Costos
¿Cuánto costará la aprobación del Presupuesto
2001 en el Senado nacional? No tiene precio para la Casa Rosada,
dada la confianza del Gobierno en el trámite como vía
de acceso al crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI),
llamado por el oficialismo de blindaje financiero, en
un exceso de alarde metalúrgico. Para los opositores que
controlan esa cámara es una oportunidad de mostrarse, a la
vez, cooperativos y moderados críticos, con los ojos puestos
en las elecciones del próximo año. Claro que si propios
y extraños quieren meter mano, por ejemplo para reclamar
la devolución de los salarios estatales que fueron recortados
este año, de inmediato aparece la clásica extorsión
de los prestamistas: Si toca botón, la divinidad global
lo volverá inviable para siempre.
Las cuentas que aprueban los congresistas, como es de práctica,
están dibujadas hasta que se ejecuten en la práctica,
pero no hay asesor ni adivino que pueda formular hoy en día
ningún vaticinio que dure más de un día. Por
eso mismo, hasta los tutores del Tesoro norteamericano y del FMI
hacen de cuenta que los cálculos serán de riguroso
cumplimiento, aunque el desembolso lo harán, en realidad,
porque la cesación de pagos en la Argentina tendría
el mismo nefasto efecto expansivo internacional de otras crisis
que no fueron previstas por esos mismos expertos, lo que les valió
severas reprimendas de los centros del capitalismo. El anticipo,
en este caso, más que un gesto de confianza en el futuro
argentino es, ante todo, una precaución en beneficio de su
propio prestigio ante los prestamistas, hartos de cataclismos imprevistos.
Debido a que el gobierno nacional camina empujado por
los mercados, no pudo esperar a tener el paquete envuelto
para regalo antes de meter la mano, otra vez, en el bolsillo de
los sufridos ciudadanos con aumentos de tarifas en los transportes
de pasajeros. Aunque desde ayer la medida quedó en suspenso
por resolución judicial, el daño político y
social estaba hecho. Sobre todo porque el anuncio del funcionario
responsable desnudó los criterios de fondo que ilustran las
decisiones oficiales. Igual que en los descuentos a los sueldos
estatales o con los impuestos extraordinarios a la clase media,
también en esta ocasión el argumento central era que
los mayores costos recaerán sobre los que más tienen,
dado que los estudios de sus tecnócratas concluyeron que
los pobres sólo se trasladan a pie o en bicicleta.
De acuerdo con esa lógica, todo pobre que sea visto en cualquier
transporte público, excepto una ambulancia, debería
ser considerado excepcional o sospechoso. Además, ahora se
sabe cómo reconocer a los pobres, después de escuchar
al personal del supermercado que prestó testimonio en el
juicio contra Raúl Castells, porque tienen las piernas
sucias y meten miedo. Falta poco para que alguien
proponga que las personas en esa condición luzcan algún
distintivo, como la estrella de David que los judíos debían
coser a su ropa, a fin de facilitar la identificación. ¿Será
posible tanta degradación en la sociedad argentina, que se
formó con aluviones de inmigrantes misérrimos que
bajaban de los barcos sin más pertenencias que las ilusiones
y el hambre?
Aunque se escucharon diversas voces críticas sobre la impiadosa
alusión a los pobres, ni los partidos de la Alianza o de
la oposición, ni los bloques legislativos o sindicales emitieron
declaraciones orgánicas de repudio, como para dejar en claro
que los pobres son ciudadanos plenos, amparados por los derechos
y deberes de la Constitución nacional. En el pragmatismo
sin principios, todo resbala y pasa. Frente a este tipo de críticas,
algunos núcleos del Frepaso levantan los hombros con indiferencia,
de acuerdo con la tesis que rechaza la condición de
grupo testimonial para ser una fuerza con vocación
de mayorías y de gobierno. Lo mismo sostenía
Chacho Alvarez, cuando tragaba sapos en su despacho de vicepresidente,
hasta que se hartó y presentó la renuncia, en un puro
acto testimonial.
