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MURIO ROGELIO CICHOWOLSKY, PRESIDENTE DE LA DAIA
“Fue un hombre de paz”

 

Así lo definió De la Rúa. Falleció a los 57 años tras comandar una difícil transición. Su historia. Su relación con Beraja. Sus logros.

 

Por Raúl Kollmann

Cuando estaba a punto de cumplir su mandato, la transición más difícil de la historia de la comunidad judía, y tras una durísima enfermedad, falleció ayer el titular de la DAIA, Rogelio Cichowolsky. Fue el hombre que tomó la posta tras la debacle que se produjo en la conducción de la comunidad judía y que llevó a la renuncia –y al ostracismo– de su principal líder, Rubén Beraja. Tal vez muchos lo recuerden en lo que fue su última y dramática aparición pública: visiblemente afectado por la enfermedad, le reclamó al presidente Fernando de la Rúa una transformación social de la Argentina –algo no habitual para un dirigente de la DAIA– y lanzó un vibrante llamado a los líderes de Israel para que hicieran los máximos esfuerzos tendientes a la paz con los palestinos.
Tras integrar durante años la conducción del Club Náutico Hacoaj, Cichowolsky llegó como delegado a la DAIA y se convirtió rápidamente en uno de los dirigentes más cercanos a Rubén Beraja. Su mano derecha. Por su condición de abogado, fue el encargado de seguir los pasos de las dos causas judiciales, la del atentado contra la Embajada de Israel y la del posterior ataque contra la AMIA. En el caso de la embajada, mantuvo una fuerte ofensiva contra la Corte Suprema por su inacción en la pesquisa, en tanto que en el expediente AMIA dio apoyo –prácticamente sin crítica alguna– a la discutida labor del juez Juan José Galeano y a lo poco que hizo el gobierno de Carlos Menem.
El punto de inflexión de su papel de dirigente se produjo con la caída de Beraja. En ese momento, la mayor parte de la comunidad judía reclamaba la renovación de la conducción y que los dirigentes berajistas dieran un paso al costado. Las acusaciones más duras eran la cercanía con Carlos Menem y la poca firmeza en los reclamos para que se investiguen los atentados. Para colmo, toda la conducción apareció envuelta en el escándalo financiero de la quiebra del Banco Mayo.
Sin embargo, apoyado en buena parte por los clubes, centros religiosos y comunidades más pequeñas, Cichowolsky consiguió su designación como titular de la DAIA en enero de 1999. Desde entonces se diferenció levemente de Beraja, sobre todo cuando consideró que “tal vez fue un error tener a un banquero como máximo representante de la comunidad judía”. Paralelamente impulsó un mayor acercamiento con el embajador de Israel, Itzhak Avirán, un adversario de Beraja en casi todos los terrenos. No obstante, en lo esencial, las políticas fueron las mismas: buenas relaciones con el gobierno de Menem y después, con el de Fernando de la Rúa, apoyo acrítico al juez Galeano y relación más que tensa con Memoria Activa.
Sin duda, su labor más destacada fue la aplicación de la ley Antidiscriminatoria y la batalla contra las distintas manifestaciones racistas, no sólo contra judíos sino también contra los inmigrantes bolivianos y paraguayos.
La muerte de Cichowolsky se produce a una semana exacta de la asamblea que debe elegir su sucesor. Pese a las promesas, el sistema de votación –no hay sufragio directo, es en una asamblea de representantes– casi no varió, por lo que instituciones grandes como Hebraica, Hacoaj o Macabi, con miles de socios, tienen casi los mismos votos que un centro religioso de 100 miembros. La alianza de los clubes e instituciones pequeñas seguramente pondrá en el cargo otra vez a un hombre que viene del berajismo. Los candidatos son dos: Roberto Zeidemberg y José Ercman, ambos estrechos colaboradores de Beraja.
Más allá de las adhesiones y las críticas, lo cierto es que Cichowolsky ha sido reconocido como un tremendo batallador que no llegó a la dirigencia por fortuna personal ni por ser cultor del alto perfil. Es más, la mayoría de los que lo conocieron aseguran que lo que siempre quiso fue trabajar para la comunidad judía, no ser dirigente.
Cichowolsky, que tenía sólo 57 años, será enterrado hoy a las 12 en la parte nueva del Cementerio de La Tablada. El cortejo fúnebre partirá a las 11 de la sede de la AMIA-DAIA, el reconstruido edificio de la calle Pasteur, donde fue velado. Hasta allí se acercó todo el abanico de la dirigencia política argentina, incluido el presidente de la Nación. Fernando de la Rúa lo despidió en una carta pública escrita de su puño y letra, donde lo definió como “mi querido amigo (...), un hombre de paz, incansable defensor de la igualdad y la justicia”.

 

 

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