Por Eduardo Fabregat
Hace dos meses, el 9 de octubre,
la conmemoración de los 60 años del nacimiento de John Lennon
fue celebrada en todo el mundo, pero sin mayores fastos, con discreción,
como reservando energías para... hoy. La necrofilia y el rock conforman
una asociación demasiado potente y seguramente resulta más
conmovedor, más efectivo a la hora de las lágrimas, el aniversario
de un asesinato que de un nacimiento. Entonces, todas las velas del mundo
se prenden hoy para recordar no el primer día de vida de un artista
fundamental de la música pop, ni un disco o una canción
o una movida política inspirada. Las velas arden por el 8 de diciembre
de 1980, el maldito momento en que Mark David Chapman apretó el
gatillo varias veces, poniéndole el último clavo al
ataúd de los 60, como citó en el juicio que lo condenó
de por viada. Allí, Chapman aseguró que su principal fuente
de inspiración para el beatlecidio fue El cazador oculto: Como
Holden Cauldfield, estoy en una cruzada contra la hipocresía.
Que el asesino de uno de los artistas más sensibles de la generación
del 60 mencionara a J. D. Salinger como inspirador hacía todo un
poquito más monstruoso. Si cabe.
Más allá de la fascinación con la muerte tan habitual
en el rock, la desaparición de John Lennon tiene suficiente resonancia
como para justificar el recuerdo mundial. Porque fue un Beatle y porque
fue un solista de carrera algo irregular, pero igualmente genial, y porque
fue uno de los primeros en concederle a la música contemporánea
el rango de plataforma política de modo integral. Que esa plataforma
sirviera para pedir insistentemente no el poder sino la paz o la
paz al poder y que su mesías terminara como terminó
no hace más que agregarle dramatismo a la historia: el amargo epílogo
sólo parece sugerir que las palabras y las buenas intenciones se
queman en la misma nube de pólvora.
El olor a pólvora es lo que sigue persiguiendo a Yoko Ono, la ex
Lady Dragón detestada por las víctimas de la beatlemanía.
Luego de inaugurar museos en Japón y Estados Unidos dedicados a
la memoria de su esposo, la artista japonesa se embarcó en estos
días en una campaña publicitaria cuya foto principal retrata
a las celebérrimas gafas redondas, manchadas de sangre. En
el 20 aniversario del asesinato de John, casi todos los países
del mundo planearon algún tipo de acto para que la gente recuerde
su vida y su trabajo. Creo que deberíamos también recordar
cómo murió, señaló Ono, para luego remarcar
que la cantidad de ciudadanos asesinados a tiros desde la muerte
de Lennon es de más de 670 mil personas, una cifra diez veces mayor
que los soldados estadounidenses que murieron en Vietnam. El olor
a pólvora también rodea hoy al mismo Chapman, quien hizo
este año su primer pedido de libertad condicional y recibió
una carta de rechazo el 3 de octubre. A pesar de que su conducta en la
cárcel de Attica State es ejemplar, los informes psiquiátricos
dictaminaron que el reo sigue teniendo el mismo deseo de fama que
motivó su acto de odio y violencia contra Lennon.
Contra el olor a pólvora y los actos de odio, Strawberry Fields
se llenará esta noche de humo de incienso y velas: en el predio
de Central Park amadrinado por la misma Yoko Ono, casi enfrente al Dakota
Building, varios centenares de personas llevarán a cabo la habitual
vigilia de los 8 de diciembre. A pesar del aniversario redondo, esa gente
no pudo torcer la disposición sancionada hace seis años
por el alcalde Rudolph Giuliani, por la cual el parque debe cerrar de
1 a 6. Todos los visitantes deberán abandonar el lugar una
hora después de medianoche, dijo una vocera de la División
de Parques y Recreación de New York, como respuesta a un pedido
de la organización civil New York Civil Liberties Union (NYCLU).
Todo lo que decimos es: denle una oportunidad a la libertad,
parafraseó Norman Siegel, director de la NYCLU, pero las disposiciones
municipales suelen llevarse de patadas con el espíritu hippie.
Poco queda, en realidad, de aquel hippismo, más allá de
los buenos deseos y las velas cargadas de amor al héroe de clase
trabajadora. A la hora de la muerte de Lennon ya eran varios los rockers
que habían ingresado al panteón, pero aquello del último
clavo resultó sobrecogedoramente cierto: si los 70 habían
tenido suficiente para asustar a todo idealista, los 80 Reagan y
Thatcher en lo político, la era más superficial en la música
fueron la brutal demostración de que, efectivamente, el sueño
había muerto.
