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LA CORTE SUPREMA DE EE.UU. SE IMPUSO A LA DE FLORIDA
Ayer ganó Bush, mañana...

Anteayer Al Gore había salido triunfante de una decisión de la Corte de Florida; ayer George W. Bush le ganó gracias a la Corte de EE.UU. y la semana próxima puede ser el round decisivo.

Extasiados partidarios de Bush celebran la decisión de la Corte Suprema de congelar los recuentos.

Las elecciones norteamericanas volvieron a darse vuelta ayer, esta vez a favor de los republicanos. El viernes el vicepresidente demócrata Al Gore se había anotado una victoria potencialmente decisiva cuando la Corte Suprema del estado de Florida había autorizado el recuento manual de 43.000 votos cuestionados y la inclusión de recuentos anteriores, que lo situaban a tan sólo 154 votos de la presidencia. Su rival, George W. Bush, apeló ante toda instancia posible. Ayer, mientras se tramitaban esos recursos, el recuento manual comenzaba en varios condados y en la capital estadual Tallahassee, donde se habían llevado 9.000 votos. Los primeros resultados fueron ambiguos, pero para ese entonces ya no importaba: la Corte Suprema federal en Washington ordenó la congelación del recuento hasta que se pronunciara sobre la apelación. La audiencia para hacerlo comenzará mañana a la mañana.
Como en la decisión del viernes de la Corte estadual, en su decisión de ayer la Corte Suprema estuvo fuertemente dividida. Cinco de los jueces votaron a favor de la apelación de Bush y cuatro en contra. La división era la misma notada durante los interrogatorios en la anterior audiencia, la semana pasada. En esa ocasión la Corte había logrado forjar un consenso y resolvió por unanimidad pedirle a la Corte Suprema de Florida que reconsiderara su decisión de permitir un recuento manual limitado. Pero ayer fue imposible ocultar la fractura. Al argumentar a favor de la decisión mayoritaria, el juez Antonin Scalia subrayó que creía que los argumentos de Bush eran los más fuertes. En su opinión disidente, el juez John Paul Stevens advirtió que “impedir el recuento pondrá inevitablemente una sombra sobre la legitimidad de la elección”. En todo caso, la relación de fuerzas que reveló la votación de ayer no es un buen augurio para Gore. Estos ya se estaban congratulando por su victoria del viernes en obtener un recuento manual de los votos que no habían sido contabilizados por las máquinas automatizadas. Se estima que suman entre 43.000 y 65.000, y que la mayor parte favorecería a los demócratas. Ayer a la mañana el juez Terry Lewis ordenó formalmente el recuento de los 9.000 votos reunidos en el tribunal de Tallahassee. Ya había ocho jueces y 25 equipos de empleados judiciales para realizar el escrutinio. Lewis indicó que la tarea debía concluir para hoy a las 14:00, y los responsables estimaban que el plazo era suficiente. En los otros condados, las juntas electorales comenzaron sus procesos propios para recontar los votos dudosos. Los resultados preliminares eran conflictivos, pero los demócratas estaban confiados. Gore aseguró sonriente que “esto es algo que contaremos a nuestros nietos”.
La contracara al optimismo demócrata lo presentaban los feroces intentos de los abogados de Bush para congelar los recuentos. Una primera apelación lanzada ante la Corte Suprema de Florida (la misma que les falló en contra el viernes) fue naturalmente rechazada. Una segunda, ante la Corte de Apelaciones Federales en Atlanta, produjo un resultado ambiguo, pero esperanzador: los conteos no se detendrían, pero los resultados no podrían ser oficializados hasta que la Corte Suprema en Washington se decidiera sobre el tema. Las presentaciones republicanas ante ese tribunal fueron entonces altamente dramáticas. “La decisión (de la Corte de Florida) ignora la Constitución y promueve la arbitrariedad y el caos”, argumentaron los abogados. El mismo material que iba a ser escrutado ya no era fiable: “Las boletas de votación están tan degradadas que ya no son las mismas”. En su intervención escrita, el equipo de Gore advertía que “acceder a la demanda (republicana) podría causar un daño irreparable al interés público”. Pero cinco jueces no le creyeron y ordenaron suspender el recuento.
El alivio era palpable entre los republicanos. “Nada ha sido más significativo para nuestro liderazgo”, aseguró el representante de Bush en Florida, James Baker. “Sencillamente no es juego limpio cambiar las reglas luego de que el partido se jugó”, concluyó. Los demócratas, públicamente al menos, no se desalentaron. El abogado estrella de Gore, David Boies,consideró que la orden de la Corte Suprema significaba “cambiar las reglas del juego”, usando las mismas palabras que Baker: “Esto es un asunto a dilucidar por la ley estatal y la Suprema Corte no debe intervenir. Nosotros no creemos que esto sea una crisis constitucional”.
Teóricamente, la fecha límite para resolver la crisis es el martes, cuando los estados deben enviar sus compromisarios al Colegio Electoral. Sin embargo, Boies argumentó ayer que había tiempo hasta el 18 de diciembre, el día cuando el Colegio emite su voto. Judicialmente, la crisis puede tomar dos caminos: a) La Corte Suprema falla a favor de Bush y desautoriza los recuentos manuales. En ese caso Gore no tiene otra instancia donde apelar y deberá reconocer la derrota. Pero si, b), la Corte abre la puerta al recuento manual, comenzaría una crisis en Florida entre el poder judicial y el legislativo (dominado por los republicanos) que podría culminar con el envío de dos listas separadas al Colegio Electoral. En ese caso, el árbitro será el Congreso en Washington.
La opinión pública no ofrece argumentos para ser expeditos. Una encuesta publicada ayer por la revista Newsweek reveló que el 54 por ciento cree que lo más importante es que se aclaren todas las dudas sobre el resultado de las elecciones, contra sólo un 42 por ciento a favor de terminar todo lo antes posible. Por otra parte, un 52 por ciento desaprueba el manejo de Gore de la crisis, mientras que el 56 por ciento aprueba la de Bush. Sobre el recuento manual, el sondeo no aporta ninguna guía: el 47 por ciento está en contra y el 46 a favor.

