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Repudio y pedido de renuncia por el ascenso de los siete coroneles

Diputados aliancistas pedirán la renuncia del ministro López Murphy por pedir ascensos que hasta el Gobierno cuestionó.

“El ministro de Defensa no puede hacerse el desinformado ni colocar a las Fuerzas Armadas por encima del poder político. Los diputados de la Alianza vamos a exigirle que renuncie y a intervenir para que no se premie a militares denunciados por violaciones a los derechos humanos.” Así sintetizó ayer Marcela Bordenave, diputada de la Alianza/Frepaso, la primera reacción ante la lista de ascensos del Ejército enviada al Senado. El listado incluye un pedido de promoción para siete oficiales objetados por el propio Gobierno: sus nombres, señaló la Subsecretaría de Derechos Humanos, figuran en los legajos de la Conadep. La objeción, sin embargo, pareció servir de poco; lejos de borrarlos de la nómina, el Ejército insistió en promocionarlos y el ministro Ricardo López Murphy lo avaló estampando su firma al pie del pedido de ascensos.
Los militares cuestionados son seis tenientes coroneles y un coronel. La Subsecretaría que conduce Diana Conti detectó sus antecedentes y se los detalló por escrito al Ejército. Como parte de un acuerdo con la fuerza, se suponía que una vez notificados de las objeciones los uniformados desistirían de pedir los ascensos observados. Pero el Ejército desoyó las recomendaciones de la Subsecretaría y el jueves pasado elevó su lista al Congreso sin modificación alguna.
Entre los oficiales cuestionados figura Oscar Alfonso Vaquero, teniente coronel de Artillería. Su apellido, de acuerdo con el informe de la Subsecretaría, aparece en el legajo 3575 de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) como participante de un vuelo de la muerte. Sobre el posible ascenso del teniente coronel Nicolás Hipólito Morel Quirno, el informe de Diana Conti señaló una denuncia sobre la cárcel de La Plata –legajo 2397 de la Conadep– que relata la “tortura sistemática y constante” e identifica al “oficial Morel” entre los “principales oficiales torturadores”. El nombre de Adolfo Stel figura en el legajo 4391 como “coronel médico” del Hospital Militar Central. Los otros observados son los tenientes coroneles Alfredo Berner y Norberto Benavídez y el coronel Luis Alberto Pozzi.
Los pedidos de ascenso todavía no tienen dictamen de la Comisión de Acuerdos que preside el chaqueño Horacio Zalazar (PJ), el paso previo para que sean debatidos en el recinto por los senadores. La intención de Bordenave y sus pares es impulsar “una respuesta de repudio institucional” al ministro desde la Cámara baja. El paso inicial, agregó, será manifestar la oposición de la Comisión de Derechos Humanos de Diputados, que preside Alfredo Bravo, para llevar después esta postura a una audiencia con los resposables del tema en el Senado.

OPINION

Por Vicente Zito Lema

Llamado a los que callan

Pocos hechos en los últimos tiempos desnudan con tanta crueldad la degradada naturaleza de las instituciones del Estado como la huelga de hambre de los presos políticos de La Tablada. Hace casi doce años un grupo de militantes, chicas y muchachos muchos de ellos, otros con historias de lucha y pasados de cárceles en sus espaldas, creyendo que defendían la naciente instalación de la democracia incursionaron en un cuartel. Pienso aún hoy que actuaron con error en la apreciación de la realidad y hasta con desmesura. Causaron daño. Pero el daño que recibieron en la represalia fue tan terrible como innecesariamente superior. A ellos, como a toda la generación del 70, los movía un idealismo que incluyó la violencia de los eternamente violentados. La respuesta del poder fue, como siempre, despiadada, sin límites éticos ni jurídicos, sin otra vocación que la tortura y el asesinato, consumados por las formas más aberrantes que la especie humana pueda idear. Los sobrevivientes fueron víctimas de renovados vejámenes, que incluyeron juicios farsescos, leyes anticonstitucionales, difamación a través de “periodistas” canallas, condenas a prisión extrema que no soportan la revisión; en fin, el poder aplicando al máximo sus armas. La intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sirvió en este caso para develar parte de la trama y poner en el banquillo de los acusados al propio Estado argentino. En pareja responsabilidad los gobiernos peronista y de la Alianza fueron conminados a reparar la injusticia cometida. Ellos, que se jactan de pagar las usuras de la deuda externa por cuestiones de honor, no cumplieron ni cumplen, sin embargo, con un honor más simple: honrar los pactos internacionales que se firman. Legisladores, jueces, ministros y presidentes se escudaron con excusas que van de lo siniestro a lo grotesco. Hasta daría risa si detrás no latiera el drama. La vida de los presos políticos de La Tablada corre riesgo de daños irreparables ya; de muerte acaso mañana. Son casi cien días de castigar cuerpos debilitados por años de sufrimiento. Angustiados, conmovidos, tan impotentes como asqueados vemos pasar las horas. Vemos cómo la vida libra un desigual combate bajo reglas tramposas y con millones de espectadores tan ciegos como mudos. ¿Podrá la generación del 70 soportar una nueva derrota? ¿Otra vez los verdugos llevarán el laurel a sus frentes? Pensando en los compañeros caídos y en estos otros compañeros que simbolizan los mismos ideales, y más allá de diferencias que suenan menores ante la dureza de este momento histórico, hago uso de mi escritura para exigir que nadie convierta el cansancio, el silencio o la indiferencia de quienes se llaman justos, en la cuerda que con maña y sin tregua siguen apretando con sus manos los enemigos de la vida.

 

 

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