Por Claudio Zlotnik
Hubo factores de orden
interno que han afectado a la economía. El más importante
está relacionado con la incertidumbre acerca del modelo económico
que prevalecerá, aseveró Pedro Pou durante su alocución,
achacando los problemas de la economía al discurso de algunos
miembros de la coalición gobernante, que no ha sido
siempre coherente. Minutos más tarde, José Luis Machinea,
que había seguido las palabras del presidente del Banco Central
con gesto adusto, le salió al cruce con dureza. El Gobierno
no cambió el rumbo ni lo vamos a cambiar, señor Pou. El
rumbo económico está claro, y lo estuvo aun en las situaciones
más críticas, replicó el ministro. Muchos de
los banqueros más influyentes de la city que oían los discursos
de pie, muy cerca del estrado, cruzaron sus miradas. Desde atrás
se escuchó un murmullo. Era la primera vez que Machinea y Pou se
sacaban chispas en público.
Las diferencias políticas e ideológicas entre el ministro
y el titular del BC eran conocidas. Como referente económico de
la Alianza, Machinea siempre vio al banquero como un claro exponente del
menemismo, que además fogoneó la extranjerización
y concentración del sistema financiero. No obstante, lo que nunca
llegó a digerir Machinea fue el abierto impulso que hace Pou de
la dolarización. Sin embargo, hasta ahora, el titular de Hacienda
había preferido restringir a la intimidad de su despacho cualquier
crítica a Pou. Prefirió esconder sus reparos para no inquietar
a los sensibles mercados, que a su vez observan a Pou como una garantía
de ultraortodoxia monetaria. Pero anoche, frente a un millar de financistas
que se juntaron para celebrar La noche de los banqueros, la
historia cambió.
Pou empezó su discurso de una manera poco amigable para los oídos
atentos de Machinea. Este ha sido un año muy difícil,
definió el banquero. Y prosiguió: La recesión
no ha sido abatida, los depósitos después de varios
años en crecimiento han empezado a caer, el desempleo aumenta
y el Gobierno tiene dificultades para acceder a los mercados. Las
ácidas definiciones de Pou pusieron serio a un Machinea que hasta
entonces parecía relajado. Instantes más tarde volvió
a poner el dedo en la llaga, echando culpas al propio Gobierno de no dar
señales claras sobre el rumbo de la economía. Si bien
es cierto que la acción del Gobierno ha estado claramente enmarcada
en la continuidad del modelo vigente, adoptando las medidas que han sido
necesarias, pagando altos costos políticos, no es menos cierto
que el discurso de algunos miembros de la coalición no siempre
ha sido coherente con esta línea y que, a veces, ha sostenido todo
lo contrario, fustigó. Y concluyó: Es necesario
ratificar el modelo que regirá durante la gestión De la
Rúa para devolver la confianza a los inversores y a los consumidores.
Como nunca antes, Machinea sintió que el banquero le estaba dando
pie para una respuesta contundente. Dejando de lado su perfil más
tranquilo, el ministro sonó enérgico. Giró su cuerpo
hacia la izquierda y congeló su mirada en la figura de Pou. El
rumbo económico está claro, señor Pou, dijo.
Y tras el cruce, añadió: El año que viene será
el del despegue de la economía. Estamos frente a una divisoria
de aguas. Acuérdense señores, dentro de un año veremos
que hubo un antes y un después de este tiempo. Lo que viene es
la prosperidad, pronosticó.
El contrapunto elevó todavía más la alta temperatura
del salón del hotel Marriott, que había empezado a subir
cuando, al principio de la reunión, Eduardo Escasany, titular de
la Asociación de Bancos de la Argentina, diagnosticó que
a diferencia del 95, nos enfrentamos a una crisis de competitividad.
El Estado debe hacer un ajuste para ponerse a tono con el sector
privado, pidió. El estancamiento económico era el
tema de la noche de los banqueros. Si la economía no se expande,
de nada servirá el blindaje financiero, arriesgó un
importante banquero en diálogo con Página/12, en estricto
off the record.
El misterioso caballero
Nadie sabe en qué momento este hombre autoritario, del
que se asegura es miembro de la logia de Los Caballeros del Fuego,
dejó de ser un modesto ingeniero agrónomo para convertirse
en economista y apóstol de la asociación monetaria
con Estados Unidos, es decir de la dolarización. Sí
se sabe, en cambio, que la gran carrera de Pedro Pou en la función
pública comenzó durante la dictadura militar como
ministro de Economía de Jorge Aguado, entonces gobernador
bonaerense.
