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TREINTA HERIDOS Y DECENAS DE ARRESTADOS EN LA CUMBRE EUROPEA EN NIZA
La sangre de la Europa (des)Unida

Dentro de la Acrópolis de Niza, la Unión Europea aprobó una carta sobre �derechos fundamentales�. Afuera estaba la noticia: 3 mil policías se enfrentaron con 3 mil manifestantes antiglobalización, repitiendo la escena de Praga en septiembre.

Un aspecto de los vientos de guerra en Ventimiglia, localidad italiana en la frontera con Francia.

Por Eduardo Febbro
Desde Niza

No había despuntado el día cuando los manifestantes “antiglobalización” ya estaban en pie de guerra en los alrededores de la Acrópolis, el edificio donde ayer comenzó uno de los Consejos europeos más importantes de la historia de la construcción europea. Tres mil guardias de infantería contra 3 mil manifestantes: a las seis y cuarto de la mañana empezaron los primeros disturbios, y al caer la noche la tranquila ciudad de Niza parecía un campo de batalla sobre el cual todavía humeaban los gases lacrimógenos. Treinta heridos, decenas de personas arrestadas, miles de bloqueados por la policía francesa en las fronteras de Italia y España: la cumbre europea de Niza comenzó con los peores signos.
Los manifestantes querían protestar a favor de la “Europa social y contra la Europa de la globalización” en momentos en que, al abrirse la cumbre, los dirigentes europeos adoptaron la polémica carta europea de los “derechos fundamentales”. Sin valor jurídico alguno, dicho texto, dividido en seis capítulos –dignidad, libertad, igualdad, solidaridad, ciudadanía y justicia–, define en 54 artículos los distintos derechos sociales, políticos y económicos con los que deben beneficiarse los 370 millones de habitantes de la Unión. Sin embargo, los sindicatos del Viejo Continente, las ONG sociales y los partidos políticos de izquierda denuncian la timidez de una carta que es el resultado de un arduo consenso entre intereses divergentes. Prueba de su difícil nacimiento son las gestiones “personales” que tuvo que hacer el premier francés Lionel Jospin para convencer a su par británico Tony Blair de que aceptara la inclusión en la carta el derecho a la huelga, un “detalle” combatido por las grandes patronales. Blair aceptó firmarlo a cambio de que la carta sólo tuviese un “valor político” y no una “correspondencia” jurídica obligada.
Salvo el día en que se firmó el tratado de Maastricht de Unión Europea, nunca antes una cumbre de la UE había dado lugar a tantas controversias ni había estado presidida de la ola de críticas que cayeron sobre Francia, país que detenta hasta el 31 de diciembre la presidencia de la UE. A media voz, varios de los otros 14 países de la Unión denunciaron sin descanso la “arrogancia francesa”. El diario sueco conservador Svenska Dagbladet –Suecia asumirá el 1º de enero la presidencia de la UE– escribió que durante el mandato de París “la arrogancia y la despreocupación fueron más importantes que la humildad y la capacidad a escuchar”. Los portugueses denunciaron por su parte “el radicalismo de los documentos elaborados por la presidencia francesa”. El Consejo Europeo de Niza debe dar una respuesta a esta pregunta: ¿cómo hacer funcionar una Unión Europea ampliada a 27 países con estructuras de funcionamiento institucional definidas en 1957, cuando la “Unión” constaba de apenas seis Estados cultural y económicamente similares?
Algunos detalles como la “cooperación reforzada” fueron solucionados. Otros parecen un rompecabezas infinito. Tal es el caso del peso en votos que tendrá cada país miembro, es decir la llamada “mayoría”. Actualmente, según el artículo 203 del tratado europeo, las decisiones se toman “por mayoría simple” de sus miembros. Con 15 países, la mayoría se sitúa en ocho. Pero como hay ciertas excepciones a esa regla, algunas decisiones se toman por “unanimidad” o por “mayoría calificada”, algo complicado si la Unión consta de 27 Estados. De allí la necesidad de que las decisiones se tomen por mayoría simple. Sin embargo, ese principio es objeto de incontables antagonismos entre los países, sobre todo entre los llamados “pequeños” y las grandes potencias de la Unión. Aunque parezcan meramente técnicos, esos detalles atañen a las bases más elementales de lademocracia interna de la UE y dan por ello lugar a las especulaciones más alarmantes. En la calle acampan los representantes de la Europa social y adentro están los representantes de los 12 países que anhelan ingresar en el futuro.

 

Claves

La cumbre de Niza comenzó a tratar ayer la reforma de la Unión Europea para adaptarla a su ampliación a 27 países y 480 millones de habitantes.
Ayer se aprobó una carta sobre derechos fundamentales que sólo tiene valor declarativo.
Fuera de la Acrópolis de Niza, los manifestantes antiglobalización y la policía francesa se trenzaron en una batalla campal que dejó 30 heridos y decenas de personas detenidas.

 

BERNARD CASSEN, PRESIDENTE DEL GRUPO ATTAC
“El ajuste es como el del Sur”

Por E.F.

