Por Pablo Plotkin
Más que discos, las
producciones de Indice Virgen son pequeños manifiestos estéticos,
hilvanados a través de una rigurosa coherencia de estilo. Con 17
CDs publicados, el sello de Sebastián Carreras se convirtió
en el brazo editor más fuerte de una escena de cantautores modernos
y grupos de rock cuyo principio del placer no se relaciona necesariamente
con aquello de transpirar la camiseta sobre el escenario. La máxima
congregación anual de ese microcosmos ocurrió hace un par
de semanas, cuando en la plaza de Palermo Viejo (el barrio insignia de
la escena) se concretó el festival Buen Día, un encuentro
musical, culinario y de indumentaria que engloba con síntesis irreprochable
la cultura indie porteña. Allí estaban, entre otros, Francisco
Bochatón y Rosario Bléfari, al frente de Suárez.
Los dos protagonizarán el ciclo de conciertos de Indice Virgen
que empieza esta noche en el teatro Regina (Av. Santa Fe 1235), con Menos
Que Cero, Bristol y Leo García. Mañana a las 22 actuarán
Daniel Melero y Esteban Castell, y el sábado Suárez presentará
sus versiones del extinto grupo español Le Mans. Bochatón
cerrará el domingo, junto a Entre Ríos y Victoria Mil.
Haciendo equilibrio con Peligrosos Gorriones, Francisco fue parte activa
de aquel pelotón heterogéneo que a mediados de los 90
fue etiquetado como Nuevo Rock Argentino. Cuando la voluntad colectiva
se cayó a pedazos, él decidió empezar una vida solista
que hasta la fecha dejó dos discos: Cazuela y Píntame los
labios (en enero entrará a grabar el tercero). Suárez, en
tanto, fue transformando la postura hosca y atonal de sus comienzos a
la fisonomía de grupo pop sensible. Siempre desde la independencia
(editando sus discos por el sello propio Feliz Año Nuevo), siempre
con una actitud arty, este año llegó al primer puesto del
ranking de FM Supernova con el tema Río Paraná.
Que una canción de Suárez alcance ese lugar en la FM estatal
(gracias al voto del público) no deja de ser un pequeño
gran acontecimiento en la historia del rock independiente argentino.
Así y todo, el estado de las cosas hace que un grupo que figura
al tope de un ranking radial casi no pueda vivir de su música.
Los sueños de prosperidad que proyectaba el rock argentino en los
80 y en la primera parte de los 90 fueron deshaciéndose
en los últimos años, al menos para el 98 por ciento de los
artistas. A principios de los 90 todavía se creía
en la competencia, porque todavía estaba la idea de que iban a
sobrevivir sólo unos pocos triunfadores, dice Rosario Bléfari.
Un exitismo que era un coletazo de la forma de pensar de los 80,
gente que de pronto saltaba a la fama. Los 90 fueron distintos,
hubo una diversidad súper rica, que desde los medios se la encaró
como una decepción: ¡¿Dónde están los
nuevos Soda Stereo?!. Pero la historia va cambiando. Menos mal que
las situaciones varían y nadie llega a ocupar el lugar de nadie.
Era horrible sentir que lo que se contaba de la música eran decepciones,
en lugar de entender que las cosas van cambiando naturalmente.
Bochatón recuerda los días en que a los Peligrosos Gorriones
sólo les preguntaban por los nuevos Soda Stereo. Todo
era más caótico y competitivo. El arte parecía corresponder
a una minoría; hoy, en cambio, es la única manifestación
humana grossa del mundo. Ahora hay más organización, más
unidad. Yo no me peleo con la gente de mi grupo. Lo mismo sucede en los
festivales. Encontrarme con Rosario, por ejemplo, es una alegría,
no hay ninguna mirada extraña. Antes esas cosas pasaban.
En medio de la crisis, los ejecutivos discográficos están
a los gritos. Para una banda de rock por debajo de la línea de
masividad, la única alternativa es la independencia. Algún
día habrá que analizar el impacto cultural que provocan
todos estos discos, observa Rosario. Más allá
de la ayuda que representa para las bandas, con el paso del tiempo quedaráuna
enorme cantidad de música que no persigue más que finalidades
artísticas. Y eso tiene un valor incalculable.
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