En este tiempo de absoluto cinismo, hay un aire de idealismo que llega
de un lugar inesperado. Hoy, La Habana será escenario de una fiesta
en la que se descubrirá una estatua de Lennon realizada por el
escultor José Villa Soberón: Un Lennon tranquilo,
sin demonios, sentado como si contemplara La Habana, como si nos hiciera
una visita, definió el artista. Allí, en la Tribuna
Antiimperialista Jose Martí, escenario de las grandes demostraciones
por el caso Elián, el mismísimo Silvio Rodríguez
cantará en inglés Love, una sencilla
canción de 1970, una expresión de deseos del Lennon de piel
más tierna. El amor soy yo/ Vos y yo/ El amor es saber/ que
podemos ser, cantaba entonces. El mundo con el que Lennon solía
combatir se encargó de desmentirlo brutalmente. Y quizá
ése sea el más desgarrador motivo para encender una vela
en su nombre.
Sed amnésica
de fama
Un cazador de autógrafos armado con un plato
dorado y una pistola se arrodilló frente a John y mató
a Los Beatles.
Un artista con trenzas
cruzó San Pedro en puntas de pie
y desesculpió
el codo pulido de mármol de
Michelangelo
con un martillo,
Cristo indefenso en los brazos de
su Mamá de piedra.
Mirando desde la tela, bajo sus
Sombreros Emplumados,
los Ronderos Nocturnos de
Rembrandt
no vieron al Cortador
que les partió los jubones con
una navaja.
¿Alguien se robó para siempre del
Louvre la sonrisa de la Mona Lisa?
(El poeta beatnik Allen Ginsberg escribió este breve
poema sobre la muerte de John Lennon, Amnesiac Thirst for
Fame, a fines de diciembre de 1980. El poema fue publicado
por primera vez el 22 de enero de 1981.)
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OPINION
Por Sergio Kiernan
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Aquella Navidad fue
triste
El 8 de diciembre de 1980 no hacía tanto frío, fuimos
a comprar pintura y un tipo me quiso vender una ametralladora. Estábamos
en uno de esos shoppings en medio del campo, en un cruce de rutas
rodeado de bosques, un rincón de Nueva York que ni nombre
tenía. Oscar se entretuvo mirando muebles y yo me quedé
con el carrito lleno de latas al lado de la ferretería. Entonces
la vi: era una AR15 negra y grandota, la que usaba Rambo en el afiche,
que me apuntaba con el caño levantado por dos patitas y que
chorreaba munición dorada por una cinta. Me quedé
como un conejo ante la víbora y lo que me despertó
fue el vendedor con el bolsillo lleno de biromes que me empezó
a explicar los planes de pago. Lo miré como soñando:
el tipo me estaba tratando de vender ese cañón para
defender mi hogar, me ofrecía de regalo sesiones de
tiro.
Ni siquiera era cara.
Fue recién de mañana que nos enteramos. Por una vez,
nos habíamos ido a la cama temprano y no habíamos
visto las noticias, los chicos porque el bus amarillo de la escuela
pasaba antes de las ocho; Oscar porque no tenía guardia en
el hospital y podía acostarse como una persona normal y no
como un cirujano; Linda porque dormía a cualquier hora, temprano
o tarde, o no dormía; y yo porque mis hábitos nocturnos
se rompían con las clases de la facultad a las siete de la
mañana. Fue Jeff que me lo contó, en el Chevy rumbo
a Herkimer para la clase matinal. El gordo estaba siempre medio
dormido, siempre con resaca y siempre con un porro colgado de los
labios, aunque no eran ni las siete. Todavía era de noche,
la luz gris dejaba sucia la nieve y yo me alegraba de que no hubiera
hielo en la ruta. Mataron a Lennon, dijo Jeff.
En la facultad ya estaban pasando Imagine por décima vez.
En la puerta seguía el pobre pino cargado de cintas amarillas,
un invento reciente para hacer fuerza por los rehenes en Teherán.
Como en todas las universidades del país, los alumnos estaban
unánimemente deprimidos porque Reagan le acababa de ganar
las elecciones a Carter, pero igual querían que Khomeini
soltara a los diplomáticos, marines y agentes de la CIA de
la Embajada en Irán. La cintita amarilla estaba en todas
partes.
