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ANTONIA SAN JUAN, LA ULTIMA “CHICA ALMODOVAR”
“Sé que soy una gran actriz”

En �Todo sobre mi madre� encarnó a un personaje sexualmente muy ambiguo, que la sacó de los monólogos en el under y la reubicó como nueva estrella.

Antonia San Juan junto a Cecilia Roth, en una escena del más reciente film de Pedro Almodóvar, �Todo sobre mi madre�.

Por Mariana Vilnitzky
Desde España

Fue la elegida por Pedro Almodóvar para protagonizar a “la Agrado”, un travesti que se gana la vida vendiendo su cuerpo por las calles. En Todo sobre mi madre, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera, compartió muchas horas de rodaje, y muchas escenas, con Cecilia Roth. Y gracias a esta película, Antonia San Juan se convirtió en la siguiente chica Almodóvar, suficiente como para lanzarla a la fama mundial. Por añadidura, y sobre todo en la península ibérica, su papel como travesti despertó el morbo de los medios de comunicación y del público sobre su identidad sexual. “Cuando lo que uno vende es trabajo, creo que la prensa debería saber separar una cosa de la otra. A mi vida personal no dejo pasar a nadie porque yo vivo de mi trabajo. En el momento en que yo abra la puerta y cobre, entonces pueden preguntar lo que les dé la gana”, dice en la entrevista con Página/12.
–¿Quién es Antonia San Juan? ¿Es un personaje? ¿Un nombre artístico?
–Es mi nombre.
–¿Hay un antes y un después de Todo sobre mi madre?
–Sí, definitivamente. Durante muchos años hice monólogos, como ahora, pero los hacía en lugares más chicos. Un día Almodóvar me vio y le gustó. Me hizo una prueba y me dio el papel en su película.
–¿Y cómo es ser la nueva chica Almodóvar?
–La chica Almodóvar es un buen título, que vale después para seguir trabajando. Pero si ser chica Almodóvar vale solamente para quedarse de pajera mental, sirve para poquísimo. A mí me sirvió para entrar en la industria cinematográfica. Para que cuando llego a algún sitio pueda dar una rueda de prensa y mostrar mi trabajo, que vengan los periodistas. Antes yo pedía una nota y no venían. Llamaba para que algún crítico viniera a ver la obra y sacara una notita en una revista y no venía nadie. A veces tenía que suspender la función. La manera en que Almodóvar te dimensiona como actriz no te la da nadie. Yo he ido por Roma, Buenos Aires o por Santiago de Chile paseando y vienen corriendo: “¡Antonia San Juan!”. –¿Le permite vivir tranquila ser chica Almodóvar? ¿Puede seguir viajando en subte?
–Los límites los pone una. Todo cambia y lo que no cambia se muere. Antes estaba en un bar y no iba nadie. Ahora lleno el teatro y en una conferencia de prensa vienen decenas de periodistas. Lo normal es que en el subte no pueda ir porque hay veinte mirándome, diez que se me acercan, cinco que observan cómo voy vestida, cómo estoy peinada. Pero es el precio que tengo que pagar. Lo que no puedo pretender es trabajar para la gente y que no me reconozcan por la calle. Para eso me quedo en mi casa tranquila. Pero, claro, si no te reconocen, no vienen al teatro, no van a ver la película, no vienen a hacer una entrevista. Una cosa condiciona a la otra.
–¿Qué le dejó haber actuado en el under?
–El under es, para mí, una manera de llegar. Creo que todo el mundo en la vida es lo suficientemente ambicioso como para aspirar a lo grande. Luego están los temores, lo que uno puede o no. El under tiene que verse como un medio para mostrar y luego ascender. Creo que el artista que se quiere quedar en ese tipo de formas marginadas de hacer arte es porque no quiere que su obra se llegue a conocer. No entiendo a esa gente que reivindica al under. El artista no es “de uno”, es de su público. Tiene que darle algo a alguien. Si no, hará una cosa egoísta.
–¿Como construyó el personaje de “La Agrado”?
–Era muy fácil porque Pedro Almodóvar lo tenía clarísimo. Trabajé el personaje a partir de un cliché y ya con el texto estaba todo hecho. Para mí la actuación no es ninguna dificultad. Puedo pasar de un personaje a otro, de una emoción a otra, en un segundo, sin problema. Puedo ponermeobsesiva. Puedo ser simpática, puedo ser desagradable... puedo ser superdesagradable.
