Por J. L.
En una salita del jardín
de infantes Ratoncitos, en Godoy Cruz, Mendoza, más de veinte mujeres
prestan atención. Hay chicas de 15 años y también
señoras de 60: todas son madres de menores, todas están
sin trabajo y todas están estudiando para completar su educación
básica. Es la hora de la siesta las tres de la tarde
y hace mucho calor, pero ninguna faltó. Frente a ellas, cuatro
estudiantes universitarias dan una clase sobre salud reproductiva y métodos
anticonceptivos. Dibujan sobre el pizarrón y les muestran láminas
ilustradas. Las chicas al frente del taller son voluntarias del Plan Nacional
de Solidaridad Estudiantil (Soles) de la FUA. Las alumnas son beneficiarias
del Programa Jefas de Hogar de la Secretaría de Tercera Edad y
Acción Social: hasta hace poco la mayoría de ellas no sabía
qué es ni cómo se usa un anticonceptivo.
De hecho, las estudiantes que coordinan el taller se toparon con varios
casos anecdóticos: Encontramos muchos mitos sobre los anticonceptivos.
Creían que, mientras estaban dando de mamar, no podían quedar
embarazadas. También pensaban que el DIU podía pinchar al
marido, cuenta Silvia Piani. Otros casos: Una señora
le daba las pastillas anticonceptivas a su marido. Y, claro, ya había
quedado embarazada varias veces. Otra madre contó que a los preservativos
los lavaba después de que su marido los usaba. Los colgaba en la
soga con la ropa, para volver a usarlos.
Desde el otro lado, así lo cuenta una de las jefas de hogar,
Sandra Verónica Ortiz: Los talleres nos gustan mucho. Aprendimos
muchas cosas que no conocíamos. Ninguna de mis compañeras
sabía cómo se usan los anticonceptivos. Alguna sabía
que existían, pero nada más. Sandra tiene dos hijos,
27 años, y es separada. Su único sustento son los 150 pesos
que el Programa Jefas de Hogar lanzado este año como experiencia
piloto otorga a más de 2400 madres mendocinas desocupadas
para que ellas se dediquen a completar su educación básica.
El trabajo solidario de los estudiantes pretende romper con la universidad
que se plantea como una isla, como pasa acá en Mendoza. Queremos
defender a la universidad pública y sólo podemos hacerlo
mostrándole a la sociedad que podemos ayudar, dice Lucas
Roby, 20, coordinador del plan Soles y estudiante de Medicina. Talleres
como el de Godoy Cruz todos a cargo de voluntarios de la Universidad
Nacional de Cuyo se están terminando de dictar estos días
en las diversas escuelas de la provincia donde estudian las jefas.
El trabajo solidario de los universitarios se articuló a través
de la FUA y del Programa Jefas de Hogar. Para el secretario de Tercera
Edad y Acción Social, Aldo Insuani, se trata de una iniciativa
innovadora en articulación institucional, donde trabajan en conjunto
el gobierno nacional, la provincia, que brinda infraestructura y docentes,
y los municipios, que se ocupan del cuidado de los chicos para que las
madres puedan estudiar.
En esta primera experiencia, los voluntarios de la universidad les dan
talleres de salud a 600 jefas. Pero la población
que abarcamos es mucho mayor dice Carina Copparoni, 22, estudiante
de Medicina y coordinadora del Soles. Esas mujeres tienen hijos
en edad de recibir educación sexual. Y también se da un
efecto multiplicador de la información entre vecinos y conocidos.
La primera convocatoria de estudiantes solidarios incluyó sólo
a alumnos de Obstetricia: Eran los de mayor incumbencia para las
necesidades de las jefas de hogar. Después de un relevamiento,
se decidió dictar talleres de salud reproductiva y prevención
del cáncer de cuello uterino, de mama y de enfermedades de transmisión
sexual comenta Roby. A nivel provincial, el cáncer
de mamas es la segunda causa de muerte entre mujeres. Y la ley provincial
de salud reproductiva es muy buena, permite distribuir gratis todos los
anticonceptivos. Nuestro objetivo es que las jefas sepan que pueden elegir
si quieren o no tener hijos, que entiendan que cultural y legalmente pueden
hacerlo.
A la convocatoria respondieron 45 de los poco más de 100 alumnos
que estudian Obstetricia en la Facultad de Ciencias Médicas de
Cuyo. Todos debieron hacer un curso de capacitación. Y, a fines
de octubre, comenzó el trabajo de campo, que ahora
está terminando. Los voluntarios se dividieron en grupos y se distribuyeron
entre los centros de educación básica para adultos de los
cuatro departamentos de Mendoza, donde lanzaron los talleres.
Cuando llegamos, una caudilla del barrio nos preguntó qué
íbamos a dar. Cuando le explicamos, dijo que ya sabían mucho
de eso y se empezó a llevar a la gente. Tuvimos que convencerla.
Cebamos unos mates y charlamos hasta que se enganchó. Ahora es
la primera en venir cuando hacemos el taller, cuentan Silvia Piani,
Cecilia Godoy, Carolina Caselles, Gabriela Díaz Céspedes,
todas a cargo del taller que se da en el jardín Ratoncitos.
Las mamás nos contaban que nunca nadie les explicó
nada de todo esto. Ni sabían lo que es un ciclo menstrual. Ahora
están contentas porque tienen algo nuevo para enseñarles
a sus hijos siguen. Estas señoras se sienten muy marginadas.
Y los talleres las hicieron sentir un poco importantes, que alguien se
interesaba por ellas. Sabemos que no vamos a cambiar el mundo, pero, por
ahí, ellas se dan cuenta de que no son objetos, sino mujeres con
todos sus derechos.
Por otros médicos
El trabajo solidario de los universitarios, además de redundar
en beneficio de la sociedad, tiene efectos sobre los propios voluntarios.
El objetivo es que también cambie la concepción
que tienen los estudiantes de Medicina. Los pacientes suelen ser
vistos como una cama (la número 307) o un órgano (un
hígado enfermo). Vinculándose con la gente a través
de actividades solidarias podemos empezar a verlos como personas
que sienten y piensan dijo Lucas Roby, coordinador del plan
de solidaridad estudiantil de la FUA. Lo que hacemos con el
voluntariado, para afuera, es acercarnos a la sociedad y cambiar
la cultura de prevención, y, para adentro, cambiar la actitud
de los futuros médicos. Esto implica una actitud de mayor
compromiso: no sólo poner un estetoscopio sobre un pecho,
sino comprometerse con la historia personal del paciente.
Y Carina Copparoni agregó: El alumno tipo de Medicina
va de la facultad a su casa. Es muy cerrado. Nosotros queremos cambiar
esa actitud, ser más comprometidos con la sociedad, con lo
que pasa afuera de la universidad.
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