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POLEMICA POR LOS SIETE MILITARES CUESTIONADOS PARA SER ASCENDIDOS
“Si hay errores, son costos de la impunidad”

El ministro de Defensa calificó como �disparatadas� algunas de las objeciones de la Subsecretaría de Derechos Humanos sobre siete oficiales propuestos por el Ejército para ascender. Diana Conti dijo que se basó en la Conadep �porque el Ejército no me da los legajos para chequear�.

Por Nora Veiras

Como todos los fines de año la lista de ascensos de militares que envía el Poder Ejecutivo al Senado genera polémica en torno a los represores que incluye. El año pasado fueron ascendidos seis oficiales denunciados por violaciones a los derechos humanos. Ahora siete nombres aparecen cuestionados por su posible participación en el terrorismo de Estado. El titular del bloque de senadores radicales, el puntano Jorge Agúndez, aseguró que el ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, le dijo que “son disparatadas” algunas de las objeciones. La subsecretaria de Derechos Humanos, Diana Conti, explicó a Página/12 que “le envié al Senado los testimonios de la Conadep que muestran que las personas mencionadas podrían ser las que se pretende ascender. Yo no tengo forma de chequearlo porque el Ejército no me dio los legajos. Si hay errores son los costos de la impunidad, si se hubieran profundizado las investigaciones no correríamos riesgos de injusticias”.
El secretario general del Ejército, Eduardo Alfonso, le aportó a la subsecretaría de Derechos Humanos –dependiente del Ministerio de Justicia– los nombres de los oficiales que esa fuerza pensaba proponer para ascender. Se buscó en los archivos de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep) si aparecía alguno de los propuestos. Con los primeros datos relevados se realizaron charlas entre los encargados del tema en la subsecretaría y un representante del Ejército. Conti aseguró que “ellos negaron que los oficiales señalados en los testimonios de la Conadep, cuyos nombres coincidían o se parecían a los postulantes propuestos, fueran las mismas personas”.
–¿Por qué los incluyeron entonces en el informe que elevaron al Senado? –le preguntó este diario.
–Yo no emito opinión acerca de si tal o cual es un represor. Cuando el Senado me pidió información, acompañé algunos testimonios de la Conadep para que ellos los confrontaran. Probablemente, en ese sentido habrá algún homónimo. Con la Conadep –que son varias personas– tomamos la decisión de enviarlos porque es en el Senado donde el Ejército tiene que demostrar que no son las personas denunciadas. A mí me lo dijeron, pero ¿cómo lo compruebo? No me dieron las fojas de servicio. Por edad, no puedo descartar: Astiz tenía 21 años.
–Defensa dice que en las objeciones planteadas hay “disparates”...
–Si Defensa elevó esos nombres será porque ellos están convencidos de que son otros oficiales. Mi obligación legal es que plantearle al Senado las dudas que pueda haber para que las investigue: yo no tengo listas de represores con las cuales confrontar. Según nuestra Constitución el juez de esos ascensos es el Senado. Ellos sí podrán acceder a las fojas de servicio y harán su juicio de valor.
En coincidencia con los uniformados, el Ministerio de Defensa hizo trascender “los errores” de las objeciones realizadas:
* El coronel de Comunicaciones Luis Alberto Pozzi era teniente en los ‘70 y no tiene nada que ver con el que aparece en el legajo 7974 de la Conadep como un “coronel Posi del Servicio de Inteligencia de Rosario” acusado de haber ordenado el traslado de una detenida. “Sería absurdo que si era coronel en los ‘70 se lo propusiera ahora. Además murió el año pasado”, aseguraron en Defensa.
* El teniente coronel de Ingenieros Nicolás Hipólito Morel Quirno no estuvo nunca en ningún destino comprometido. El legajo 2397 de la Conadep se refiere a que en la cárcel de La Plata “los principales torturadores eran Guerrero, Rivaneira o Ravadenerira, Morel”. Según los uniformados, el Morel acusado pertenecía a la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
* El teniente coronel de Comunicaciones Adolfo Stel es el hijo del coronel homónimo que aparece mencionado en el legajo 4391 de la Conadep como “coronel médico” del Hospital Militar Central.
* El teniente coronel de Artillería Oscar Alfonso Vaquero. Según un testimonio (legajo 3575) “desde el centro clandestino que funcionaba en elárea de Institutos Militares hubo un ‘último viaje’ para arrojar detenidos al río, lo comentó quien lo hizo, un militar de apellido Vaquero, hijo de un general”. En defensa aseguran que “Vaquero no es piloto militar, no es hijo del general Vaquero y era subteniente en esa época”.
El capitán del Ejército, José Luis D’Andrea Mohr, consideró que “no es necesario ser piloto para arrojar gente al mar. Es el único que quedó objetado en el último informe que se realizó en la subsecretaría”.
* El teniente coronel de Caballería Arturo Norberto Benavídez. Aseguran que “nunca estuvo destinado en La Plata ni cumplió funciones en el Puesto Vasco, un centro clandestino cercano a la Estación Don Bosco” (Legajo 1277).
* El teniente coronel de Intendencia Virgilio Alberto Moschino. Aparece mencionado en el legajo 1344 como uno de los encargados de los operativos de control a cargo de la unidad en el Batallón 601, Viejo Bueno. En este caso coinciden el nombre y el destino “pero sólo cumplían tareas de guardia”, aseguraron en Defensa
* El teniente coronel de Infantería Alfredo Berner. En el legajo 3665, un conscripto del Regimiento 1 de Patricios declaró que en ese lugar estaba detenida una persona “que supone que era un desaparecido” y el “teniente Alfredo Berner” era uno de los encargados del lugar. En este caso, Defensa también admitió que se trata de la misma persona pero aseguran que “nunca fue denunciado como torturador”.
El senador Agúndez dijo que “ningún ascenso será aprobado o descartado hasta tanto se completen las investigaciones en curso” y que “en las próximas horas recibirán el aporte de un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels)”.
“Actuamos con lealtad, analizando cada uno de los casos”, dijo a principios de este año el radical José Genoud, antecesor de Agúndez después de avalar el ascenso de seis represores. Entre ellos Eduardo Daniel Cardozo, acusado de tres secuestros y beneficiado por la Ley de Obediencia Debida fue ascendido a coronel. Es de esperar que este año el estudio riguroso de los antecedentes permita no ascender a violadores de los derechos humanos. Como dijo Conti “si hay errores son los costos de la impunidad” que las leyes del olvido y los indultos garantizaron.