Pero esto era distinto. Lennon era como un pariente legendario al
que nadie había conocido, pero del que todos tenían
la foto en la mesa de luz, un tío aventurero que llenaba
la familia de historias. Jeff estaba emocionado y por eso andaba
enojado. La bibliotecaria, una hippie en retiro efectivo que conservaba
el pelo larguísimo, se deprimió totalmente. Craig
prohibió el tema en el bar y ponía la cara de veterano
de Vietnam si alguien lo tocaba.
A mitad de semana, me quedé otra vez varado en el Diner de
la ruta, esperando el colectivo. Siempre tomaba café y charlaba
con los granjeros, que se acodaban en el mostrador de aluminio con
las gorras puestas y los overoles que olían a diésel.
¿A vos qué te parece, argentino?, me dijo
uno flaco como Harry Dean Stanton. ¿A quién
se le ocurre matar a un músico? ¿En tu país
hay esta violencia? No supe cómo empezar.
Tuvimos una Navidad tristona. Hacía mucho frío y todo
el mundo bebió demasiado.
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OPINION
Por Jaime Roos
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La revolución
de la risa
Yo tenía nueve años cuando aparecieron Los Beatles
y enseguida me hice religioso. Fui un beatlemaníaco de la
primera hora, de aquellos que juntaban fotos y compraban los discos
apenas salían. Hoy ellos siguen siendo parte de mi religión.
Y se puede sintetizar la importancia que tuvieron en mi vida en
una frase: yo no sería como soy si no hubieran existido ellos.
No sólo en lo musical, quiero decir. La muerte de Lennon
fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida, fue como
si se hubiese muerto un familiar, alguien muy cercano. El día
que lo mataron, yo estaba en Amsterdam y tenía que ir a hacer
la manga, porque me estaba muriendo de hambre. Me había quedado
sin laburo, tocaba Guantanamera con un amigo y pasaba
el plato en restaurantes. Un conocido me llamó un rato antes
de salir y me dijo: Viste, lo mataron a John Lennon.
Me lo dijo como si nada. Por un lado, no le creí; por otro,
pensaba que si era cierto, no me lo podía decir así.
Fue un día muy amargo. Bah, en realidad, fueron varios días
muy amargos, porque era difícil de concebir. Aunque toda
muerte es injusta, la de Lennon fue una muerte muy ilógica,
no tenía gollete. Increíblemente, fue víctima
del amor que dio. En la mayoría de los casos, cuando uno
da amor, recibe amor. Pero cuando se da demasiado amor, como con
Ghandi o Lennon, aparece un tipo que se enloquece y decide matarlo.
Si para mí el día que se separaron Los Beatles había
sido terrible, de luto. el del asesinato de Lennon fue demencial.
Marcó el fin de una era, más allá de lo musical,
porque terminó con el espíritu beatle. El espíritu
revolucionario por excelencia: el de una revolución hecha
a las risas.
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OPINION
Por Dante Spinetta
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Yo creía que
era mi tío
Cuando era chico, pensaba que Lennon era un familiar mío.
En realidad, en mi casa, eso pasaba con todos Los Beatles. Se respetaba
la música que hacían de una manera muy importante.
Pero con Lennon era especial: yo creía que era mi tío.
El fue siempre como un gurú: significa muchas cosas para
mí y acaso porque significa para mi viejo también.
Y tenía a Yoko, además, que siempre me pareció
copada. Creo que John era el beatle más deforme, tal vez
el más audaz y por eso también el favorito de mucha
gente. Todavía lo escucho y me emociona. A lo largo de mi
vida, muchas veces he vuelto a escuchar a Los Beatles y a Lennon.
No tengo canciones beatle favoritas, pero el álbum que más
me gusta es Revolver. Y después, hay canciones por todos
lados. De Lennon solista, Jealous Guy realmente me mata.
Siento que forma parte de los mejores recuerdos de mi infancia.
Como Hendrix, es para siempre. Ha logrado vencer todo y a todos.
El ganó.
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OPINION
Por Fito Páez
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Un tipo sexy, y muy
valiente
Eran las siete de la mañana, y yo dormía al lado
del cuarto de mi abuela, en la casa de Rosario. Ese día rendía
contabilidad, y me tenía que despertar temprano. Pero antes,
mi abuela me despertó, medio preocupada y con miedo. Me dijo
que lo habían asesinado a Lennon. Me acuerdo ahora la luz,
apenas entrando en ese cuarto oscuro: me puse un poco nervioso,
medio que me puse a llorar. Mi abuela lo había escuchado
en LT3. Inmediatamente prendí la tele, pero no había
nada a esa hora en esa época. Me fui caminando a la escuela,
llorando. Obviamente, no rendí la materia: no entré
y me la llevé a marzo (todavía no la rendí).
