Por
Roque Casciero
Desde Montevideo
La
zona del Parque Rodó, frente a la rambla de Montevideo, sin dudas
era un buen lugar para pasar una agradable noche estrellada. Sobre todo
porque Rubén Rada y Jorge Drexler tenían la misión
de abrir la temporada del Teatro de Verano Ramón Collazo, un anfiteatro
al aire libre que se llenó gracias a la convocatoria de los artistas
y a los precios populares (entre 7 y 15 dólares). Era la primera
vez que compartían cartel, aunque Drexler una cara relativamente
nueva en la música uruguaya ya había teloneado a Rada
en alguna oportunidad. Sus actuaciones, de todos modos, tuvieron pocos
puntos en común, más allá de que compartieron algunos
músicos en sus bandas y cantaron a dúo un par de temas.
La noche comenzó con La Otra, un cuarteto vocal femenino que mostró
buenas versiones a capella de canciones de Jaime Roos, Rada, Drexler y
Caetano Veloso. Después fue el turno del chileno Joe Vasconcelos.
Aunque cuenta con buenos músicos en su banda y se basa en ritmos
brasileños calientes, su propuesta no logra superar cierta medianía.
Así y todo, se ganó el respeto del público montevideano.
Armado sólo con su guitarra acústica (y una pedalera que
multiplica sus posibilidades), Drexler dejó en claro enseguida
por qué es el artista más importante que dio la música
popular uruguaya en los últimos tiempos. En ese lugar lo han colocado
sus letras sólidas e inspiradas, su voz chiquita pero con dicción
cristalina y su interés por conjugar sonidos antiguos y modernos.
En cinco años y gracias a los buenos oficios de Joaquín
Sabina, Drexler pasó de ser un médico que cantaba sus canciones
ante públicos reducidos, a que esas composiciones sean interpretadas
por el propio Sabina, Jaime Roos, Ana Belén y los Ketama.
El repertorio del cantautor se basó en las canciones de Frontera,
su álbum más reciente, aunque también visitó
algunas viejas páginas y logró conmover con una versión
abreviada y muy delicada de Beautiful boy, que dedicó
a su autor, John Lennon. El segundo segmento fue con una banda (de la
que forman parte algunos ex Peyote Asesino) que lo apoya con vuelo en
sus excursiones por una milonga trip hop (Al sur del sur),
ritmos africanos (Memoria del cuero) o un pericón chamamecero
(Vaivén). Samples y tambores conviven perfectamente
en las canciones de Drexler, que este viernes vuelve a presentarse en
Buenos Aires (en La Trastienda).
Rada, viejo animal de escenario, hizo gala de su voz repleta de matices,
que no parece acusar el paso del tiempo. Aunque su flamante Quién
va a cantar suene más cercano al pop pasteurizado de lo que nunca
estuvo en su trayectoria, el Negro conserva su musicalidad y su carisma.
Además, su show tuvo más mugre que la límpida producción
de la que lo rodeó Cachorro López, lo cual fue en claro
beneficio de canciones como Turismo candombero o Muriendo
de plena. A ver esos gritos de locura, pidió
una y otra vez Rada, con rápida y chillona respuesta del público.
El cantante y percusionista es una figura muy popular en Uruguay, por
eso no resultó nada extraño que las tres mil personas que
llenaban el Teatro se entregaran sin concesiones a bailar con su fusión
de jazz, rumba, bolero, candombe y reggae (mezcló un tema propio
dedicado a Bob Marley con No woman, no cry y Calipso
bananero).
Al final, el Negro convocó a Drexler y Vasconcelos (a Lea Bensassón,
de La Otra, ya la tenía como corista en su banda) para calentar
aún más el ambiente con el viejo éxito La mandanga
y con Funky salsa. Eran las tres de la mañana, pero
todo el mundo parecía tener, todavía, ganas de bailar.
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