OPINION

Por Alfredo Bravo *

Impunes y mesiánicos

Hubo un tiempo en que ellos se adjudicaron la potestad de decir lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que podía hacerse y lo que quedaba prohibido. Era así que de sus bocas salían contundentes normativas acerca de temas tan disímiles como la economía, la política social, la educación, la moral –o mejor, la moralina–, la justicia, etc., etc.
Aquel tiempo correspondió a los años de la dictadura. Y ellos eran los miembros de una corporación castrense habituada a la impunidad y al mesianismo.
El próximo domingo se cumplirán diecisiete años del final de aquella tragedia y de la reinstauración de las instituciones democráticas en Argentina. Sin embargo, el tiempo transcurrido parece que no alcanzó para desarticular la corporación ni para persuadir a sus miembros de que impunidad y mesianismo son incompatibles con la República.
Tras casi una década de empeño por parte del teniente general Martín Balza para que su fuerza, el Ejército, asumiera la responsabilidad que le cupo durante la dictadura y se incorporase a la vida democrática sin más derechos ni privilegios que el resto de la sociedad, aparecen indicios sobre lo vana que habría resultado la tarea del ahora militar retirado.
Es que su sucesor, el teniente general Ricardo Brinzoni, habla y actúa con modismos impregnados de un corporativismo que se resiste a desaparecer.
Así lo demostró al promover el ascenso al grado de coronel de hombres acusados de haber participado en crímenes de lesa humanidad; al intervenir en nostálgicas evocaciones de episodios de lo que llaman guerra sucia; al hacerse acompañar en actos oficiales por individuos de la laya de Luciano Benjamín Menéndez, entre otras perlas negras que va dejando a su paso el actual jefe del Ejército.
Pero el collar que podría engarzarse con tales perlas ha sumado otra cuenta: sus declaraciones referidas a la condena que la Justicia italiana impuso a Carlos Suárez Mason y Santiago Riveros por la muerte y desaparición de ciudadanos ítalo-argentinos.
Dijo Brinzoni que no comparte el criterio con el cual la Justicia italiana se declaró competente para investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura y condenar a Suárez Mason y Riveros.Habría que entender que, con su declaración, Brinzoni se alinea entre quienes defienden el principio de territorialidad según el cual los delitos deben juzgarse donde se perpetúan. Pero, en el caso de los delitos cometidos por la dictadura militar argentina, la defensa de ese principio sólo es válida cuando quien la hace reclama, a la vez, que sus autores sean juzgados por la Justicia local.Lejos está el jefe militar de auspiciar que los tribunales argentinos se abran para sus camaradas de arma involucrados en tales delitos. Por lo tanto, el no comparto con el que pretende desacreditar el fallo italiano se parece más a un reclamo de impunidad que a un reclamo de justicia. Por si fuera poco, sus dichos tienen ese tono mesiánico que los militares dictatoriales usaban para opinar sobre temas que les eran tan exóticos como el de la justicia.
* Diputado nacional. Partido Socialista Democrático

 

 

 

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