 

Claves

Ayer la Corte Suprema federal en Washington ordenó detener los recuentos manuales en Florida que autorizó la Corte Suprema estadual. Esto perjudica mucho al candidato demócrata Al Gore, que esperaba triunfar con el conteo manual de 43.000 votos ignorados por las máquinas de escrutinio.
La decisión de ayer fue de 5 jueces contra 4, lo que podría anticipar el resultado de la audiencia formal que comenzará mañana.
La fecha límite es el martes, cuando Florida debe enviar sus electores al Colegio Electoral. Pero el equipo de Gore habla de seguir peleando aun después.

 

OPINION
Por Claudio Uriarte

Avanza la erosión

“Las boletas de votación están tan degradadas que ya no son las mismas que el 7 de noviembre de 2000”. Esta inobjetable observación material del republicano James Baker puede trasladarse al conjunto de una elección presidencial que tampoco es la misma ahora que en el día en que se votó: antes se elegía entre dos candidatos, uno más conservador y otro más moderado, y los que decidían eran los votantes; ahora se elige entre distintas interpretaciones de la ley, y las que deciden son unas cortes tan poco apolíticas como para que las preferencias individuales de sus miembros determinen resultados que además aparecen puestos en duda por la extrema paridad de los votos.
En una primera instancia, la Corte Suprema de Justicia en Washington le había pedido a su homóloga de Florida que reconsiderara su decisión de permitir los recuentos manuales de votos. Los nueve jueces de Washington llegaron a este pedido por consenso, lo que indicaba que, al menos en el balance entre la letra de la ley y sus distintas interpretaciones, la decisión de Florida resultaba cuestionable. Florida respondió entonces con una votación dividida: cuatro jueces votaron a favor de proseguir y aun ampliar los recuentos manuales, mientras tres lo hicieron en contra. El juego volvió a Washington, que entonces sí se dividió, con cinco jueces a favor de detener hasta la audiencia de mañana los recuentos manuales y cuatro en contra. En este caso, los dos jueces –Anthony Kennedy y Sandra Day O’Connor– que actúan de bisagra moderada entre liberales y conservadores y que en muchos casos han tomado partido por los primeros, decidieron esta vez en favor de los segundos. Esto es porque el recuento infinito y sin límite de tiempo hasta el último voto claramente es una reescritura de la ley estadual, una decisión menos inspirada en un principio de democracia a ultranza de los jueces que en su mayoritaria afiliación a los demócratas. Sin embargo, y como hemos visto, incluso estos jueces demócratas se dividieron entre sí en el último momento.
El resultado neto es una erosión todavía mayor de la legitimidad del resultado final, donde la polarización del electorado ha empezado a reflejarse en la polarización de las cortes, y donde ninguna instancia promete el mínimo de consenso que debería requerir el ascenso de un nuevo presidente. Y va a ser mucho peor si las decisiones finales se trasladan al Congreso en Washington. El nuevo presidente asumirá sobre un país polarizado y faltará mucho hasta que logre superar el rol de mero administrador de una crisis nacional.

 

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