El presidente francés condenó ayer como “comportamientos que no representan a la democracia” los disturbios que sacudieron la apertura del Consejo Europeo de Niza. El premier francés fue más cauto. Si bien condenó los desbordes, rindió un homenaje a los sindicalistas y ONG sociales que la víspera habían manifestado pacíficamente su oposición “legítima”. Por lo pronto, los antiglobalización no pierden el tiempo. Además de organizar una “contracumbre” con decenas de foros sobre todos los temas sociales posibles, decenas de militantes rivalizan en ingeniosidad para mostrar sus desacuerdos. A pesar del frío, los militantes de ATTAC se jugaron el todo por el todo. Fuck the Capitalism reza una bandera de la izquierda británica llevada por un grupo de “apoyo” que acompaña a un puñado de militantes de ATTAC que se dispone a “invadir el principado de Mónaco”.
Acciones simbólicas aparte, ATTAC (Asociación por la aplicación de una taza sobre las transacciones financieras para ayudar a los ciudadanos) piensa sacar todo el provecho posible de esta cumbre. En esta entrevista con Página/12, Bernard Cassen, presidente de ATTAC y editor del mensual Le Monde Diplomatique, detalla los males que aquejan a la Unión Europea.
–A diferencia de las manifestaciones realizadas en Seattle, Washington o Praga, ¿cuál es el mensaje que quieren dejar en Niza?
–Es muy claro: muchas de las políticas europeas actuales, pacto de estabilidad presupuestario, política monetaria del Banco Central europeo, medidas de liberalización, se pueden considerar meras variantes europeas de los planes de ajuste estructural que el Banco Mundial y el FMI imponen en los países del Sur. Además, desde hace algún tiempo, las instituciones multilaterales, varios gobiernos y la misma Comisión Europea tratan de acercarse a lo que llaman la sociedad civil. Pero se trata sólo de una política de comunicación, y hasta diría de recuperación. No existe la más mínima intención de cambiar. Como es sabido, el dialogo sólo podrá plasmarse si existe una relación de fuerzas creada por las movilizaciones y el consiguiente temor a las sanciones electorales.
–De algún modo, las denuncias sobre la falta de una auténtica dimensión social de la Unión Europea se plasman ahora en la calle.
–La agenda social está llena de buenas intenciones, pero carente de compromisos reales. La lógica de la Comisión Europea, de los tratados firmados y la de los propios gobiernos sigue siendo la misma: la economía en su versión más ortodoxa.
–En Niza se ha visto una real convergencia de sensibilidades en la lucha social. A la sombra de la cumbre ha nacido una “identidad de lucha europea”.
–Europa no es aún un espacio público. Pero el combate contra el rumbo liberal de la Unión y a favor de soluciones alternativas son condiciones y medios privilegiados para que al fin se realice ese sentimiento de que todos estamos en el mismo barco. Se trata de que luchemos juntos por una Europa europea y, sobre todo, de no resignarse a aceptar ser un modelo reducido de la mundialización liberal, sometido a la voluntad de las transnacionales y los mercados financieros.

 


 

Cuando el Este espera en los pasillos

Por Walter Oppenheimer
Enviado especial a Niza

La Unión Europea se permitió ayer cierta dosis de retórica a favor de la “Europa reunificada” y constató al mismo tiempo algunos de los problemas que vendrán con ella. La Conferencia Europea reunió durante casi tres horas a los jefes de Estado o de Gobierno de los Quince con los de los trece países candidatos a la adhesión, más Suiza, invitada como observadora a petición propia. Los candidatos pusieron el acento en la necesidad de que en Niza se cierre la reforma del Tratado de Amsterdam para abrir las puertas a la adhesión de los países del Este y el Mediterráneo.
La reunión sirvió también para constatar que no bastará con los acuerdos de Niza para ajustar las instituciones comunitarias a la Europa reunificada. La treintena de líderes reunidos tuvieron sus intervenciones limitadas a un máximo de cinco minutos cada uno, única forma de evitar que el encuentro acabara ocupando la mañana entera en la agenda de la cumbre. Una prueba de que el Consejo de ministros no podrá trabajar como hasta ahora cuando haya una treintena de responsables discutiendo los asuntos del día. “Lo más importante en estos casos no es tanto lo que se puede decir adentro como lo que se puede comentar en los pasillos, el fomento de las relaciones personales con los demás colegas”, reconocía tras la reunión el canciller polaco Wladyslaw Bartoszewski.
Los Quince combinaron una cierta frialdad con cálidos cánticos a la ampliación. Británicos y suecos fueron los más entusiastas y especialmente estos últimos. La reunión de la Conferencia Europea, por segunda vez desde que se inauguró hace ya dos años en Londres, sirvió para poco más que para pronunciar hermosas palabras. Fue inventada para evitar que Turquía se sintiera menospreciada en un momento en el que parecía imposible su acercamiento a Europa. Pero el acuerdo de Helsinki en diciembre de 1999 que le otorgó a Ankara el estatuto oficial de candidato a la adhesión -aunque a diferencia de los otros 12 sigue sin empezar las negociaciones– la ha convertido en un foro político hueco, sin utilidad práctica. Como no sea la de convertirse con el tiempo en parada y fonda de los países balcánicos en su largo camino hacia la Unión.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

 

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