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DEBATE INTERNO EN EL GOBIERNO DE LA CIUDAD
Cómo ser lo que querían ser

Ibarra y Felgueras incluyeron en su agenda el tema de cómo mejorar su gestión. �Todavía no somos un mal gobierno�, dicen sus funcionarios, pero planean en qué áreas acelerar el ritmo.

Por Santiago Rodríguez

”Estamos muy lejos del gobierno que dijimos que íbamos a ser.” La reflexión que un importante funcionario porteño realizó ante Página/12 desnuda una sensación que por estos días comparten Aníbal Ibarra y Cecilia Felgueras: que en el plano del discurso caminan por la senda correcta, pero que deben empezar a darle una mayor dinámica a su gestión para transformar las palabras en hechos. Uno y otro –Ibarra, sobre todo– saben que su futuro político va de la mano del éxito o del fracaso en la ciudad de Buenos Aires y no están dispuestos a dejar pasar la oportunidad.
Hace tiempo que Ibarra y Felgueras comenzaron a analizar en sus reuniones de trabajo cómo darle más impulso a la administración. “Venimos a abrir un nuevo capítulo en la vida de esta ciudad”, aseguró Ibarra en la Legislatura al jurar en su cargo, el 6 de agosto. También calificó como “intolerable que en esta ciudad haya chicos y viejos famélicos” y advirtió que “la falta de desarrollo social termina comprometiendo el desarrollo económico”, una línea de pensamiento de la que no se aparta.
Ahora no es en el discurso donde el jefe de Gobierno y su vice consideran hacer retoques sino en la gestión. “Todavía no somos un mal gobierno y, por el contrario, mejoramos la capacidad de resolución de determinados temas, como lo demuestra la reacción frente a los problemas de infraestructura que aparecieron en algunas escuelas o la solución al conflicto del Teatro Colón. Pero falta mucho para ser lo que prometimos”, admitió un funcionario con acceso cotidiano a los dos despachos más importantes de la Jefatura de Gobierno. “Gente nueva, vida nueva”, anunciaban los afiches con los que la Alianza empapeló la ciudad el día después de que Domingo Cavallo reconoció el triunfo de Ibarra con casi el 50 por ciento del voto porteño en las elecciones del 7 de mayo, y desistió de presentarse al ballottage.
Después de asumir, Ibarra y Felgueras tardaron lo que cualquier otro en su lugar para acomodarse en sus cargos y echar a andar su administración. Pero en su caso, cuando terminaron de organizar el Gobierno y ponerlo en marcha, les estalló la crisis de la Alianza. Por esos días, el jefe de Gobierno se erigió en uno de los más firmes defensores de la coalición y manifestó su decisión de sostenerla en el distrito, aun ante una eventual ruptura de la sociedad entre radicales y frepasistas a nivel nacional. Felgueras lo acompañó y también trabajó en favor de esa decisión.
“Hubo que prestarle atención a la crisis y eso influyó”, analizó un hombre clave de la administración porteña, aunque reconoció que hay secretarios que “todavía no han puesto en sus áreas el ritmo que se esperaba”. Casi todos los miembros del gabinete de Ibarra destacan como la principal cualidad de su jefe “la confianza” que deposita en sus colaboradores. “(Fernando) De la Rúa te pedía, por ejemplo, que le consiguieras cuadernos rojos y apenas salías de su despacho llamaba a otros dos tipos y en voz baja les pedía lo mismo”, marcó en contraste un funcionario que también acompañó al Presidente en su paso por la ciudad.
En los planes del jefe de Gobierno no figura la posibilidad de modificar su gabinete. Enojos con algunos secretarios hubo, pero no llegan a tanto y perduran más entre los funcionarios que en el mismo Ibarra. Uno de los más cuestionados por sus pares es el secretario de Obras Públicas, Abel Fatala. El deteriorado estado de las calles porteñas le juega en contra: hace unas semanas empezó el trabajo de bacheo en algunas zonas, pero el plan de repavimentación integral comenzará recién en enero porque se demoró la licitación. “(Enrique) Olivera pensaba que Abel lo hacía a propósito, y que cuando asumieran Aníbal y Cecilia habría obras por todos lados, pero no fue así”, contó uno de los habituales partícipes de las reuniones de gabinete. La actitud de Fatala en el asunto de las multas fotográficas tampoco cayó del todo bien. Dicen que era un tema suyo que venía de la gestión Olivera y que cuando estalló la polémica los que tuvieron que salir a poner la cara fueron sus pares de Justicia, Facundo Suárez Lastra, y de Gobierno, Raúl Fernández. Otras áreas en las que los responsables del Gobierno porteño advierten que es necesario una mayor dinámica son Salud y Promoción Social. En el mismo entorno de Felgueras –quien propuso a los responsables de esas dos secretarías– sostienen que “(Marcos) Buchbinder sabe muchísimo de salud, pero hay que apuntalarlo para que logre un mayor ritmo. Con (Daniel) Figueroa pasa lo mismo; él venía como subsecretario, que no es lo mismo que ser secretario”.
La relación con la Casa Rosada es otro punto para trabajar. En la jefatura consideran que “el problema central es que el Gobierno nacional es un despelote”. Felgueras se erigió en varias oportunidades en nexo entre una administración y otra, pero la idea es aceitar los vínculos para que cada asunto se resuelva por el canal institucional que corresponda.

 

 

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