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Con ustedes, los jueces más imparciales del mundo

Por Javier Valenzuela *
Desde Washington

Tanto si la adopta ahora el Poder Judicial como si termina recayendo por enero en el legislativo, la decisión final en la lucha por la Casa Blanca será partidista y reflejará la extrema polarización de la vida política norteamericana. Es evidente que la ventaja del candidato que termine ganando en Florida, y en consecuencia en Estados Unidos, será menor que el margen de error del chapucero sistema electoral norteamericano. Así que las caretas han caído y hasta los jueces de Tallahassee y Washington sentencian en función de sus simpatías políticas.
Para muchos, la gran sorpresa del actual capítulo de la noche electoral norteamericana es ver a los miembros de las más altas instancias judiciales dejándose llevar por su color político a la hora de interpretar las leyes a favor de Al Gore o George Bush. En dos ocasiones trascendentales, el 21 de noviembre y el 8 de diciembre, el Supremo de Florida sentenció a favor de los recuentos manuales solicitados por Gore. ¿Tiene algo que ver el que seis de sus siete miembros fueran nombrados por gobernadores demócratas?
Y en otros dos momentos, el 4 y el 9 de diciembre, el Supremo de Estados Unidos dio una severa reprimenda a sus colegas de Tallahassee y expresó sus dudas sobre la constitucionalidad de prolongar los escrutinios manuales una vez realizados dos mecánicos y certificada la victoria de Bush por el Ejecutivo de Florida. ¿Tiene algo ver con el hecho de que siete de sus nueve miembros fueran nombrados por los presidentes republicanos Nixon, Ford, Reagan y el primer Bush?
En ambos casos la respuesta es afirmativa. A los jueces de Tallahassee y Washington se les está pidiendo que se pronuncien sobre algo que no está escrito en la Constitución ni ningún libro de derecho, una situación sin precedentes en la historia estadounidense. Se les demanda que emitan sentencias que empujen hacia la Casa Blanca a Gore o Bush. Ni uno ni otro obtuvieron una clara victoria en las urnas el 7 de noviembre; los dos tienen buenos argumentos a favor de sus tesis.
La decisión es, pues, política. Y puede resumirse en la pregunta: ¿qué es lo mejor para el porvenir del sistema político del país? Cuatro de los siete magistrados de Tallahassee decidieron el viernes que lo mejor es contar hasta la última papeleta rechazada por las máquinas, y no dejar dudas sobre el vencedor en Florida. Es lo que quiere Gore. Pero el presidente del Supremo de Florida, Charles Wells, votó con la minoría y advirtió a sus colegas que esa decisión podía abrir “una crisis constitucional innecesaria y sin precedentes”.
Así lo vieron, provisionalmente, cinco de los nueve magistrados del Supremo de Estados Unidos, al ordenar, el sábado, la paralización del escrutinio manual ya en curso. Fue, precisamente, el quinteto más conservador, incluido su presidente William Renhquist. En la minoría estuvieron los cuatro de talante liberal o centrista. Y si tras la audiencia de ayer se mantiene esa correlación de fuerzas, lo que no es seguro, podrá decirse que, por un voto, el grupo conservador del Supremo de Estados Unidos le da la presidencia a Bush.
Si no es así y el Supremo falla a favor de Gore y los recuentos manuales, la pugna pasará al Poder Legislativo y será aún más obviamente política. El Legislativo de Florida atribuirá directamente a Bush los 25 compromisarios de ese estado en el Colegio Electoral. Lo hará de modo estrictamente partidista. Los republicanos votarán en masa a favor de Bush, y tienen mayoría en las dos cámaras: 77 frente a 43 en la baja y 25 frente a 15 en la alta. Las minorías demócratas se opondrán en bloque y pondrán el grito en el cielo.
Así las cosas, el Congreso de Estados Unidos se vería abocado a pronunciarse el 5 o 6 de enero, algo que produce sarpullidos en los dosgrupos parlamentarios. No han cicatrizado todavía las heridas del “caso Lewinsky”, que fracturaron el Capitolio siguiendo estrictas líneas partidistas: los republicanos contra Clinton, los demócratas atrincherados a su favor. Pero esta vez sería todavía peor. Primero, porque el proceso de impeachment de un presidente tiene un claro guión escrito en la Constitución y la tradición estadounidenses, pero no el de elección parlamentaria del titular del Despacho Oval. Segundo, porque las fuerzas en el Congreso están ahora aún más igualadas que en 1998 y 1999. Los republicanos tienen una exigua mayoría en la Cámara de Representantes (221 frente a 214) y los dos partidos están empatados a 50 en el Senado.
Los jueces, que en Estados Unidos son nombrados por los políticos o elegidos en votaciones populares, y los legisladores no hacen sino reflejar en esta batalla entre Gore y Bush la división al 50 por ciento de la mitad de Estados Unidos que se interesa por la política. También la extraordinaria polarización entre republicanos y demócratas que marca la era de Clinton. En su tremenda confusión, los datos del 7 de noviembre sólo arrojaron una certeza: la de una igualdad de fuerzas también sin precedentes.
De los 101,7 millones de votos emitidos en todo EE.UU., Gore obtuvo 49,3 millones frente a los 49,1 millones de Bush, según el último cálculo de ABC News. Es una ventaja de unos 200.000, el 0,2 por ciento del total de los sufragios. Entre los casi 6 millones de votos expresados en Florida, Bush ganó por 1725 votos, según el recuento de la madrugada del 8 de noviembre; 930, según el segundo escrutinio mecánico; 537, según los resultados certificados del 26 de noviembre, y 154, tras las correcciones impuestas el viernes por el Supremo de Florida. Más ajustado, imposible.
¿Y los independientes y los moderados de ambos partidos? Han sido borrados del mapa en las últimas cinco semanas. Pero tendrán que reaparecer una vez conocido el nombre del presidente, porque si no el próximo cuatrienio político estadounidense va a ser de infierno.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.


