Por Pablo Plotkin
Hace rato que la tabla de surf
de los Super Ratones se pudre en el armario junto a los primeros discos
de los Beach Boys. Aquella estética playera legitimada, de
algún modo, por su origen marplatense les valió un
éxito pasajero una década atrás, cuando se mudaron
a la Capital a bordo del cover/hit veraniego Barbara Anne
y vendieron 70 mil unidades de su debut, Rock de la Playa. Pasada la ola,
fracasaron en la búsqueda de identidad: su escuela de rockabilly,
Beatles y Beach Boys se fundió en discos ignorados por el público.
La resurrección llegó con Autopistas y Túneles (1998),
donde procesaron la mejor parte de sus influencias, la cargaron con dosis
de melancolía porteña y facturaron uno de los mejores álbumes
de un género improbable: brit pop argentino. Con la crítica
a favor y luego de un breve lapso de crisis compositiva, el cuarteto le
dio forma a su disco 2000: Mancha Registrada, que reincide en la canción
pop psicodélica y que tendrá su presentación este
sábado en la sala Pablo Picasso de La Plaza.
El principal cambio de Super Ratones, aparentemente, tiene que ver
con la aparición de cierta psicodelia. ¿Cómo se dio?
Person (batería y voz): Hace quince años que estamos
juntos, explorando sonidos, ritmos. Se ve que nos agarró una etapa
de exploración psicodélica colectiva. Estamos tanto tiempo
juntos que vamos todos para el mismo lado.
Fernando Blanco (bajo y voz): Claro, tomamos los mismos ácidos
(risas).
Más allá del chiste, ¿tiene que ver con experiencias
personales?
F. B.: Algo de eso hay. Pero además, Please Please
Me o los primeros discos de Beach Boys antes ocupaban un lugar principal
en la colección; a medida que se crece, uno escucha más
Sgt. Pepper, Pet Sounds, otra clase de discos. El fervor adolescente lo
va dejando atrás, mientras busca nuevos horizontes. Pero cuando
hacíamos discos más directos sabíamos que algún
día nos íbamos a embolar.
P.: Igual el fervor adolescente no desapareció: lo canalizamos
con canciones energéticas. No se perdió la fuerza de un
grupo de rock.
F. B.: Estábamos seguros de que no queríamos hacer
un disco embolante. Hay que encontrar el equilibrio, porque hay discos
psicodélicos que requieren un esfuerzo mayor del oyente. No quisimos
hacer un disco selecto. Necesitamos un poco de rocknroll.
El tiempo dirá si ganamos esa lucha por el balance.
P.: Nuestra idea es que la canción sea la protagonista. Así
hagas una versión zamba o rock, lo que tiene que quedar es la canción.
Una canción de Charly García por más que la
haga Gieco, Mercedes Sosa o él siempre es la misma. Ese es
el truco.
Siempre se refieren a grupos clásicos. ¿Y los de ahora?
F. B.: A todos nos gusta Radiohead, como Oasis y Blur. Eso daría
una idea brit de nuestros gustos. Pero a él le gusta Tom Petty,
por ejemplo, y a mí Dylan, Wallflowers... Mi sensación es
que estamos muy lejos de la revolución ocurrida hace años
y también muy lejos de la próxima. Formamos parte de una
generación de buceadores que se regodean entre la psicodelia rock
que empezó en los sesenta, recrudeció en los noventa y seguirá
floreciendo en todos lados. Todo el mundo trata de encontrar la nueva
revolución, pero va a pasar un tiempo hasta que llegue. Mientras
tanto, hacemos canciones y tratamos de divertirnos con la forma.
¿Y los grupos de acá?
F. B.: Me llama muchísimo la atención que en el 2000
salga un disco de Seru Giran en vivo. Hay un hueco terrible en la gente.
Por un lado hay un rock que se volvió ortodoxo en sus propias leyes,
en el que hay querespetar ciertos cánones para ser del palo o lo
que carajo sea. Y por otro hay un pop tratando de encontrar cosas nuevas,
interesado en cuestiones de formato, y nadie parece darles mucha pelota
a las buenas canciones, las buenas letras. Es una confusión mediática:
actitud o pose. ¿No hay nada en el medio? No digo que seamos la
tercera vía, pero tratamos de que nuestras canciones sean historias
que valga la pena contar. No nos interesa erigirnos en los paladines de
la canción, pero el juego que jugamos hoy parte de cuando Lennon
venía con la guitarrita y le decía a McCartney mirá,
tengo esto.
¿Gozaron de otra libertad al grabar Mancha Registrada, luego
de ganar cierto prestigio con Autopistas y Túneles?
P.: Al principio no sabíamos para dónde agarrar. Hubo
un bloqueo grupal de un par de meses...
F. B.: Nos costó arrancar. Cuando nos propusimos probar empezamos
a direccionar el rumbo. La sensación fue: voy a escribir
una canción sin esforzarme, siendo lo más honesto posible.
Y salió el primer tema, Como un fantasma, o sea que
me sentía para la mierda. Nos desestructuramos para rearmarnos.
Teníamos una crisis de sensaciones.
¿Qué queda hoy de aquellos viejos discos?
F. B.: Una vez que vivimos éxitos y fracasos, nos sentimos
con la autoridad de decir que nadie puede acusarnos de subirnos a ningún
caballo de moda. Sabemos lo que es disfrutar arriba y estar abajo. Lo
mejor que aprendimos es a autocomplacernos, buscar lo que realmente queremos.
A la hora de hacer música no nos importa nada. Lo único
que nos cambia el resultado comercial de un disco es el cheque de Sadaic.
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