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Historia de los millones que estaban en Nueva York

Una demanda particular por una herencia permitió descubrir un prolijo mecanismo de evasión de divisas. El Central cajoneó el tema, pese a la investigación judicial.

Por S.V.

La demanda de un particular por el cobro de su herencia sacó a luz una sorprendente historia que involucra en la evasión de divisas a un importantísimo banco americano, dos de cuyos funcionarios ya fueron indagados, y al Banco Central, que cajoneó durante dos años la comunicación judicial que le indicaba la conveniencia de investigar las oficinas desde las que, se sospechaba, el Citibank realizaba operaciones violatorias de la ley.
Cuando llegó a la Argentina en la posguerra, el italiano Juan Bautista Boddi decidió emprender una nueva vida. En todo sentido. Se estableció en la zona norte, montó una fábrica de repuestos y formó otra pareja. En su país habían quedado su mujer y su hijo Guido, que todavía era un adolescente cuando desembarcó en Buenos Aires para reunirse con su padre. Fue recién entonces que tuvo noticias de la nueva compañera de su padre, una maestra de la localidad de Azul. Una de las cosas que notaría el recién venido fue que, a diferencia del “suo paese”, aquí proliferaban las escuelas privadas. Y alentó a su padre a fundar una, con un préstamo de 300 mil pesos de unos compatriotas. Eso y sus ahorros le alcanzaron para comprar un terreno y construir lo que sería el colegio Leonardo Da Vinci. En 1961, los caminos comerciales de ambos se bifurcaron. Boddi hijo comenzó a trabajar en el Banco Popular y al poco tiempo armó su propia financiera. Boddi padre ganó dinero a raudales con el colegio, no sólo por la enorme cantidad de alumnos inscriptos sino porque los subsidios del Ministerio de Educación eran tan elevados que alcanzaban para amortizar los gastos de funcionamiento de la institución. Así, más del 50 por ciento de la matrícula se fue acumulando en depósitos que terminaron en una cuenta de Banca Privada del Citibank.
El cáncer alejó progresivamente a Boddi padre de sus negocios: delegó la administración del colegio, se compró un departamento de 140 metros en Belgrano y un campo de 500 hectáreas en Cacharí. En diciembre de 1988 murió en una clínica de Azul. En el juicio sucesorio se declararon el departamento, una finca en Azul, el campo de Cacharí, un Dodge Coronado, una Pick Up Toyota, un depósito en dólares en la sucursal Milán de la Banca di Roma por 7 mil dólares, plazos fijos por 20 mil y otros depósitos a plazo fijo y caja de ahorros en el Citibank NA Private Banking Group de Nueva York por 150 mil. Pero además, y es lo que interesa en esta historia, de acuerdo con lo que declararía luego Boddi hijo había una suma mucho mayor –que un acuerdo privado fijó en 6 millones– y no sólo en el Citibank de Nueva York sino también en el Citicorp de Suiza y en una cuenta en Bahamas.
El poncho no aparece
Según el relato que el denunciante haría en sede judicial, a la hora de resolver el destino de los 6 millones convino con su madrastra el reparto de esa suma a partes iguales. El trato se concretaría en las oficinas del Citibank, en la calle San Martín 140, dirección a la que el heredero ya había concurrido por indicación de Pedro Ruiz, quien desde el Citi de Nueva York funcionaba como “manager” de las operaciones bancarias de su padre. Ruiz le había indicado que allí, en el décimo piso donde estaba el sector de “Banca Privada”, encontraría a Francisco Lolo Veraldi, representante en la Argentina de las mencionadas cuentas.
El segundo encuentro con Veraldi se llevó a cabo esta vez en el séptimo piso. La cifra que, según Boddi hijo, le ofrecieron, nada tenía que ver con lo acordado y el frustrado heredero se retiró sin dinero pero con una tarjeta de certificación de firma que lo formalizaba como autorizado en la cuenta de su padre y de su madrastra. La tarjeta estaba rubricada por el propio Veraldi, pertenecía al Citicorp Banca Privada de Suiza y fue una de las pruebas que acompañaron la denuncia que en febrero de 1992 presentó ante el Juzgado 26 de Guillermo Rawson Paz, Secretaría 155 de HoracioMurature. Así se inició la causa 20.182/96, caratulada como “Citibank s./Defraudación”.