VOTOS DE MUERTOS, COMPRADOS, Y FRAUDES DIVERSOS
Los estados bananeros de los EE.UU.

El escándalo electoral de Florida es la regla, no la excepción. Según una investigación especial de Los Angeles Times, el precario sistema de conteo de votos del país sólo es confiable cuando el resultado de las elecciones no es estrecho. “La mayor parte de los problemas surge de máquinas electorales obsoletas, asesores mal formados y de la negligencia, más que de una voluntad deliberada de fraude”, sentencia la nota. En un estudio de 12 estados a lo largo de todo Estados Unidos, los resultados parecen quitar dramatismo a la carrera presidencial cabeza a cabeza de Florida, y extender las dudas a todo el país. La conclusión del estudio es oportuna: “Como las boletas pueden ser compradas, perdidas, mal contadas, robadas, desechadas o enviadas a Dinamarca, nadie sabe con precisión cuántos votos no son contabilizados en las elecciones norteamericanas”.
El examen muestra que en la ciudad de Nueva York los votantes deben usar máquinas de votación tan antiguas que ya no se fabrican. En Texas existen “electores prostituidos”. Los encargados del escrutinio, u “observadores” como prefieren ser llamados, simplemente compran los votos; en los casos más difíciles, los roban de las urnas. Alaska tiene más electores inscriptos que habitantes en edad de votar. Los padrones electorales de Indiana, que acepta inscribir a los votantes en las listas electorales con una simple firma en el momento de obtener el permiso de conducir, están atestadas de personas que perdieron sus derechos cívicos, ya fallecieron, o fueron inscriptos varias veces. En Oregon, más de 36.000 votantes del millón y medio habilitado sufragó por correo a través de boletas cuyos datos fueron completados por un tercero. En Wisconsin, algunos estudiantes afirmaron que votaron hasta cuatro veces en la misma elección.
La investigación recuerda que el sistema de votación es tan problemático que la agencia federal conocida como Instituto Nacional de Estándares y Tecnología aconsejó 12 años atrás que el sistema de boletas perforadas debía ser eliminado, pero más de 500 condados en todo el país las siguen usando. Los estándares federales para los equipos de votación entraron en vigor en 1990, pero no son obligatorios. Un grupo de estados, incluyendo Florida, incorporó esos nuevos estándares. Pero excluyó de ellos a todos los equipos existentes. La consecuencia es que los sistemas que datan de los años 50 en Florida y otros estados del país quedaron exentos y siguen funcionando, o intentándolo, como siempre. Robert Richie, director de una ONG de Washington, sintetizó las dos lecciones que dejará esta elección: “Su voto realmente cuenta. Por otro lado, su voto puede no ser contado”.

 

 

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