Por Eduardo Febbro
Desde Niza
No había despuntado
el día cuando los manifestantes antiglobalización
ya estaban en pie de guerra en los alrededores de la Acrópolis,
el edificio donde ayer comenzó uno de los Consejos europeos más
importantes de la historia de la construcción europea. Tres mil
guardias de infantería contra 3 mil manifestantes: a las seis y
cuarto de la mañana empezaron los primeros disturbios, y al caer
la noche la tranquila ciudad de Niza parecía un campo de batalla
sobre el cual todavía humeaban los gases lacrimógenos. Treinta
heridos, decenas de personas arrestadas, miles de bloqueados por la policía
francesa en las fronteras de Italia y España: la cumbre europea
de Niza comenzó con los peores signos.
Los manifestantes querían protestar a favor de la Europa
social y contra la Europa de la globalización en momentos
en que, al abrirse la cumbre, los dirigentes europeos adoptaron la polémica
carta europea de los derechos fundamentales. Sin valor jurídico
alguno, dicho texto, dividido en seis capítulos dignidad,
libertad, igualdad, solidaridad, ciudadanía y justicia, define
en 54 artículos los distintos derechos sociales, políticos
y económicos con los que deben beneficiarse los 370 millones de
habitantes de la Unión. Sin embargo, los sindicatos del Viejo Continente,
las ONG sociales y los partidos políticos de izquierda denuncian
la timidez de una carta que es el resultado de un arduo consenso entre
intereses divergentes. Prueba de su difícil nacimiento son las
gestiones personales que tuvo que hacer el premier francés
Lionel Jospin para convencer a su par británico Tony Blair de que
aceptara la inclusión en la carta el derecho a la huelga, un detalle
combatido por las grandes patronales. Blair aceptó firmarlo a cambio
de que la carta sólo tuviese un valor político
y no una correspondencia jurídica obligada.
Salvo el día en que se firmó el tratado de Maastricht de
Unión Europea, nunca antes una cumbre de la UE había dado
lugar a tantas controversias ni había estado presidida de la ola
de críticas que cayeron sobre Francia, país que detenta
hasta el 31 de diciembre la presidencia de la UE. A media voz, varios
de los otros 14 países de la Unión denunciaron sin descanso
la arrogancia francesa. El diario sueco conservador Svenska
Dagbladet Suecia asumirá el 1º de enero la presidencia
de la UE escribió que durante el mandato de París
la arrogancia y la despreocupación fueron más importantes
que la humildad y la capacidad a escuchar. Los portugueses denunciaron
por su parte el radicalismo de los documentos elaborados por la
presidencia francesa. El Consejo Europeo de Niza debe dar una respuesta
a esta pregunta: ¿cómo hacer funcionar una Unión
Europea ampliada a 27 países con estructuras de funcionamiento
institucional definidas en 1957, cuando la Unión constaba
de apenas seis Estados cultural y económicamente similares?
Algunos detalles como la cooperación reforzada fueron
solucionados. Otros parecen un rompecabezas infinito. Tal es el caso del
peso en votos que tendrá cada país miembro, es decir la
llamada mayoría. Actualmente, según el artículo
203 del tratado europeo, las decisiones se toman por mayoría
simple de sus miembros. Con 15 países, la mayoría
se sitúa en ocho. Pero como hay ciertas excepciones a esa regla,
algunas decisiones se toman por unanimidad o por mayoría
calificada, algo complicado si la Unión consta de 27 Estados.
De allí la necesidad de que las decisiones se tomen por mayoría
simple. Sin embargo, ese principio es objeto de incontables antagonismos
entre los países, sobre todo entre los llamados pequeños
y las grandes potencias de la Unión. Aunque parezcan meramente
técnicos, esos detalles atañen a las bases más elementales
de lademocracia interna de la UE y dan por ello lugar a las especulaciones
más alarmantes. En la calle acampan los representantes de la Europa
social y adentro están los representantes de los 12 países
que anhelan ingresar en el futuro.
Claves
La cumbre de Niza comenzó
a tratar ayer la reforma de la Unión Europea para adaptarla
a su ampliación a 27 países y 480 millones de habitantes.
Ayer se aprobó
una carta sobre derechos fundamentales que sólo tiene valor
declarativo.
Fuera de la Acrópolis
de Niza, los manifestantes antiglobalización y la policía
francesa se trenzaron en una batalla campal que dejó 30 heridos
y decenas de personas detenidas.
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BERNARD
CASSEN, PRESIDENTE DEL GRUPO ATTAC
El ajuste es como el del Sur
Por E.F.
El presidente francés
condenó ayer como comportamientos que no representan a la
democracia los disturbios que sacudieron la apertura del Consejo
Europeo de Niza. El premier francés fue más cauto. Si bien
condenó los desbordes, rindió un homenaje a los sindicalistas
y ONG sociales que la víspera habían manifestado pacíficamente
su oposición legítima. Por lo pronto, los antiglobalización
no pierden el tiempo. Además de organizar una contracumbre
con decenas de foros sobre todos los temas sociales posibles, decenas
de militantes rivalizan en ingeniosidad para mostrar sus desacuerdos.
