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Cómo el estado de Florida robó el voto a los negros

Gane quien gane los juicios post-recuento, una investigación apunta a que Florida tenía un plan para que los negros no votaran.

Por Julian Borger *
Desde Tallahassee, Florida

Mientras la lucha sobre las boletas dudosas y las máquinas para votar se arrastra en los tribunales, se impone la evidencia de que la carrera presidencial en Estados Unidos estaba irrevocablemente viciada antes de que se emitiera un solo voto, por la sistemática e inconstitucional negativa a derecho al voto a miles de negros de Florida. A lo largo de Florida, los residentes negros que habían tomado parte en anteriores elecciones sin ningún problema fueron a votar el 7 de noviembre para encontrarse con una asombrosa serie de obstáculos entre ellos y la urna electoral. Para muchos, los hechos del día eran un recordatorio de que Florida es una parte integral de Sur Profundo racista, con largos antecedentes sobre la segregación y la resistencia a los derechos negros al voto.
El estado de Florida está bajo la investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos por infrigir los derechos de sus minorías, pero los casos de privación de los derechos civiles a los negros casi no han jugado un rol en la impugnación hecha por el vicepresidente Al Gore a los resultados de la elección. Las boletas emitidas pueden ser recontadas y producir rápidos resultados, mientras que los votos negados son difíciles de medir y difíciles de reclamar. Pero, a la larga, tienen implicaciones más graves para las relaciones raciales y la salud de la democracia de Estados Unidos. En la mayoría de los casos investigados por The Guardian, los obstáculos para que los negros votaran eran burocráticos y administrativos. En un puñado de casos, sin embargo, eran más sutiles.
En la mañana de la elección, Darryl Gorham llevaba a algunos vecinos a votar a Woodville, en las afueras de Tallahassee. Tomaron una curva en el camino a una milla del puesto electoral y se enfrentaron a una escena salida de la era de la segregación. “Había cuatro patrulleros de caminos de Florida en la mitad de la calle”, dijo Gorham. “Paraban a todos. Inspeccionaban las luces delanteras, las luces de freno, los indicadores, la licencia, el título del automotor, boletas, todo. He vivido en Florida la mayor parte de mi vida, pero nunca había visto algo semejante”.
Robert Chamber, un residente negro que vive en un pequeño bungalow pintado de blanco cerca de ahí, cree que el mensaje del control era bastante claro. “Está llenando de temor el corazón de la gente”, dijo. “Significa: ‘Los agarraremos antes que lleguen.’ El racismo aquí es subterráneo, pero es fuerte. Hay lugares a los que sabemos que no debemos ir”. Existe suficiente evidencia como para apoyar los temores de Chamber. De acuerdo con un estudio hecho por el Centro Legal de Pobreza del Sur, la concentración más grande de grupos supremacistas blancos (Defensores del Sur en la Guerra de Secesión) tales como la Liga del Sur, está centrada en Florida.
Woodvilee no fue el único caso de supuesta intimidación policial en Florida. Sin embargo, por lejos, el mayor daño a los derechos de las minorías parece haber sido causado, no por hombres de uniforme, sino por burócratas de traje, callada y casi invisiblemente, meses antes de la elección. Durante la campaña presidencial, fue claro que Florida podía resultar fundamental y que los grupos de derechos civiles estaban haciendo esfuerzos sin precedentes para movilizar a los votantes de las minorías. Bajo la bandera de una campaña antifraude, el gobernador Jeb Bush, el hermano del candidato presidencial republicano, y su ahora famosa secretaria de Estado, Katherine Harris, implementaron una serie de pasos administrativos que muy bien pueden haber cambiado la elección.
En junio, la oficina de Harris hizo una lista de más de 700.000 ciudadanos de Florida que están descalificados en forma permanente para votar (más que en cualquier otro estado) por pasado delictivo y la envió a los supervisores de la elección de cada condado. En Florida, losafroamericanos conforman el 13 por ciento de la población general, pero el 55 por ciento de los encarcelados. Según Human Rights Watch, más de un tercio de los afroamericanos en el estado estaban descalificados para votar por una condena judicial, la mayoría de las veces resultado de la “guerra a las drogas” que asedia a las zonas urbanas de Estados Unidos.
Cuando tenía 25 años, Wallace McDonald se quedó dormido en un banco en Tampa esperando un ómnibus. Fue arrestado por vagancia y obligado a pagar su crimen con trabajo en un camión de basura municipal. Asqueado con su sentencia, el joven McDonald abandonó su trabajo, una ofensa por la que lo multaron con 30 dólares. Eso era en 1959. Cuarenta y un años después, McDonald recibió un carta del supervisor para la elección del condado de Hillsborough, Pam Iorio, informándole que como ex delincuente su nombre había sido quitado del padrón de votantes. El reverendo Willie Dixon recibió un perdón total por delitos menores en 1985 y desde entonces se ha convertido en un líder de la juventud y un predicador de la Biblia, un pilar de la comunidad negra de Tampa que votó en cada elección presidencial. Hasta que recibió una de las cartas de Iorio.
En sus oficinas de Tampa, la demócrata Pam Iorio señaló su dedo en dirección a Tallahassee. “Sí, hubo errores en la lista”, dijo. Los “errores” deberían haber sido corregidos el día de la elección, pero los funcionarios estaban tan abrumados por el problema que el mecanismo de la apelación instantánea colapsó. En Tampa, las líneas a la oficina de Iorio estaban saturadas, mientras los votantes trataban en vano de llamar desde los puestos de votación para que los rehabilitaran. La administración de Jeb Bush desechó los reclamos de discriminación como otro ardid demócrata para socavar los resultados de la elección. Y el Partido Demócrata es claramente reacio a alzar la bandera de sus partidarios negros.
Pero la ira entre los afronorteamericanos de Florida no se va a desvanecer sin un examen de lo que sucedió. Es probable que dure más que el tema de los recuentos, porque se encuentra en el corazón de la experiencia negra en el sur.