Donde dije digo, digo diego
El juez Rawson Paz citó a Veraldi. Este dijo haber sido vicepresidente del Citi de Buenos Aires (un puesto que las grandes compañías americanas asimilan al de gerentes), pero que a la fecha actuaba en las oficinas de San Martín 140 contratado por el Citibank Nueva York. Por lo demás, agregó, no conocía como clientes al fallecido Juan Bautista Boddi ni a su compañera. Expresó, eso sí, que “en San Martín 140 piso 7 se manejan las cuentas de clientes del Citi en el exterior”. Consultado, el Citi porteño dijo desconocer la existencia de cuentas a nombre de Boddi padre y también que ignoraba qué funciones cumplía Veraldi en San Martín 140.
Frente a tanto misterio, el 11 de mayo de 1993 el juez allanó la sede de la calle San Martín. Al frente de la oficina se encontraba Javier Crespo. En el procedimiento se secuestraron formularios para apertura de cuentas en el exterior, inversiones en el extranjero, poderes de representación y una carta dirigida a Crespo por una ciudadana venezolana con instrucciones para entregar una suma de dinero a una residente en la Argentina. La autorización del pago llevaba la firma de un funcionario del Citibank: Alejandro Buteler.
Como consta en el acta labrada durante el operativo, Crespo sostuvo que en las oficinas “se realizan funciones de asesoramiento, inversiones tanto nacionales como internacionales” y agregó que las instalaciones de San Martín 140 eran de “representación del Citicorp de Suiza y el Citibank de Nueva York”. Preguntado acerca de la documentación con la que trabajaba y certificaba la realización de esas actividades, Crespo respondió que los papeles se encontraban en el exterior. A esa altura, y llamados de urgencia por Crespo, dos letrados habían llegado para presenciar la requisa: Daniel Saint-Jean y Pablo Maggio, abogados del Citibank Buenos Aires. Ese día, la policía bancaria secuestró solicitudes de cuentas corrientes del Citicorp Investment Bank y otros formularios del Citibank Private Banking Group WH, con sus correspondientes registros de firma. También fue incautada una circular interna con instrucciones referidas a operaciones en el exterior y sembradas de frases sugestivas: “nos ayuda a sacar las papas del fuego” o “no incluyan nombres de clientes en los comentarios”. A 35 días de haber ordenado el allanamiento, el juez Rawson Paz fue ascendido y su lugar ocupado por el secretario Horacio Murature.
En agosto, tres meses después del allanamiento, el “citibanker” Veraldi volvió a declarar. Aceptó que desde Buenos Aires se puede “solicitar el cierre” de una cuenta en el exterior y efectuar “una transferencia de saldo y cobrarlo aquí. También se puede depositar aquí y transferir al exterior (...); esto en la actualidad (...), ya que a la época de la firma de la tarjeta, en 1989, eso no se podía hacer”. Veraldi afirmó que “la oficina de transferencias se encuentra en la Casa Central (del Citibank), en el primer entrepiso”. En su cuarta declaración, Veraldi aseguró que “en San Martín 140 piso 7 funcionaban las oficinas de Banca Privada del Citibank (...), dependiendo esas oficinas de la sucursal argentina”, aunque aseguró que allí no se abrían cuentas en el exterior.
El juez Murature solicitó entonces al Central que informara si en la calle San Martín 140 funcionaba una sucursal del Citi o si había otorgado autorización para que en ese lugar desarrollaran actividades el Citibank de Nueva York, el Citicorp Bank Switzerland o el Citicorp Center Group. El Banco Central hizo saber que no figuraba en esa dirección sucursal alguna del Citibank N.A. y tampoco se hallaban allí ni inscriptas en el registro de entidades financieras extranjeras las denominadas Citibank Nueva York, Private Banking Group, Citicorp Bank of Switzerland o Citicorp Center Groups. “A título ilustrativo”, aclaró, en dicha dirección y en el quinto piso el Citi había declarado tener el área de Analistas de Créditos; en el séptimo, Auditoría Interna y Tecnología; en el noveno, Banca Electrónica yen el diecinueve, Operaciones Control de Riesgo y Comercio Exterior. El BCRA puntualizó que en el quinto piso figuraba inscripto el Citicorp Banco de Inversión.