Pedro Pou cultiva una estrecha vinculación con Nicolás
Catena, su ex suegro, financista del CEMA y su socio en las bodegas
Navarro Correas. Catena y Eduardo Bauzá fueron sus mejores
padrinos. Era lógico pues que con el menemismo llegara a
la Superintendencia de Entidades Financieras y luego a la presidencia
del Banco Central.
Respaldado por la banca extranjera, Pou sobrevivió al cambio
de gobierno. Pero la personalidad de Pedro Pou no es unidimensional.
Mantiene sus aficiones rurales y se ha convertido en propietario
de importantes campos en Entre Ríos. En los ratos libres
toma lecciones sobre Jorge Luis Borges, el escritor que se le había
planteado como un enigma indescifrable.
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LA
ARGENTINA ANTE CHILE, BRASIL Y EL MERCOSUR
Alcalizar no es tan simple
Por Martín
Granovsky
José Luis Machinea se
desentusiasmó. Un comunicado del ministro de Economía aclaró
ayer que no busca una negociación bilateral con los Estados
Unidos a expensas del Mercosur. El entusiasmo anterior tenía
algo de envidioso, porque surgió cuando se supo que Chile había
acordado negociar su incorporación al Area de Libre Comercio de
las Américas.
La precisión de Machinea pareció un intento de volver a
la posición original argentina de privilegiar el Mercosur como
base para entablar cualquier negociación internacional, incluso
con los Estados Unidos.
Funcionarios del Gobierno que no comparten el entusiasmo por exaltar las
ventajas de acercarse al ALCA dejando de lado el Mercosur atribuyeron
esa actitud a una ilusión falsa. Consistiría en pensar que
una opinión aparentemente simpática para Washington asegura
el blindaje financiero. Esa línea de pensamiento deja de lado que
los Estados Unidos no centralizan sus decisiones con esa exageración
burocrática. Charlene Barshefsky, la negociadora internacional
para comercio, puede estar discutiendo con el Mercosur mientras Larry
Summers, del Tesoro, trata el blindaje, y una cosa no depende de la otra.
Ya hubo un blindaje para Brasil, y resultó positivo para Fernando
Henrique Cardoso aunque el gobierno brasileño no varió su
política comercial mientras discutía la financiación
internacional.
Consultas de este diario permitieron establecer que la estrategia del
Gobierno se basará en tres patas:
Preservar la unión aduanera
con Uruguay, Paraguay y Brasil.
Adelantar la integración
del ALCA, que no es una unión aduanera sino un área de libre
comercio.
Procurar que cualquier acercamiento
al ALCA sea paralelo a la ampliación de mercados por parte de los
Estados Unidos.
El punto clave es el último. Si el ALCA termina siendo libre, o
relativamente libre, solo para que algunos productos entren a los Estados
Unidos y la mayoría no, el razonamiento del Gobierno es que se
tratará de un área de libre comercio inclinada en contra
del Mercosur. Si los productos que quedan vedados de hecho por barreras
altas resultaran ser justo los que a la Argentina le interesa más
exportar, la situación sería aún peor.
Machinea aclaró que el fortalecimiento del Mercosur ocupa
un lugar central, como una prioridad que no debe estar sujeta
a los vaivenes de episodios coyunturales.
El presidente de la Unión Industrial Argentina, Osvaldo Rial, coincidió
al relativizar el modelo chileno de acercamiento. En este contexto
no nos preocupa mucho acelerar el proceso de la economía al ALCA,
imitando lo sucedido por Chile, ya que así evitaríamos el
manejo aún más pronunciado de la industria en manos de los
Estados Unidos, dijo.
Alfredo Graza Lima, el negociador brasileño aportó un criterio
realista para analizar los problemas de integración. Recordó
que a diferencia de México, Chile exporta productos agrícolas.
Fue una forma de decir que esos productos pueden generar una negociación
muy difícil con los Estados Unidos porque competirían con
la producción de los farmers norteamericanos, un sector que a través
de sus representantes en el Congreso ejerce un fabuloso poder de lobbying.
Fue una forma elegante de dudar, también, sobre la suerte de Chile
en el Mercosur.
El mensaje es: o se negocia individualmente con el ALCA, o se negocia
vía Mercosur, pero no se puede hacer las dos cosas a la vez.
El proyecto del presidente chileno Ricardo Lagos apuntó a sumar
su país al Mercosur con un fundamento más político
que económico. Chile es una economía más abierta
que Brasil o la Argentina y el gobierno de Lagos no quiere perder esa
característica unificando aranceles con las economías argentina
y brasileña, más proteccionistas.
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