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�Estas compañías están al margen, pero unidas tienen mucha fuerza�

Antonio Célico es el coordinador del Festival de la Víspera, un evento que presenta elencos independientes e interactúa con Europa.

Por Hilda Cabrera

Laberinto es el nombre que designa al IV Festival de la Víspera, que se realizará entre este domingo 17 y el 23 en Ciudad Jardín, El Palomar. Su coordinador, Antonio Célico, director de El Baldío Teatro (Av. Wernicke 2866), viene desarrollando proyectos de intercambio pedagógico y artístico (“Un puente sobre el Atlántico”) con grupos europeos, básicamente con el Centro Via Rosse de producción teatral (Padua). Lo que se verá durante el evento (con entrada libre) abarca teatro de investigación de grupos, murga, música, arte callejero, bandas, pintura, literatura, video y fotografía. La programación incluye, entre otras agrupaciones, a la destacada Diablomundo (de Temperley), que cierra el sábado 23 con De Ulises y Penélope, la risa o el gesto de la flor. Se presentarán además la trilogía Sobre ángeles y demonios, resultado del proyecto con Via Rosse, cuyo titular es el argentino Norberto Presta, radicado en Italia desde 1980. Los espectáculos coproducidos son Macbeth’s Daimons, Ella y él y Patria.
De regreso de Europa, donde concretó una serie de giras para financiar sus propios proyectos, Célico retoma su contacto con la Argentina, apostando a los opuestos, a ángeles y demonios: “Esta vez nos movemos dentro de ese marco. Trabajamos sobre el personaje Macbeth y el momento previo a la batalla final (el ataque de los ejércitos de Macduff y Malcolm que precede a la muerte de Macbeth por Macduff). También en los otros espectáculos nos manejamos con opuestos: Ella y él, que dirijo, y Patria, donde la actriz y directora Sabine Uitz (integrante de grupos de Austria e Italia) toma recuerdos y experiencias de la infancia ligados a la patria, un concepto muy vapuleado y conflictivo”, como apunta en diálogo con Página/12 el director y actor Célico. “En Patria la intención es mostrar distintas caras de un mismo suceso. Cuestionar a través de dos personajes italianos y dos argentinos asuntos relacionados con la primera y segunda Guerra Mundial, la lucha de las Brigadas Rojas en Italia y la experiencia personal de un físico que emigró de la Argentina en tiempos de la dictadura militar.”
–¿Quiere decir que Patria no es sino el resultado de vivencias personales?
–Tratamos de apoyarnos en esa idea, para poder desde allí cuestionar símbolos y valores instituidos por el sistema. Sabemos que como juego es riesgoso, pero esto nos acercó de otra manera al concepto. Por eso, a veces nos sentimos más identificados con un teatrista de otro país que con alguien del propio.
–¿Cómo es Ella y él?
–Un trabajo sobre la complementariedad, pero no vinculada exclusivamente a la pareja. Partimos de tres relatos, de Sabine, Norberto y mío. Improvisamos buscando un espacio para compartir con los espectadores, y ese vínculo que nace cuando uno sabe que es observado pero no conoce totalmente al observador.
–Se convierten en animales de laboratorio...
–Puede ser, pero no, si logramos sorprender al espectador, modificando finales o cambiando roles, por ejemplo. Corriéndonos todo el tiempo de los lugares comunes.
–¿Cómo se inició esta relación con Italia?
–En mi caso, por Eugenio Barba (director y teórico italiano, fundador del Odin Teatret), que me invitó a un encuentro de teatro. Lo conocí en 1995, cuando gané una beca del Fondo Nacional de las Artes. Yo había hecho una investigación sobre la danza en la Quebrada de Humahuaca, que me sirvió para el training del actor. Me centré en la festividad de San Santiago, en la danza de los cuartos (porque se baila con cuartos traseros de animales), donde los pies permanecen muy pegados a la tierra y la cadera muy contraída y hacia abajo, lo cual reafirma los rasgos orientalesque tiene nuestra cultura. También sobre la fiesta de San Juan, y sobre máscaras, diablos y el carnaval, que es una inversión del espacio y del tiempo increíble.
–¿Barba influyó en su trabajo?
–El aporte de Barba se relaciona con la técnica, con la manera de entender el teatro y construir estrategias que permitan a los grupos llevar adelante su producción, en cada país y a través de los viajes. Este festival es un ejemplo. Constituimos compañías que están al margen, pero construyen a partir de esa debilidad individual. Al juntarnos, tenemos otra fuerza. El Festival de la Víspera (sobre el cual se puede obtener información llamando al 4751–8867) está muy ligado a la zona y esto nos permite mantenerlo. Ahora llegaron estudiantes del Centro Via Rosse, y esperamos a operadores culturales, maestros y un grupo de arquitectos para viajar a Humahuaca, donde El Séptimo (red de teatro) está construyendo un centro de investigación en artes escénicas, plástica, música y literatura. La relación de los grupos con la comunidad es muy fuerte en casi toda Latinoamérica. En la Argentina es buena, pero dispersa. Por eso nos obsesiona ayudar a los que recién empiezan.
–¿No se desaniman?
–Tenemos mucho miedo de que las dificultades nos paralicen. Vemos que no hay impulso a través de la enseñanza oficial, que el chico que termina de cursar teatro no sabe cómo encontrar formas de autogestión. Pero es importante no ceder, juntarse, producir y abrirse a todas las disciplinas. No es fácil, pero se sobrevive.

 

 

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