Atentos y vigilantes
En vista de que aparecía un delito diferente al investigado, el juez de instrucción dio intervención a su par del fuero penal económico Guillermo Tiscornia. El fiscal sostuvo que “surge de las constancias (...) que la firma Citibank habría utilizado sus oficinas de la calle san Martín 140 piso 7 realizando actividades comerciales en contravención a las disposiciones legales, toda vez que se habrían operado cuentas corrientes bancarias del exterior con la consiguiente fuga de capitales que ello importa, ya que se habrían efectuado transferencias de divisas a cuentas bancarias en el exterior sin los correspondientes asientos contables y las debidas formalidades exigidas por la ley”. El fiscal resaltó que aunque tanto Veraldi como Crespo habían declarado que en ese momento no se podían abrir cuentas corrientes en el exterior desde la Argentina, los documentos incautados durante el allanamiento mostraban lo contrario y esto lo confirmaba una de las testimoniales de Veraldi y la “tarjeta de firmas” en la que, desde Buenos Aires, se incluyó a Boddi hijo como autorizado en la cuenta que su padre tenía en el Citibank de Nueva York. El representante del ministerio público también se sintió extrañado por “la falta de información del Banco Central sobre las funciones que se cumplían en la mencionada oficina”, pidió que Tiscornia se declarara incompetente y las actuaciones fueran enviadas al Central para que investigara los hechos.
El 18 de setiembre de 1996 el expediente fue girado al Banco Central. Dando una muestra de su interés en actuar con celeridad ante la violación de las leyes, la máxima autoridad monetaria comenzó a ocuparse del tema en marzo de 1998, un año y siete meses después de que ésta ingresara a mesa de entradas. El superintendente de Entidades Financieras Miguel Angel Ortiz archivó el expediente aduciendo que no existía infracción alguna. Manuel Domper, por el directorio del Central, avaló la decisión.
En julio de este año, César Chávez, empleado del Banco Central, declaró frente a Murature. Relató que el expediente había llegado a sus manos en 1996 y que “con fecha 25 de marzo de 1998 me sacan el expediente (...) Desconocí el motivo por el cual me lo sacaron”. Al preguntarse si sabía que había un informe del Central aclarando que en San Martín 140 no tenían autorización para realizar las operaciones investigadas, contestó que lo ignoraba “pero si hubiera aparecido el informe de Autorizaciones lo más lógico era ir corriendo a ver qué pasaba con ese tema, desconociendo si se hizo inspección alguna”. Chávez lo ignoraba porque, en efecto, ni el BCRA ni la Superintendencia corrieron jamás a inspeccionar el lugar.
Colofón
En mayo del 2000, los citibankers Veraldi y Crespo fueron llamados a prestar declaración indagatoria imputados de estar incursos en el delito de defraudación. El juez Murature, que tres veces quiso archivar la causa, aún no resolvió si los procesa. Miguel Angel Ortiz, el hombre del BCRA que ordenó el archivo del expediente, dejó su cargo y se encuentra procesado por su actuación durante la caída de los bancos Mayo y Patricios. Manuel Domper, el director que avaló la resolución de Ortiz, llamado “el inmortal” porque fue designado en el directorio en los primeros días del menemismo y aun sobrevive, sigue encargado de monitorear el lavado de dinero con el asesoramiento de Pablo Maggio, el apoderado del Citi que presenció el allanamiento a San Martín 140. El hermano de Maggio, contador y como él integrante del estudio Saint-Jean, abogados externos del Citibank, fue designado perito del presidente del BCRA, Pedro Pou, en la causa en la que fue procesado por el juez federal Gabriel Cavallo y desprocesado por los camaristas Luisa Riva Aramayo y Horacio Vigliani,quienes resolvieron hacer responsable de la inacción de la entidad frente al derrumbe del Mayo y del Patricios a Miguel Angel Ortiz.

 

 

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