*De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère


EN SEMINOLE PIDIERON LA ANULACION DE VOTOS POSTALES
El último cartucho de Gore

Por J.B.

Harry Jacobs, un abogado de New Jersey que habla muy rápido y que puede resultar ser el último salvavidas legal de Al Gore, fue a los tribunales para apoyar las afirmaciones del vicepresidente de que los republicanos manipularon ilegalmente miles de boletas en el condado de Seminole, en Florida. En carácter de particular y no en representación del Partido Demócrata, Jacobs demandará a la supervisora de elecciones en el condado, Sandra Goard, y pedirá que los 15.000 votos postales emitidos en el condado sean anulados. Como George Bush ganó el voto postal en Seminole por una clara mayoría, el rechazo de las boletas aplastaría la ventaja de 537 votos del gobernador de Texas en Florida y entregaría a Gore la victoria en el estado y, por lo tanto, la presidencia.
Los partidarios de Bush describen a Jacobs como un peón del Partido Demócrata que simplemente está trabajando para Gore. De hecho, los abogados republicanos trataron de que el caso fuera considerado sin mérito, antes de una audiencia completa que comenzó ayer por la tarde. Jacobs insiste en que está actuando por indignación, después de escuchar el comentario de un funcionario electoral del condado de Seminole. El funcionario dijo que el supervisor electoral local republicano les había permitido a los funcionarios republicanos llenar los números de identificación de los votantes en boletas postales incompletas que se habían enviado a sus partidarios, convirtiendo así en válidos a votos inválidos.
Los republicanos dicen que la controversia proviene de un simple error de imprenta. Antes de las elecciones, ambos partidos enviaron boletas formularios postales para sus partidarios que viven en el exterior o están fuera de su estado. Más de 2000 formularios republicanos, sin embargo, salieron de la impresora sin ningún número de identificación del votante. Como respuesta al pedido republicano de que todos los formularios fueran completados, Goard les permitió a dos trabajadores del partido que llenaran los números faltantes en su oficina. Los demócratas locales están demandando también al condado de Martin, justo al norte de Miami, donde otra supervisora electoral republicana, Peggy Robbins, les permitió a los funcionarios republicanos que retiraran los formularios de boletas incompletos de su oficina, llenaran la información que faltaba y se las devolvieran unos días después. Ese caso también será escuchado mañana en Tallahassee.
La campaña de Gore se distanció del caso Jacobs, probablemente porque, si tenía éxito, llevaría a la invalidación de los votos postales de miembros de las Fuerzas Armadas apostados en el exterior, lo que podría ser controversial. Pero el caso puede ser la última esperanza del vicepresidente si pierde en la Corte Suprema de Tallahassee su apelación formal sobre el resultado de la elección de Florida. Los funcionarios republicanos señalan que Jacobs contribuyó a la campaña de Gore y que admitió que buscó asesoría sobre su demanda de un colega, Mitchell Berger, que también es un recolector de fondos para Gore en Florida. El abogado de Jacobs, Gerald Richaman, rechazó la denuncia. “Son absoluta y totalmente falsas,” dijo Richman ayer. “Sólo llamó a un abogado que conocía para buscar consejo”.

De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: C.D

 

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