Por Julián
Gorodischer
Por algún motivo, ellos
se incluyeron en la masividad que antes señalaban con el dedo.
El que aparece, entonces, es un comentario obligado que suele empezar
con la pregunta: ¿Cómo puede ser que...? Y continúa
variando los sujetos de la acción: Pipo Cipolatti, Viviana Gorbato,
Tuqui, dignos herederos de uno de los grandes camaleones de la historia,
Roberto Pettinato, que pasó de tocar el saxo en Sumo a adláter
de Gerardo Sofovich. Los que se preguntan ¿Cómo puede
ser que el pibe que compuso Pensé que se trataba de cieguitos
o escribió El primero te lo regalan/el segundo te lo venden
se siente a la mesa de Sofovich? El ex cínico de Los Twist es uno
más en ese frente conservador que en derredor de una mesa de bar
se solaza descargando artillería contra cualquier mirada crítica.
Pipo ya había hecho papelones varios en Rompeportones
y Petardos, pero mientras eso parecía su degradación
artística esto parece su degradación personal. A principio
de los 90, lo suyo era un canto a la transgresión en La TV
Ataca y Hacelo por mí, cuando trabajaba para
Mario Pergolini, con el que se peleó cuando se fue para hacer el
bochornoso Boro boro.
Cipolatti parece sentir culpa de tanto mal paso: trata de que el costo
de participar de Polémica en el bar no sea demasiado
alto: no participa en el fraude de las discusiones, ni se presta al juego
del maltratador y el maltratado. Observa en silencio y se enciende sólo
en su momento: usualmente, un relato delirante. Cuenta fábulas
de animales que representa con animalitos de juguete. O entabla una complicidad
entre el raro y el bruto con Miguel Angel Rodríguez. La carcajada
del jefe Sofovich es un signo de aprobación. Verlo junto al discurso
neofascista de Oscar González Oro da pena, sobre todo por la compulsión
a agradarle que parece dominarlo. Yo tengo que comer y no creo que
lo que hago sea indigno, dice Pipo, al que una serie de traspiés
económicos llevaron a tener que vivir de prestado en la sala de
ensayos de su amigo Charly García.
Yo creo en los desafíos, dice Viviana Gorbato, que
también se prueba en una pantalla para muchos después de
haber cantado loas a la contracultura. Los medios masivos llegan
a muchísima gente y los diarios, sólo a una elite. En el
show periodístico que es la TV, uno puede poner un gramo de verdad.
Yo me juego a ese gramo de verdad, se justifica. En PAF
por América, de lunes a viernes a las 21 paga el costo
al contado: un debate con el increíble Marcelo Polino, el tono
gritado de las argumentaciones (porque si no sos una estatua,
se justifica). De pronto, alguien -.tal vez Jorge Rial le grita:
Vos escribís libros basura y ella debe hacer como que
es civilizado no discutirlo. Si hay alguna gente que entiende lo
que digo, me conformo. Vivimos un desempleo terrible y la prensa progre
no puede abarcarnos a todos. Pero me gustaría que hubiera más
seriedad en las investigaciones, argumenta.
Mantener la propia voz para Gorbato es tratar de introducir
algo de crítica y cinismo. Dispara contra la era Menem
o califica a Guillermo Coppola como un dealer de sus amigos. Casi siempre,
empero, es ganada por un cruce de agresiones con Jacobo Winograd, o una
discusión cholula con Luis Pedro Toni. Un invitado la descalifica
por ser fea. Son los incidentes que, según afirma, le queman
las neuronas y la motivan a proyectar una salida a través
de Ezeiza: Este país no da para más, me voy a los
Estados Unidos, amenaza.
El de Tuqui es el giro más osado: dejó el puesto de conductor
radial transgresor, sacado y tóxico por el de actor televisivo
en una tira de la tarde. En Luna salvaje, de Telefé
el hombre que siempre estaba al borde en Rock and Pop es un mecánico
de barcos amigo de Gabriel Corrado, el galán. Es un confidente
que siempre buscaría el bienestar de su empleador, por quien siente
admiración. También aquí, el raro no deja de serlo
deltodo. Está allí para que su personaje tome algo de ese
rebelde de bigote tupido y respuestas parcas..., pero no demasiado. Hay
un libreto que debe respetar y que casi siempre está hecho de frases
de culebrón tradicional, de esos que esta producción reivindica.
¿Qué fue, en tanto, del que tiraba palos a los caretas?
No fue sólo el encanto del papel sino la tentación de un
sueldo generoso lo que motivó este ingreso a la actuación.
Un poco antes, había pasado por el mostrador irreverente de Café
Fashion donde concedió al humor de los chistes a la medianoche.
Fueron los primeros pasos en el ingreso a una TV que, a pesar de la crisis
y el descrédito de muchos, garantiza sueldo.
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