos,
pelear por un festival de folklore es equivocar el lugar en que se ponen
las energías. Ya he estado allí lo suficiente, le he dado
mis mejores años. Y siempre sentí que tenía que pagar
para estar en Cosquín. Puse mucho dinero para que cada actuación
saliera perfecta, para que el sonido fuera digno, siempre llevé
equipos especiales y gente para eso. Y la eterna pelea fue por el reconocimiento
a ese esfuerzo. Una vez llegaron a mentir que yo pedía pileta de
natación. ¿Para qué quiero yo pileta, si la vez que
alquilé una casa con pileta no la pude usar?
La
Tablada, pan y circo
Hace
dos semanas se realizó un recital en Plaza de Mayo en apoyo
al pedido de liberación de los presos de La Tablada. Allí
actuaron, entre otros, León Gieco y Manu Chao. Aunque había
comprometido su presencia, Mercedes no fue. Una bronquitis se lo
impidió. Ahora siento que les fallé a esos chicos,
dice acongojada. ¿Sabe lo que es esta sensación?
No pude ir, no me dejó el doctor. Deben pensar que los abandoné.
¿Qué opina de la postura del Gobierno con respecto
este tema?
El Presidente habló y dijo que hay que hacer cumplir
el Pacto de San José de Costa Rica; eso quiere decir que
la situación va a cambiar. Esto no se puede sostener. ¿Cómo
puede ser que se les niegue la libertad a estos chicos, que estén
muriéndose en un hospital? Si algo malo hicieron, ya han
pagado en demasía. No puedo dejar de preguntarme por qué
intentaron copar el regimiento, si es que alguien los llevó,
cómo pudo ser posible. Supongo que actuaron indignados por
lo de los carapintadas. Pero así no se hacen las cosas. Entrar
con armas a un regimiento es como entrar para que te maten. Pero
ya fue suficiente el dolor que les costó esa estupidez. Estar
preso debe ser una cosa horrorosa, no sé cómo pueden
vivir sin volverse locos. Dios quiera que estén libres antes
de fin de año.
¿La sociedad argentina prefiere mirar para otro lado?
En estos diez años de menemismo se ha instalado una
cultura de la frivolidad tan grande que es lógico que a la
gente sólo le interese que gane Boca. Los argentinos piden
pan y circo. Y eso es lo que los Macri les dan. Sé que no
puedo llegar a los que están peor, que si tienen la suerte
de tener trabajo sólo pueden prender la televisión
al llegar a sus casas. No llego a ellos porque no soy linda, y no
entro dentro de los moldes que pide el circo.
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