Por Horacio Bernades
Oh Brother, Where Art Thou?
es el título del nuevo film de los hermanos Coen, que se estrena
en días más en Estados Unidos, y en marzo en Argentina.
Título sumamente hermético, por estar escrito en inglés
antiguo y porque, según todo lo indica, su relación con
la trama resulta bastante improbable. Se trata, en verdad, de una de esas
referencias que hacen las delicias de los cazadores de citas raras. Solución
al enigma: Oh Brother, Where Art Thou? era el nombre de un proyecto de
guión que nunca llegó a filmarse, escrito por el guionista
y realizador Joe Sullivan. Quien vaya a buscar el nombre de Sullivan en
una enciclopedia de cine no lo encontrará, simplemente porque este
hombre no existió nunca. No, al menos, en la realidad.
Joe Sullivan es el nombre del protagonista de Sullivans Travels,
mítico film de los años 40. Estrenada en Argentina con el
título de Por meterse a redentor, sólo la conocen quienes
la vieron en su momento. O quienes tienen video: Por meterse a redentor
fue editada, un tiempo atrás, por el sello Epoca. Buena ocasión
de revisarla. Y referirse, de paso, a la obra de su autor, Preston Sturges,
uno de los casos más singulares y paradójicos en toda la
historia de Hollywood. Admitido como uno de los grandes genios de la comedia,
son escasos quienes lo oyeron nombrar alguna vez, y más escasos
todavía quienes vieron alguna de sus películas. Iniciada
en 1940, el grueso de la obra de Sturges se aprieta en un cortísimo
período. En menos de una década, el hombre, primer guionista
a quien Hollywood le dio oportunidad de dirigir sus propias películas,
completó nada menos que once films, en ocasiones a razón
de tres por año.
Ascendido instantáneamente a la fama y popularidad, para fines
de los 40 Sturges había caído en desgracia, viéndose
obligado a cambiar de estudio, para terminar realizando un último
y fallido film, años más tarde, en Francia. Por una de esas
curiosidades del video argentino, en este formato circula su obra casi
completa, incluyendo varias de sus obras maestras. Por orden cronológico,
el sello Kinema editó El gran McGinty, Navidad en julio (ambas
de 1940), La historia de Palm Beach, El gran momento y El milagro de Morgan
Creek (todas de 1942), Epoca tiene en catálogo Las tres noches
de Eva (Lady Eve, 1940) y Por meterse a redentor (1941), el sello Sólo
para coleccionistas lanzó El pecado de Diddlebock (1946) y VER
editó Te odio, mi amor (Unfaithfully Yours, 1948).
A lo largo de su obra, este hijo de familia adinerada que se paseó
despreocupadamente por las más diversas actividades hasta recalar
tardíamente en el cine plantó en el corazón de Hollywood
la pica más corrosiva, estacando en ella al conjunto de la sociedad
estadounidense. Corrupción política, matrimonios en los
que el dinero y la conveniencia importan tanto (o más) que el afecto,
y sobre todo una movilidad social que tanto puede ser ascendente como
descendente, son algunas de las constantes de ese ciclo extraordinario.
Pero Sturges no hacía cine social sino comedias. Y no utilizaba
el género como mero soporte o fachada, sino que evidenciaba una
total convicción en los grandes beneficios de la risa y, sobre
todo, la ironía.
Son famosos sus diálogos, de allí en más un cielo
al que muchos aspiraron y pocos rozaron. No los caracterizan sólo
su sutileza y refinado pulimento de la entrelínea (dignos, sin
exageraciones, de un Shaw o un Wilde), sino también la increíble
velocidad con que se disparan y superponen, generando verdaderos caos
verbales. Para quien, como Sturges, apelara con frecuencia al formato
de fábula social, Por meterse a redentor resulta característica
y, al mismo tiempo, única. La historia, de engañosa autorreferencialidad,
es la de un guionista y director de Hollywood, especialista en comedias,
que de un día para otro cede a su conciencia social y se plantea
una película seria (aquella O Brother, Where Art Thou?),
que hable del sufrimiento del hombre común.
En busca de sinceridad, Sullivan, ricachón de Beverly Hills, decide
dejar sus riquezas y vivir su propia experiencia en la calle, junto a
menesterosos y desocupados. Tras una azarosa sucesión de acontecimientos
(hay casi más de ellos en cada película de Sturges que en
la obra entera de Dickens), el pobre Joe comprobará en carne propia
que no hay nada más curativo que la risa. Así, Por meterse
a redentor funciona como un verdadero manifiesto, del cine de su autor,
en particular, y de la necesidad social de la comedia, en general. Algo
que Sturges no necesitaba demostrar, pero sin embargo decidió hacer.
|