–¿También lo utiliza en la vida real? ¿Lo está utilizando ahora?
–En la vida real puedo ser un bombón o puedo ser un gremlin. Puedo ser la más agradable y empalagosa, y puedo ser imposible. Pero creo que esto existe en todos. Todos somos un poco buenos y un poco malos.
–¿Podía vivir de los monólogos?
–Puedo decir que toda la vida he vivido de la actuación... y eso ya es decir bastante.
–No todos llegan a donde está usted...
–La gente que menos trabaja es la que menos triunfa. El único secreto está en trabajar diario. Si una muestra diariamente su trabajo, llegará un momento en donde irá subiendo. Hay que dejar todo en el escenario. Para la mayoría de la gente que quiere actuar lo mejor es trabajar. Esa creencia de que “de una fotografía te eligen para un casting” no pasa casi nunca a menos que estén buscando a alguien muy en concreto. En general los grandes actores surgieron de arduos trabajos.
–¿Usted ya llegó donde quería llegar?
–Me falta mucho, aunque ya no soy una frustrada. Puedo darle clases a una chica de 18 años. Ahora, si yo tengo cuarenta y no llegué a ningún lado, y veo a una chica joven con unas capacidades increíbles, lo más probable es que la machaque. Porque hay frustración y mierda en los que no pudieron llegar. Eso es lo que les pasa a la mayoría de los profesores.
–¿Cuál es su meta?
–Trabajar con los mejores directores del mundo.
–¿Cuáles, además de Almodóvar?
–David Lynch, Woody Allen. Arturo Ripstein...
–¿Qué piensa del cine latinoamericano?
–Es probable que trabaje con el director Daniel Burman en Buenos Aires. Esta semana me llega el guión y veré si me gusta, pero estoy casi segura de que sí, porque me gustaron todas sus películas. Si hay algo que saben hacer los argentinos, es escribir.
–¿Qué tal fue su relación con Cecilia Roth?
–Es una excelente actriz. Una profesional. Además es una excelente persona. Se trabaja muy bien con ella, no hubo ningún problema.
–¿Qué cosas le molestan?
–Que estamos viviendo en un país que es un desastre. La prensa publica igualmente un artículo sobre una que no es nadie y no hace nada más que dedicarse a hablar de su vida personal, que sobre alguien que trabaja, como yo que tengo dos montajes de teatro. Me molesta la falta de rigor de la prensa. En España estamos viviendo un momento totalmente estúpido. Un momento de locura. No hay ningún tipo de pudor, es un pastiche, una mescolanza. Alguien que habla de ser auténtico y se jacta de “intocable” después es un fiasco.
–¿Le molesta la prensa?
–Me parece que si una es de las que andan con diferentes novios, amantes, salidas de rosca, y te pagan por eso, entonces entra en esa dinámica. Vives de eso y muy bien remunerada. Te pagan mucha plata por hablar de tu vida. En un momentito te compras la casa y lo que quieras. Ahora, cuando lo que una vende es su trabajo, creo que la prensa debería saber separar una cosa de la otra. A mi vida personal no dejo pasar a nadie, porque yo vivo de mi trabajo. En el momento en que yo abra la puerta y cobre, entonces pueden preguntar lo que les dé la gana. Si yo digo “eso no lo vendo” y alguien entra igual, se está saltando una regla.
–Y usted no quiere llegar hasta ese lugar...
–¿Para qué voy a ir yo hacia allí? Yo soy una gran actriz. Yo sé lo gran actriz que soy.

 

Hacer, antes que reivindicar

–¿Tiene una opinión formada sobre el feminismo?
–Creo que no hay que reivindicar nada, ni decir ni pedir nada. En la vida, si se va en busca de algo lo más probable es que se encuentre el “no”. La tendencia de todos es a decir “no”, incluso en lo más simple. Un chofer de autobús no para entre paradas porque no le da la gana. Ni aunque esté lloviendo y te esté mojando a mares, ni aunque esté parado con el semáforo en rojo: no te abre. Es la tendencia malvada del ser humano. Sufre y hace sufrir. Hay un goce en ese sufrimiento: “Ahora yo sufro, entonces tú sufres también”. Si se piden cosas y lugares, lo más probable es que se obtenga un “no”. Es mejor ponerse a escribir un libro que largarse a la calle. No hay que reivindicar nada. Hay que hacer.

 

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