Fueron días muy tristes, angustiantes, yo era muy chiquito,
tenía 17. Y hasta hoy me sigue pareciendo un absurdo, ¿a
quién no? Más que nada, me quedo con toda su música.
Es como lo conocí: sus canciones, su filosa mirada, su manera
de cantar, toda su rabia. Eso es tan genial... Y a la vez tenía
algo muy sofisticado, muy refinado en su manera de componer. Me
lo acuerdo muy sensual, muy sexy para cantar, también. Eso
siempre me gustó. Y era muy valiente, cuando estaba colgado
en heroína hizo Cold Turkey. Lo hizo de verdad.
Y cuando tuvo un hijo, escribió Beautiful Boy.
El otro día, sin quererlo, en Obras toqué esa canción.
Son esas cosas que están dando vueltas, ni siquiera sabía
que estábamos cerca de este aniversario. John era mi beatle
favorito, aunque después con los años los empaté
a todos. Pero en ese momento, yo era de los lennonianos. Podemos
hablar horas... Martín también le va a prestar mucha
atención, ya le gustan Los Beatles. Ya es incondicional.
Pero cuando me pregunte por él, le voy a decir que era un
pibe de barrio, muy inteligente, muy listo y con mucho genio, con
luz y oscuridad dentro de él. Que era valiente, jugaba con
eso y lo contaba. En realidad, creo que me gustaría decirle
eso de mí.
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OPINION
Por Alex Zucker
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Media hora inolvidable
A principios de 1980 yo estaba muy ocupado grabando y haciendo
giras con un grupo neoyorquino llamado Excalibur. Pero cuando mi
amigo Cachi Diamint anunció que venía, me hice de
un tiempo para estar con él. En una de nuestras correrías
por la Gran Manzana, una noche aterrizamos en un boliche del Upper
East Side. En un momento oímos una voz nasal inconfundible.
Nos miramos y nos preguntamos ¿Será él?,
Tardamos un poco en poder acercarnos al grupo que lo rodeaba, pero
al primer vistazo no hubo dudas. El pelo corto, los anteojos, la
nariz y sobre todo la voz. Nos quedamos atónitos mirando
sus gestos y escuchando lo que decía. Eran tonterías.
Cachi comenzó a pedirme Dale, acercate y decile algo.
Yo me negaba. Yo que soy menos que un porotito, a veces he
llegado a cansarme de los cholulos, así que imaginate cómo
estará él. Además vino a vivir a Nueva York
porque dijo que es el único lugar del mundo donde puede caminar
por la calle. Después de todo lo que me dio, ni loco voy
a molestarlo. Además, seguro que me lo encontraré
alguna otra vez. Pero Cachi seguía. No te lo
vas a perdonar nunca, aunque sea decile algo cortito. En un
momento hubo un hueco de gente y de palabras. Me acerqué
a un metro y con el pulgar en alto le dije, John, Double Fantasy
sounds great. Sin esperar contestación, comencé
a alejarme. La voz me frenó en seco. Wait. You have
an accent, where are you from?. Estoy seguro de que no tanto
quería saber de dónde soy como darme a entender que
no lo molestaba. Cachi y yo nos presentamos, nos dio la mano y estuvimos
hablando por 30 minutos. En realidad parecieron 30 días o
30 años. Cuando le dijimos que éramos de Argentina
sus ojos se abrieron: ¡Argentina! Ya hay más
de 25 millones allí y me han contado que es un país
muy hermoso. Selva en el norte, montañas para esquiar en
el sur. Pero lo interesante es que es el único país
que usa ritmos de 3 por 4 en su folklore. Escuché varios
discos de zamba. Y en los carnavalitos usan la quena y esa guitarrita
hecha con el caparazón del armadillo. Me invitaron a ir pero
¿es seguro? Digo, con lo del régimen militar y todo
eso. Parecía un sueño. ¿John Lennon preguntándonos
algo a nosotros? Para vos te aseguramos que no habría
ningún problema, contestamos. Cuando empezamos a hablar
de Double Fantasy no pude más y le dije: No quiero
agobiarte, pero soy músico. Si no te molesta quisiera dejarte
algunos de mis discos con el portero del Dakota. No importa si no
los escuchás, pero... Seco, pero muy amablemente, me
contestó: Lo siento. Es muy complicado de explicar
pero hace muchos años que no acepto nada de nadie. Espero
que entiendas. Seguí adelante con tu música y nunca
claudiques.
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