Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


�Bailar te hace olvidar lo que pasa en la calle�

Juan Carlos Copes está festejando sus 50 años como bailarín con un show lleno de invitados, que seguirá el próximo fin de semana y luego saldrá de gira por el interior, Japón, EE.UU. y Canadá.

Por Roque Casciero

“El tipo al que le gusta el tango no lo puede abandonar jamás. ¿Por qué? Porque el tango es un grito de pueblo. Y quizás por eso todavía es marginado. Para el bailarín, es la danza más libre del mundo, la que te permite crear y te obliga a pensar. Cuando sacás a una chica a la que no conocés, pensás en la música, no en qué le vas a decir para levantártela. Y la energía que se produce en el encuentro puede acabar en una o dos piezas, pero también en el casamiento”. Si lo dice Juan Carlos Copes, así debe ser: a los 70 años, su nombre es sinónimo de baile de tango. Su pareja con María Nieves, disuelta en el ‘96 después de cuarenta y cinco años de trayectoria, quedará en el recuerdo de quienes la vieron en acción en todo el mundo.
En sus inicios, Copes fue caudillo en los bailes del club Atlanta, luego se hizo profesional y un día, en el Tabarís, dijo: “Hasta Nueva York no paro”. Al poco tiempo estaba en Broadway, milongueando para el “Ed Sullivan Show”. Eso le abrió las puertas de escenarios de todo el mundo: bailó frente a reyes y presidentes, realizó coreografías para películas y le enseñó sus primeros pasos a varias estrellas de Hollywood. Para festejar sus 50 años de trayectoria, el bailarín comenzó a presentar este fin de semana Copes Tango Copes, un espectáculo del que participan su hija Johana Copes, el ballet Copes Tango Danza y la cantante María Graña. Ya tiene programadas otras dos fechas en el teatro Avenida (el 15 y 16), una gira por el interior y presentaciones en Japón, EE.UU. y Canadá. “No me aparto de esa frase remanida de que se necesitan dos para bailar el tango, pero digo también que hace falta un sentimiento: si no, son dos pedazos de pan sin nada en el medio. Eso es básico, lo que podés hacer en cualquier club cuando bailás para vos. Pero un espectáculo es otra cosa”, afirma.
–¿Cuál cree que fue su aporte al baile?
–En el tango espectáculo les demostré a los músicos, los cantantes y los bailarines que hay muchas puertas cerradas que podemos abrir. Yo me encargué de abrir algunas, pero todavía quedan muchas. Y son los chicos jóvenes quienes tienen la obligación de abrirlas.
–Una de las puertas que usted abrió fue la de bailar a Piazzolla.
–Exactamente. En Río de Janeiro, donde estábamos representando María de Buenos Aires, Astor me dio un abrazo de esos de oso que daba él y me dijo: “Negro, ¿quién dijo que a Piazzolla no se lo podía bailar?”. Quiere decir que a él le había quedado la deuda de ser popular.
–Usted le dio un lugar de importancia a la mujer...
–Las mujeres tuvieron mucho que ver con mi carrera: Susana Rinaldi, Libertad Lamarque, Alba Solís... Con María Graña compartimos un mismo espectáculo durante ocho años en distintas partes del mundo. Para mí eso es un logro.
–La pregunta que se cae de madura es...
–Sí, ya sé, le puedo leer el pensamiento (se ríe). Pero es lógico, porque en mis 50 años de trayectoria mucho tuvo que ver María Nieves. Lo digo con el corazón: para mí ella es la mejor bailarina de tango. Es capaz de acompañar a cualquiera. Ella es tango. Tuvimos todas las etapas de una vivencia: encontrarnos, conocernos, noviazgo, casamiento, divorcio, rubro de baile y separación.
–Y una pelea que llegó a los medios.
–Pelear, peleábamos siempre. Eso les pasa a todas las parejas. Si tenés que estar junto a tu mujer todo el tiempo, como nos pasaba a nosotros, lo más probable es que la relación dure poco. Eso se tenía que terminar y se terminó en el ‘96. Hubiéramos terminado en el ‘95, pero teníamos un compromiso con Japón, lo último que hicimos juntos. Después, Claudio Segovia (creador de Tango argentino), con gran insistencia y un afán más comercial que afectivo, nos convenció de que volviéramos al último Broadway de Tango argentino, en el ‘99. Pero prácticamente no hay afinidad ni ganas. Estoy seguro de que ella piensa igual que yo: ya está, fue.
–Sin embargo, en un espectáculo que repasa sus 50 años de trayectoria, no puede faltar María Nieves. ¿O sí?
–Así lo hubiera querido, no habría podido obviarla bajo ningún punto de vista. No soy yo solo: como dije antes, para el tango se necesitan dos. María está presente en imágenes filmadas y hay una dedicatoria a ella.
–¿En qué momento se dio cuenta de que el baile iba a ser su profesión?
–En 1952 Perón sacó un decreto por el que las radios debían emitir un 50 por ciento de música nacional. Yo creí que iba a ser beneficioso para lo autóctono, pero hecha la ley, hecha la trampa: se tocaban músicas de otros países hechas por músicos argentinos. Vino el Club del Clan y se empezó a llevar a los chicos jóvenes a los grandes estadios y nos dispersaron a los milongueros. Entonces empecé a pensar en cómo hacer para seguir con el baile del tango. Recuerdo que iba a ver películas de Gene Kelly, Fred Astaire o Leslie Caron y pensaba cómo podía hacer algo parecido con el tango. Creía que era fácil: después de 50 años puedo decir que fue muy difícil. Cuando intenté armar un espectáculo con cinco parejas, me di cuenta de las limitaciones. Yo lo veía a Donald O’Connor que hacía cuatro pasos sobre una pared, una vuelta en el aire y caía parado. Yo traté de hacerlo a pared lisa y llegué a cuatro pasos, pero me partí la cabeza y la rodilla, porque no conocía los trucos. Entonces pensé: “acá falta algo, hay que estudiar”. Y eso hice, me puse a estudiar clásico, contemporáneo, jazz, acrobacia... Todo para insertarlo en lo que yo quería mostrar, que eran historias de tango: un partido de fútbol, de billar...
–¿Se imagina sin bailar?
–No, no. Creo que, sin querer, tocó una de las causas de la separación del rubro con María. Siento íntimamente que éste es mi último espectáculo, aunque quiero seguir relacionado al tango. Pero nunca dejaría de bailar: provocaría ensayos para poder largarme... Es una terapia: bailar te hace olvidar de las cosas que pasan en la calle. Por eso, voy a seguir con el tango hasta que me vaya a la tumba.

 

PRINCIPAL