Por
Pablo Rodríguez
Como
hace cuatro años: Israel irá a elecciones en medio de una
revuelta palestina. Y ayer mismo comenzó la carrera electoral.
Atrapado entre la Intifada, con su interminable círculo represivo
y la falta de apoyo político dentro de Israel, el premier israelí
Ehud Barak presentó ayer su renuncia ante el presidente Moshé
Katzav. La decisión apuntaba también a dejar fuera de carrera
al derechista Benjamin Netanyahu, aquel que ganó los comicios de
1996 y que cuenta con más posibilidades de derrotar a Barak. Netanyahu
volvió ayer de un viaje relámpago a Estados Unidos y le
plantó la bandera de guerra a Barak y al líder de su propio
partido, Ariel Sharon: Voy a ser candidato del Likud. Barak
fue consagrado candidato oficial por el Partido Laborista, descartando
la opción del ala más pacifista del partido que pedía
internas. Ahora, la gran incógnita es si efectivamente Netanyahu
puede o no ser candidato del Likud.
Durante el gobierno de Netanyahu (1996-1999) fue sancionada una nueva
ley electoral, que permitía la elección directa del primer
ministro, en un plazo máximo de 60 días, si éste
renunciaba. Bajo esta ley, Barak resultó electo el año pasado
con 12 puntos de ventaja sobre el mismo Netanyahu. Y ahora la usó
en contra del dirigente derechista, porque el detalle que faltaba de la
ley es que los candidatos deben pertenecer al Parlamento. Y Netanyahu
renunció a su banca el año pasado. Varios dirigentes derechistas
denunciaron la decisión de Barak como una trampa que,
por otra parte, favorece a Ariel Sharon, ya que dejaría fuera de
juego a un Netanyahu que probablemente le ganara en las internas del Likud.
Tanto Barak como Sharon respondieron a estas acusaciones manifestándose
a favor de una enmienda a la ley para que cualquier ciudadano pueda presentar
su candidatura. Una vez más, hecha la ley, hecha la trampa: Para
que se apruebe esta enmienda son necesarias tres votaciones en el Knesset
(Parlamento israelí) y la ley estipula que la lista de los candidatos
debe cerrar 15 días después de oficializada la renuncia
del premier. Y en este tiempo es casi imposible que el Knesset apruebe
en tres lecturas la enmienda a la ley. Ante esta alternativa, los sectores
del Likud que impulsan la candidatura de Netanyahu apurarán la
autodisolución del Knesset, que ya fue aprobada en una primera
lectura hace menos de dos semanas. Hacen falta dos votaciones y más
y si lo logran el problema quedará saldado: si los comicios son
parlamentarios, Netanyahu puede presentarse como candidato a diputado
y de allí a premier. El escollo principal de esta vía es
el partido ultraortodoxo Shass, que tiene actualmente 17 escaños
y que, según encuestas recientes, perdería varios si se
renueva el Knesset. Si no obtiene el apoyo del Shass, el Likud tendrá
serios problemas para seguir con la autodisolución.
Barak ya había lanzado su candidatura hace una semana, cuando la
autodisolución del Knesset ya era aprobada en una primera lectura.
En aquel momento, se colocó equidistante de la derecha, que
no tiene ningún plan de paz, y de los pacifistas del propio
laborismo, que acusan a Barak de no querer frenar el actual conflicto
palestino-israelí. La división del laborismo se vio ayer
en la reunión de su Comité Central, al que no asistieron
las grandes palomas, el ex premier Shimon Peres y el presidente del Knesset,
Abraham Burg, en protesta por la decisión del partido de no llamar
a internas. Considero esa consulta como un verdadero referéndum
sobre nuestra tarea en dirección de la paz y la seguridad,
dijo ayer Barak.
Netanyahu, un partidario de la seguridad y no precisamente de la
paz-, fue más enfático. A fin de restaurar la seguridad
para los ciudadanos israelíes, para cada hogar, madre y niño
en Israel, y para establecer un gobierno fuerte y estable que unirá
a la nación, declaro mi candidatura al liderazgo del partido Likud
y al cargo de primer ministro de Israel, dijo solemnemente. Luego
le dedicó sus dardos a Barak pienso que si una persona
tiene miedo a luchar, es que tiene buenas razones y reconocióque
cuando fue premier cometió errores, pero saqué conclusiones.
En todo caso, la conclusión que sacó es que no hay nada
mejor que la violencia para que el electorado israelí vuelva a
pedir mano dura. Como en 1996.
INDIFERENCIA
PALESTINA ANTE LA CRISIS EN ISRAEL
Todo
es igual, nada es mejor
Quizá
los temas políticos israelíes tapen por estos días
otros asuntos: como por ejemplo, la continuación de los
enfrentamientos en los territorios palestinos. Ayer, dos palestinos
fueron muertos por el ejército israelí, uno en Belén
(supuestamente estaba armando una bomba) y en los enfrentamientos
en Nablus. El líder palestino Yasser Arafat volvió
a reclamar la presencia de una fuerza internacional de paz, mientras
Israel anunciaba que iba a denunciar a Arafat ante la comisión
investigadora presidida por el ex senador norteamericano George
Mitchell. Pero el líder palestino también habló
de la renuncia de Barak: Todo el mundo sabe que él
no se sentía comprometido con el proceso de paz y que sólo
quería ganar tiempo.
Arafat está en Arabia Saudita. Según su embajador
allí, Mustafá Dibal, el líder palestino manifestó
que la renuncia de Barak es consecuencia de las presiones
ejercidas por la Intifada palestina sobre el poder israelí.
El presidente de la Liga Arabe, Esmat Abdel Meguid, se atrevió
a decir que se trataba de una victoria de la Intifada.
Pero en las filas palestinas no hay triunfalismo. No hay
duda de que la renuncia de Barak significará que las negociaciones
de paz se congelarán hasta el fin de las elecciones,
declaró Arafat luego de llegar a la ciudad palestina de
Gaza.
El líder palestino se negó a juzgar la renuncia
de Barak pero sí juzgó al propio Barak, y de allí
se desprende que para los palestinos el actual premier renunciante
o la derecha no son demasiado diferentes. No confío
en ninguna promesa de Barak relativa a que las negociaciones de
paz son la única forma de alcanzar un acuerdo. Ha repetido
en demasiadas ocasiones esta idea, pero nunca la hemos visto cumplida.
Un mecánico palestino de Gaza, abordado por la agencia
AFP, pintó el panorama mucho más claramente. Prefiero
a Netanyahu, porque cuando Netanyahu dice no, es no, pero cuando
Barak dice que sí, quiere decir lo contrario. Algunos
analistas consideran que a ojos palestinos es mejor un líder
derechista en Israel, que se gane el rechazo de la comunidad internacional,
que alguien como Barak. En definitiva, las posibilidades
de lograr un acuerdo con Barak eran nulas, dijo el analista
palestino Ghassan al-Katib.
A Arafat no le preocupa quién dirige Israel, le preocupa
conseguir los derechos nacionales del pueblo palestino,
dijo ayer Nabil Amru, ministro de Asuntos Parlamentarios de la
Autoridad Palestina. Y el jefe del movimiento Al Fatah en Cisjordania,
Marwán Barghouti (uno de los líderes de la actual
Intifada), afirmó que las experiencias pasadas han
demostrado a los palestinos que sus derechos no deben ser rehenes
de quien dirige Israel. Quienquiera que sea el líder tendrá
que darse cuenta de que la ocupación israelí debe
terminar.
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