Un
soto
Por Juan Sasturain
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Se sabe que el soto más allá de lo que diga la Academia
es una popular unidad de medida que se utiliza para estimar la importancia
relativa de algo o alguien. El soto se utiliza para mensurar lo que importa,
vale o puede darse, entregar por una cosa. A diferencia de lo que sucede
con otras unidades de apreciación igualmente populares como
el carajo, por ejemplo, del soto sólo se menciona la unidad:
un soto. Carajos suelen mencionarse hasta tres (no vale tres carajos),
pero nadie ha ido más allá en la enumeración del
soto solitario a la hora de formular un juicio valorativo: ni tres sotos,
ni diez sotos, ni mil... Eso no existe.
Tal vez por eso mismo, en ciertos casos la palabra soto suele aparecer
con mayúscula (Soto), ya que adquiere de pronto la singularidad
de lo irrepetible. O más aún, de lo valioso. Es que, trastrocando
la regla, el soto devenido en Soto cambia de signo, pasa de ser índice
clásico de lo desdeñable (me importa un soto)
a rótulo que define lo importante, lo fundamental. Como sucedió
ayer.
Nadie daba, hasta una semana atrás, un soto por las esperanzas
de River de salir campeón. Tras la derrota de Boca ante Independiente
el domingo pasado, la mayoría seguía no dando un soto por
la ilusión del equipo de Gallego y, menos aún, cuando los
manejos de influencias hicieron que el potencial verdugo de los punteros
boquenses, Chacarita, cediera graciosamente sus privilegios de localía
para jugar en Vélez con el malherido puntero: nadie daba un soto
por el triunfo de los falsos locales. Sin embargo, Chacarita le ganó
justamente a Boca entre las cuatro y las seis de la tarde y en ese momento
sin paradojas ya nadie daba un soto por la posibilidad de
que el Campeón Intercontinental pudiera llegar a serlo también
de este devaluado Apertura.
Precisamente eso sucedía porque cuando a las seis pasadas de la
tarde empezó el partido entre River y Huracán en el Monumental,
nadie daba un soto por lo que pudiera hacer el equipo de Parque Patricios
frente al ambicioso por entonces segundo con perspectivas
de puntero y campeón potencial a plazo fijo. Y el soto se redujo
aún más si cabe cuando Saviola puso a River
1-0 durante el primer tiempo y virtualmente lo colocó en la puerta
del triunfo y del campeonato. Menos de un soto valía la ilusión
de Boca y por el destino de Huracán.
Sin embargo, a los 12 minutos del segundo tiempo, se trastrocó
la gramática, se rompió el uso y la costumbre y el Soto
pasó a usarse con mayúscula excepcionalmente
y no fue un valor negativo. Sólo por esa única vez, un Soto
(con mayúscula) importó. Y fue un Soto importante e importado:
Derlis Soto, delantero paraguayo de Huracán, al cumplirse la primera
docena de minutos del segundo tiempo recibió un pase forzado pero
muy preciso de Chaparro entre los centrales rivales y entrando solo -nadie
marcaba un soto en River y menos a éste en particular convirtió
el gol del empate con un toque cruzado y preciso.
El partido siguió faltaba más de media hora
y la mayoría no daba un soto por la posibilidad de que Huracán
aguantase. Pero aguantó. Y terminó. Y a las ocho de la noche
River había quedado un punto abajo de Boca pese al regalo de las
seis de la tarde y a partir de ese momento y hasta ahora hoy lunes
nadie ya da un soto por las ilusiones de River de ser campeón.
La historia no tiene moraleja, pero tal vez haya que inventarle una. Supongamos
que se siga midiendo, evaluando en sotos. Y así será. Se
seguirá diciendo que algo no vale o que no se da un soto. Lo que
va a ser más difícil de sostener es el concepto de importar.
Hay que considerar al Soto. Es importante. Nunca más me importa
un Soto. Un Soto importado te puede amargar la tarde, el año...
REP
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