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EMILIO GABAGLIO, DE LA UNION EUROPEA DE SINDICATOS
“Europa debe ser social”

Después de las manifestaciones antiglobalizacion que convergieron sobre la cumbre de la Unión Europea en Niza, Emilio Gabaglio, de la Unión Europea de Sindicatos razona aquí que la moneda única no es incompatible con una Europa social, pero que el logro de la estabilidad es un medio y no debe convertirse en un fin en sí mismo.

Un manifestante es arrestado por la policía durante la cumbre de la Unión Europea en Niza.

Por Eduardo Febbro
Desde Niza

Emilio Gabaglio mira el futuro con optimismo social. El secretario general de la Unión Europea de Sindicatos, la CES, logró mucho más de lo que podía esperar: el miércoles pasado, en vísperas de la apertura del Consejo Europeo de Niza, su organización movilizó a decenas de miles de manifestantes que vinieron a esta ciudad de la Riviera francesa a reclamar una Europa más social y una aplicación obligatoria de la Carta de los derechos fundamentales aprobada luego por los 15 Estados de la Unión. Criticado por su inclinación al consenso, Gabaglio salió reforzado en una lucha a la que se sumaron numerosas ONGs y agrupaciones alternativas. En esta entrevista con Página/12, Gabaglio da su versión sobre la Europa social, evoca la elaboración de una “carta social mundial” y defiende la existencia del servicio público contra la ola de privatizaciones como bases del “modelo social”.
–Las manifestaciones que precedieron el Consejo Europeo de Niza fueron únicas hasta hoy. Tanto por la cantidad de gente que se sumó a ellas, más de 60.000 personas, como por los motivos: hacer presión para que la Carta de los derechos fundamentales sea mejor y por la constitución de una auténtica Europa social, con más derechos.
–Ocurre que a pesar de ciertos adelantos los derechos sociales aparecen apartados, muy lejos de la integración económica y monetaria. Es preciso que se produzca un reequilibrio entre la dimensión económica, es decir, el mercado único y la moneda única, y la dimensión social, o sea el trabajo y la solidaridad. El modelo social europeo que defendemos se basa en tres principios básicos: protección social, servicios públicos y papel de los interlocutores sociales. La estabilidad económica no es un fin en sí mismo. Debe servir de base para un nuevo desarrollo económico y social. Para nosotros, la Carta de los derechos fundamentales constituye una etapa importante, pero no es suficiente. Se trata de un paso en la buena dirección. Imagínese, por primera vez contamos con un documento que emana de la Unión europea donde se afirma la indivisibilidad de los derechos, de los derechos de la persona, los derechos cívicos y políticos y, desde luego, los derechos sociales. Desde luego, la Carta hubiera podido ir más lejos, especialmente en lo que atañe los derechos sociales y sindicales. En la Carta no se hace mención explícita a una suerte de supranacionalidad de los derechos sindicales de cara a las negociaciones y a la acción sindical, pongamos el caso de la huelga, por ejemplo. Es increíble que todavía tengamos que luchar para que el derecho de huelga sea afirmado. Pero para nosotros la Carta de los derechos fundamentales debe tener un valor jurídico en los tratados europeos y no limitarse como ahora a una mera declaración de principios.
–En una ocasión usted evocó el establecimiento de una suerte de carta social mundial. ¿Piensa que se puede aplicar un mismo principio social al conjunto del planeta?
–Comparto la necesidad de que se realice una carta social mundial. Pero no digo que haya que exportar el modelo europeo al resto del mundo. Se trata de poner de relieve los valores de libertad, de seguridad, de garantías sociales y de completa libertad en las negociaciones sindicales. Nadie pretende desde Europa fijar los salarios en Asia o América latina. La cuestión radica en que se respete la libertad de negociar cuáles serán los salarios. Europa no puede ser una isla de felicidad en un mar agitado. El desarrollo económico tiene que globalizarse acompañado por el desarrollo social.
–El término de Europa social suscita muchos interrogantes. Para los más radicales, se trata de una Europa menos liberal. ¿Cuál es su definición concreta?
–La Europa social significa que Europa es capaz de desarrollar el empleo. Una vez superados los problemas ligados a la estabilidad económica y al saneamiento de las finanzas públicas, la credibilidad de Europa se juega en torno a su capacidad de crear puestos de trabajo y generar crecimiento.
–Usted aprobó sin embargo la instauración de la moneda única europea. Muchos sectores denuncian el rumbo ultraliberal que la moneda única le impuso a Europa. ¿Política social y moneda única son acaso compatibles?
–El CES aportó su apoyó a la moneda única porque veíamos un argumento mayor para el porvenir de la economía europea. Pero la moneda única es sólo un medio, no un fin en sí mismo. Se trata de saber si esa moneda va a estar al servicio de una estrategia de empleo y crecimiento. Es preciso obtener la coordinación de las políticas económicas para que la política monetaria no sea la única que mande a bordo. Es preciso defender y promover los servicios públicos contra la ola de privatizaciones y liberalizaciones de toda índole. Ha llegado el momento de abrir una nueva etapa en Europa.

 


 

SUSPENSO SOBRE LAS CONCLUSIONES
Al filo de la navaja

Por E. F.
Desde Niza

La presidencia francesa de la Unión Europea dejó para lo último el tema más delicado de las negociaciones en curso en el Consejo Europeo de Niza. Las posiciones son tan inconciliables con respecto al reparto de los votos que, tras decidir reunirse con cada país por separado, París elaboró dos documentos de compromiso y dejó para “el filo de la navaja” el tema de los votos. Estos dos textos atañen al número de miembros de la Comisión Europea y las decisiones que ya no se tomarán más por unanimidad.
Según el nuevo proyecto francés, a partir del año 2005 el colegio de comisarios estará compuesto únicamente por un comisario por cada Estado miembro de la Unión pero sólo cuando ésta cuente con 27 Estados se tomará una decisión definitiva. De todas maneras, los miembros de la Comisión no podrán ser más de 27. Esta propuesta fue aceptada incluso por los países “pequeños” que, a lo largo del día, protagonizaron una auténtica guerra de guerrillas para no perder su único comisario respectivo. Cabe precisar que Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y España tienen dos comisarios cada uno, mientras que los otros diez países sólo están presentes con uno. En cuanto a las decisiones que se toman por unanimidad, la Presidencia francesa redujo la cantidad de decisiones que se toman por mayoría cualificada y aceptó así los “anhelos” de Alemania, que propuso que se decidiera por mayoría en los temas relativos a la política de asilo einmigración... pero sólo cuando la Unión Europea se haya dotado de una legislación al respecto, cosa que aún no tiene. Alemania obtuvo además el derecho de vetar esa legislación si no le conviene. En el campo de la política social, París excluyó uno de los términos del acuerdo final para contentar al Reino Unido y a España. Siempre queda pendiente el reparto de los votos entre los Estados miembros. Aquí, la tarea de la presidencia francesa se complica a tal punto que, tal como lo confesó un miembro de la delegación, “esta noche, los que no trabajen y duerman van a tener que ir a la cama con un cuchillo bajo la almohada”.

 

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