Dado que los planificadores de la economía en el Estado y
los gobernantes vocacionales prefieren los estudios estadísticos
a las personas, aquí van algunos datos que no suelen mencionarse
en sus diagnósticos ni en sus promesas: Cerca del 75%
del incremento de la productividad laboral registrado durante los
años noventa estuvo asociado a la disminución en la
masa de ocupados del sector. [...] Esos crecientes recursos generados
por la mayor productividad de la mano de obra no tuvieron como correlato
incrementos salariales sino que, por el contrario, lo que se verificó
es un persistente deterioro de las remuneraciones medias de los
trabajadores [...]. Las fracciones más concentradas del capital
se apropiaron de buena parte de los recursos generados por la mayor
productividad y los menores salarios de la mano de obra [...]. Lo
peculiar de los años noventa radica, en especial a partir
de 1995, en la notable expansión que registran las empresas
oligopólicas de origen extranjero. En otras palabras, y en
un plano más general, la reestructuración económico-social
que tuvo lugar en la Argentina durante los años noventa supuso
un doble proceso de transferencia de ingresos: desde el trabajo
hacia el capital y, dentro de éste, desde las pequeñas
y medianas empresas hacia las de mayor tamaño (Reestructuración
y redimensionamiento de la producción industrial argentina,
Azpiazu-Basualdo-Schorr, agosto/00). ¿En qué bolsillos
debería meter las manos el Gobierno? ¿Cuál
sería la respuesta adecuada según los que tienen vocación
de mayoría y de gobierno?
Así como los pobres son considerados envases descartables,
el Gobierno está mostrando otros criterios selectivos. Es
el caso del pesebre en tamaño natural que montó
sobre el frente principal de la Casa Rosada, que no es propiedad
privada de nadie, ya que se trata de la sede oficial de la máxima
autoridad institucional para todos los argentinos y para todas las
personas de buena voluntad que habitan este suelo, no importa las
creencias de cada cual. Si los particulares que integran el elenco
oficial quieren creer en los Reyes Magos están en su pleno
derecho, pero como institución civil y laica tienen el deber
de respetar a los demás, sean pocos o muchos, sin excluir
ni discriminar a nadie. ¿Pensarán habilitar el Salón
Blanco para celebraciones de bar mitzvá o el balcón
central como minarete musulmán?
La explicación del decorado, tal vez, sea más sencilla:
el próximo martes los obispos católicos tienen audiencia
agendada con el Presidente y llegarán con las manos cargadas
de preocupaciones por la situación del más excluido,
del más pobre, del más desposeído, y una lista
de compromisos con la Iglesia incumplidos por las autoridades. ¿Acaso
los estrategas oficiales esperan que la estrella de Belén,
confeccionada en cartón pintado, mitigará las demandas
de los hombres de fe? ¿O que la escenografía religiosa
resolverá la contradicción flagrante entre los mercados
y la justicia social? ¿Querrán agua bendita sobre
los blindajes importados o quizás una absolución que
la voz del pueblo, voz de Dios, se niega a otorgar? La Casa Rosada
no puede ser la Basílica de Luján, con o sin pesebre.
Las confusiones entre fondo y forma son siempre peligrosas, en especial
para los que tienen que aprehender la realidad, por desagradable
que sea, y sólo alcanzan a percibir sus propios deseos. Al
Gobierno seguramente le gustaría que el lunes, al empezar
el segundo año de mandato, las expectativas populares estuvieran
erguidas como mirasoles al mediodía, pero no será
así. La pesadumbre generalizada pesa más que cualquier
arenga o promesa. En las formas, mañana se cumple el primer
año de gestión, pero existe la tentación de
pensar que en el fondo son nueve años y once mesesde un mismo
programa económico de exclusión social, iniciado en
1991, después de un desastroso año y medio inaugurales
de menemismo. Como una repetición grotesca, igual que entonces,
ahí está Domingo Cavallo en la gatera, listo para
reincidir, a pesar de haber sido el fundador de esta realidad que
sigue devorando gente en el altar pagano de privilegios insoportables.
Tampoco podrán repetir mañana la foto del quinteto
fundador de la Alianza, lo cual pareciera confirmar que han pasado
más que doce meses. En fin, que el Gobierno apague la solitaria
vela de su cumpleaños primerizo y que en adelante reciba
el doble o el triple de lo que sea capaz de ofrecerle al ciudadano,
origen y final de su existencia.
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