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PIPO CIPOLATTI, VIVIANA GORBATO, TUQUI
Los que dieron el mal paso

En la senda de Roberto Pettinato, que pasó de Sumo al team de Sofovich, tres personajes alguna vez transgresores muestran sus hilachas.

El ex líder de Los Twist en su
nuevo trabajo como chico Sofovich.
Tuqui trabaja en una telenovela de Telefé; Viviana Gorbato, en “PAF”.

Por Julián Gorodischer

Por algún motivo, ellos se incluyeron en la masividad que antes señalaban con el dedo. El que aparece, entonces, es un comentario obligado que suele empezar con la pregunta: ¿Cómo puede ser que...? Y continúa variando los sujetos de la acción: Pipo Cipolatti, Viviana Gorbato, Tuqui, dignos herederos de uno de los grandes camaleones de la historia, Roberto Pettinato, que pasó de tocar el saxo en Sumo a adláter de Gerardo Sofovich. Los que se preguntan “¿Cómo puede ser que el pibe que compuso ‘Pensé que se trataba de cieguitos’ o escribió ‘El primero te lo regalan/el segundo te lo venden’ se siente a la mesa de Sofovich? El ex cínico de Los Twist es uno más en ese frente conservador que en derredor de una mesa de bar se solaza descargando artillería contra cualquier mirada crítica. Pipo ya había hecho papelones varios en “Rompeportones” y “Petardos”, pero mientras eso parecía su degradación artística esto parece su degradación personal. A principio de los 90, lo suyo era un canto a la transgresión en “La TV Ataca” y “Hacelo por mí”, cuando trabajaba para Mario Pergolini, con el que se peleó cuando se fue para hacer el bochornoso “Boro boro”.
Cipolatti parece sentir culpa de tanto mal paso: trata de que el costo de participar de “Polémica en el bar” no sea demasiado alto: no participa en el fraude de las discusiones, ni se presta al juego del maltratador y el maltratado. Observa en silencio y se enciende sólo en su momento: usualmente, un relato delirante. Cuenta fábulas de animales que representa con animalitos de juguete. O entabla una complicidad entre el raro y el bruto con Miguel Angel Rodríguez. La carcajada del jefe Sofovich es un signo de aprobación. Verlo junto al discurso neofascista de Oscar González Oro da pena, sobre todo por la compulsión a agradarle que parece dominarlo. “Yo tengo que comer y no creo que lo que hago sea indigno”, dice Pipo, al que una serie de traspiés económicos llevaron a tener que vivir de prestado en la sala de ensayos de su amigo Charly García.
“Yo creo en los desafíos”, dice Viviana Gorbato, que también se prueba en una pantalla para muchos después de haber cantado loas a la contracultura. “Los medios masivos llegan a muchísima gente y los diarios, sólo a una elite. En el show periodístico que es la TV, uno puede poner un gramo de verdad. Yo me juego a ese gramo de verdad”, se justifica. En “PAF” –por América, de lunes a viernes a las 21– paga el costo al contado: un debate con el increíble Marcelo Polino, el tono gritado de las argumentaciones (“porque si no sos una estatua”, se justifica). De pronto, alguien -.tal vez Jorge Rial– le grita: “Vos escribís libros basura” y ella debe hacer como que es civilizado no discutirlo. “Si hay alguna gente que entiende lo que digo, me conformo. Vivimos un desempleo terrible y la prensa progre no puede abarcarnos a todos. Pero me gustaría que hubiera más seriedad en las investigaciones”, argumenta.
“Mantener la propia voz” para Gorbato es tratar de introducir algo de crítica y cinismo. Dispara contra la “era Menem” o califica a Guillermo Coppola como un dealer de sus amigos. Casi siempre, empero, es ganada por un cruce de agresiones con Jacobo Winograd, o una discusión cholula con Luis Pedro Toni. Un invitado la descalifica por ser fea. Son los incidentes que, según afirma, le “queman las neuronas” y la motivan a proyectar una salida a través de Ezeiza: “Este país no da para más, me voy a los Estados Unidos”, amenaza.
El de Tuqui es el giro más osado: dejó el puesto de conductor radial transgresor, sacado y tóxico por el de actor televisivo en una tira de la tarde. En “Luna salvaje”, de Telefé el hombre que siempre estaba al borde en Rock and Pop es un mecánico de barcos amigo de Gabriel Corrado, el galán. Es un confidente que siempre buscaría el bienestar de su empleador, por quien siente admiración. También aquí, el raro no deja de serlo deltodo. Está allí para que su personaje tome algo de ese rebelde de bigote tupido y respuestas parcas..., pero no demasiado. Hay un libreto que debe respetar y que casi siempre está hecho de frases de culebrón tradicional, de esos que esta producción reivindica. ¿Qué fue, en tanto, del que tiraba palos a los caretas? No fue sólo el encanto del papel sino la tentación de un sueldo generoso lo que motivó este ingreso a la actuación. Un poco antes, había pasado por el mostrador irreverente de “Café Fashion” donde concedió al humor de los chistes a la medianoche. Fueron los primeros pasos en el ingreso a una TV que, a pesar de la crisis y el descrédito de muchos, garantiza sueldo.

 

 

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