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El juez Leiva refutó gran parte
de las acusaciones en su contra

El magistrado mendocino acusó al banquero Raúl Moneta de ser un mafioso y un patotero. También hizo referencia a la �permeabilidad� de la justicia federal porteña para aceptar los argumentos del amigo de Menem. La Corte Suprema no quedó al margen de su carga. Su defensa continuará el martes.

Raúl Moneta, de escarapela en la solapa, junto a su familia, protagonizó otro episodio de barra brava.

Por Susana Viau

El juez federal mendocino Luis Leiva ganó por K.O. la primera parte de su declaración ante la Comisión de Acusación del Consejo de la Magistratura. Esa, al menos, fue la impresión de quienes formaban parte de la concurrencia apiñada en el cuarto piso del Palacio de Tribunales. La sesión se desarrolló bajo una tensión inusual, signada por los incidentes que tuvieron por protagonistas, una vez más, al banquero Raúl Moneta, su parentela en pleno y sus colaboradores. En su larga exposición y al abrirse el turno de las preguntas, Leiva respondió, seguro y sólido, cada uno de los cargos. En ese tiempo y consciente de que su futuro se está jugando a suerte o verdad, el magistrado aportó pruebas que respaldaban sus aseveracioes y no dudó en señalar la “permeabilidad” de la justicia federal porteña ante los designios del financista, a quien calificó de “patotero” y “mafioso”.
El banquero, vestido con traje azul, camisa blanca y ancha corbata rosa, no hizo mucho por desvirtuar el primero de los epítetos. Antes de comenzar la audiencia, Leiva había sido alojado en una salita contigua al recinto donde los martes funciona la comisión. Cuando hizo su ingreso a la sala, el magistrado debió pasar al lado de su adversario, estratégicamente ubicado en la puerta. “Sos un hijo de puta”, le murmuró Moneta. Pablo Fernández advirtió entonces a Moneta, a su mujer, Claudia Arroyo Benegas, y a uno de sus hijos mayores que ante el menor desmadre los haría detener. En su presentación, Leiva no eludió señalamientos. Habló de la inopinada manera en que Moneta, prófugo desde hacía ocho meses, fue relevado de la orden de captura y beneficiado con la eximición de prisión por la justicia federal porteña. Esas dos medidas, dijo, fueron obra de los “pusilánimes y genuflexos que desde el poder político y judicial y por una suma de dinero reniegan de los principios morales”. Al dirimirse en favor de Gustavo Literas el conflicto de competencias planteado, la causa, expresó, ingresó en “zona permeable”. Leiva no ahorró nombres al delimitar la “zona”: los jueces federales Carlos Liporaci, Claudio Bonadío, Gustavo Literas y Rodolfo Canicoba Corral, así como los camaristas Luisa Riva Aramayo y Horacio Vigliani. Ese proceso, señaló Leiva, fue resultado de una maniobra de “arquitectura judicial” de personas “que tienen patrimonios que el suscripto no posee”. Acerca de la Corte Suprema, Leiva expresó que “sólo la intervención de una mano negra” puede explicar su afirmación de que el Banco Mendoza tiene su sede en la Capital Federal. Asegurar “alegremente” que la sede del Banco Mendoza está en capital, subrayó, “es como decir que esta reunión se está celebrando en el Hilton de Nueva York” e insistió: “Fue el orgullo de la provincia, la quiebra está radicada en Mendoza, la sede es Mendoza”. En relación al supuesto pedido de coima denunciado por Moneta y ante la vaguedad con que los testigos aportados por el financista se refirieron a la cifra presuntamente exigida por Leiva, éste argumentó que “debo ser el único zonzo en Argentina que pide una coima y no se la pagan” e hizo mención al hecho de que la denuncia fue presentada casi un año y medio después de la fecha en que se habría producido la extorsión.

Retrato de familia

A esas alturas, desde los bancos situados contra las paredes del salón y donde habían tomado asiento los Moneta –su mujer, su hijo pequeño y su hijo púber, flanqueados por los dos mayores–, y desde el sector opuesto, en el que se había instalado otra parte de la familia, cuñadas, hermanas y suegras, partieron señas que no fueron ignoradas por el presidente de la sesión. Tanto el banquero como su cuñado y socio, Patricio French, dirigiéndose a Leiva frotaban el dedo pulgar contra el mayor, en un inequívoco gesto ciudadano: “plata”. Fernández volvió a advertir que los haría sacar con la fuerza pública y desalojaría la sala. Se ordenó un muybreve cuarto intermedio. Tampoco en esos cinco minutos hubo paz. French, imbuido de su rol de hermano político y de la misión de intentar desquiciar a Leiva, se le acercó para prometerle: “Te voy a cagar a trompadas”. El mismo anuncio, pronunciado por la misma persona, había sido escuchado segundos antes por uno de los consejeros. Los asesores corrieron a pedir refuerzos “porque puede haber goma”. Al tanto de las bravatas de French, Fernández le indicó que se retirara de la sesión o lo haría detener. French se disculpó y permaneció.
Al reanudarse la audiencia, el consejero menemista Miguel Angel Pichetto tomó la inciativa de las preguntas. Leiva, imperturbable, contestó con solvencia una a una. Pichetto aumentaba su disgusto ante cada traspié, una situación observada con ojos divertidos por Augusto Alasino. Tras referirse al supuesto contrabando de maletines, Pichetto entró de lleno en el tema del Banco Mendoza. Fue peor. Leiva se movió como un pez en el agua y respondió sin rodeos. Un joven delgado, abogado de Moneta, cruzó la sala y habló en voz baja con la consejera menemista y miembro de la comisión, Leila Chaya. No fue lo bastante discreto. Quienes estaban a sus espaldas pudieron oír que le pedía que interviniera “porque Pichetto la está embarrando”. Leiva, entre tanto, le señalaba a Pichetto: “sus preguntas siempre están precedidas por una fuerte carga subjetiva y yo no puedo responderlas sin tomarlo en cuenta”. Pichetto, incómodo, abrevió el trámite y el turno le tocó a Gersenobitz que ironizó sobre el certificado médico presentado por Leiva y lo contrastó con su buena performance en la declaración. Luego, sostuvo que no había denunciantes grandes o pequeños y la situación del juez no era sólo producto de los dichos de Moneta. “Un juez debe ser ecuánime, es cierto –contestó Leiva, quien había asegurado que detrás de todos sus pedidos de juicio político estaba el banquero–. Lo que no puede ser es un tonto. No debe ser tonto el juez ni quienes juzgan a los jueces”, concluyó. Eran las cuatro de la tarde. La sesión continuaría el próximo martes. Un hombre mayor, docente de derecho se acercó a Leiva. Le dio la mano y comentó: “Si esto hubiera sido un examen no le habría puesto diez porque nunca lo pongo. Le hubiera puesto nueve”.

 

 

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