A pesar del frío, los militantes de ATTAC se jugaron el todo por
el todo. Fuck the Capitalism reza una bandera de la izquierda británica
llevada por un grupo de apoyo que acompaña a un puñado
de militantes de ATTAC que se dispone a invadir el principado de
Mónaco.
Acciones simbólicas aparte, ATTAC (Asociación por la aplicación
de una taza sobre las transacciones financieras para ayudar a los ciudadanos)
piensa sacar todo el provecho posible de esta cumbre. En esta entrevista
con Página/12, Bernard Cassen, presidente de ATTAC y editor del
mensual Le Monde Diplomatique, detalla los males que aquejan a la Unión
Europea.
A diferencia de las manifestaciones realizadas en Seattle, Washington
o Praga, ¿cuál es el mensaje que quieren dejar en Niza?
Es muy claro: muchas de las políticas europeas actuales,
pacto de estabilidad presupuestario, política monetaria del Banco
Central europeo, medidas de liberalización, se pueden considerar
meras variantes europeas de los planes de ajuste estructural que el Banco
Mundial y el FMI imponen en los países del Sur. Además,
desde hace algún tiempo, las instituciones multilaterales, varios
gobiernos y la misma Comisión Europea tratan de acercarse a lo
que llaman la sociedad civil. Pero se trata sólo de una política
de comunicación, y hasta diría de recuperación. No
existe la más mínima intención de cambiar. Como es
sabido, el dialogo sólo podrá plasmarse si existe una relación
de fuerzas creada por las movilizaciones y el consiguiente temor a las
sanciones electorales.
De algún modo, las denuncias sobre la falta de una auténtica
dimensión social de la Unión Europea se plasman ahora en
la calle.
La agenda social está llena de buenas intenciones, pero carente
de compromisos reales. La lógica de la Comisión Europea,
de los tratados firmados y la de los propios gobiernos sigue siendo la
misma: la economía en su versión más ortodoxa.
En Niza se ha visto una real convergencia de sensibilidades en la
lucha social. A la sombra de la cumbre ha nacido una identidad de
lucha europea.
Europa no es aún un espacio público. Pero el combate
contra el rumbo liberal de la Unión y a favor de soluciones alternativas
son condiciones y medios privilegiados para que al fin se realice ese
sentimiento de que todos estamos en el mismo barco. Se trata de que luchemos
juntos por una Europa europea y, sobre todo, de no resignarse a aceptar
ser un modelo reducido de la mundialización liberal, sometido a
la voluntad de las transnacionales y los mercados financieros.
Cuando
el Este espera en los pasillos
Por Walter Oppenheimer
Enviado especial a Niza
La Unión Europea se
permitió ayer cierta dosis de retórica a favor de la Europa
reunificada y constató al mismo tiempo algunos de los problemas
que vendrán con ella. La Conferencia Europea reunió durante
casi tres horas a los jefes de Estado o de Gobierno de los Quince con
los de los trece países candidatos a la adhesión, más
Suiza, invitada como observadora a petición propia. Los candidatos
pusieron el acento en la necesidad de que en Niza se cierre la reforma
del Tratado de Amsterdam para abrir las puertas a la adhesión de
los países del Este y el Mediterráneo.
La reunión sirvió también para constatar que no bastará
con los acuerdos de Niza para ajustar las instituciones comunitarias a
la Europa reunificada. La treintena de líderes reunidos tuvieron
sus intervenciones limitadas a un máximo de cinco minutos cada
uno, única forma de evitar que el encuentro acabara ocupando la
mañana entera en la agenda de la cumbre. Una prueba de que el Consejo
de ministros no podrá trabajar como hasta ahora cuando haya una
treintena de responsables discutiendo los asuntos del día. Lo
más importante en estos casos no es tanto lo que se puede decir
adentro como lo que se puede comentar en los pasillos, el fomento de las
relaciones personales con los demás colegas, reconocía
tras la reunión el canciller polaco Wladyslaw Bartoszewski.
Los Quince combinaron una cierta frialdad con cálidos cánticos
a la ampliación. Británicos y suecos fueron los más
entusiastas y especialmente estos últimos. La reunión de
la Conferencia Europea, por segunda vez desde que se inauguró hace
ya dos años en Londres, sirvió para poco más que
para pronunciar hermosas palabras. Fue inventada para evitar que Turquía
se sintiera menospreciada en un momento en el que parecía imposible
su acercamiento a Europa. Pero el acuerdo de Helsinki en diciembre de
1999 que le otorgó a Ankara el estatuto oficial de candidato a
la adhesión -aunque a diferencia de los otros 12 sigue sin empezar
las negociaciones la ha convertido en un foro político hueco,
sin utilidad práctica. Como no sea la de convertirse con el tiempo
en parada y fonda de los países balcánicos en su largo camino
hacia la Unión.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
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