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Reconocen el “costo político”
pero no resuelven el tema Tablada

Jorge de la Rúa admitió que, por no cumplir las recomendaciones de la CIDH que pidió la doble instancia para los presos de La Tablada, el Gobierno paga costos. La CIDH le dio 10 días para que resuelvan el caso.

El premio Nobel de Literatura, José Saramago, visitó a los presos en el Hospital Fernández.

El ministro de Justicia, Jorge de la Rúa, reconoció ayer al terminar la reunión de gabinete el “costo político” que representa para el Gobierno la falta de una salida para los presos por el ataque al cuartel de La Tablada, que llevan 101 días de huelga de hambre. Mientras el Ejecutivo se muestra empeñado en esperar a que la Corte Suprema resuelva, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le dio un ultimátum de diez días para que adopte “las medidas necesarias” para habilitar la revisión de las condenas a los detenidos.
El Gobierno recibió el lunes una comunicación de la CIDH en la que le recuerda que en su informe de 1997 recomendó a la Argentina que concediera una segunda instancia judicial a los presos, tal como dispone la Convención Americana de Derechos Humanos. El organismo internacional también sugirió, en aquel entonces, que se garantizara “una investigación independiente, completa e imparcial” del ataque de La Tablada, en enero de 1989, y que se adoptaran las medidas “más apropiadas para reparar a las víctimas o sus familiares”. “A más de tres años del informe de la Comisión, sus recomendaciones continúan incumplidas”, concluyó la entidad de derechos humanos al terminar su período de sesiones el viernes último.
El ministro De la Rúa aseguró ayer que el Estado tiene “un compromiso internacional” para promover la revisión de las penas de los atacantes de La Tablada. Pero, en contra del pedido de los presos del MTP, no ha accedido a conceder ni el indulto ni la conmutación de penas. Por lo pronto, ha optado por agotar la vía judicial. Con ese fin, el procurador del Tesoro, Ernesto Marcer, presentó por orden de un decreto presidencial un recurso extraordinario para que la Corte Suprema le indique a la Cámara de Casación Penal que revea la condena de los 13 acusados. El 23 de noviembre la Sala II de Casación rechazó el planteo de los detenidos fundamentando que no hay norma que lo faculte a conceder la revisión.
“Si hay un compromiso internacional de doble instancia que no se ha cumplido, el Estado debe cumplir con el mismo”, admitió el titular de Justicia. Y volvió a lamentar que el tema no se haya podido resolver en el Congreso donde, señaló, “desgraciadamente fracasaron todas las tentativas” de reformar la Ley de Defensa de la Democracia introduciendo la de apelación. “Muchas veces cumplir con la ley implica pagar costos políticos, pero no hay mayor costo político que dejar de cumplir con la ley”, planteó.
A pesar de que, días atrás, el presidente de la Corte, Julio Nazareno, opinó que el máximo tribunal “tiene que decir que no” al recurso presentado por Marcer, el ministro De la Rúa dijo que “el Gobierno confía en plenitud en los órganos judiciales y en este caso la Corte”. Aclaró, además, que el Ejecutivo no recusará a ningún miembro del tribunal.
El vocero de los presos, Adrián Witemberg, se mostró conforme con la advertencia de la CIDH al Estado argentino. “Es que el Gobierno tiene que saber que la situación de los detenidos es cada vez peor –dijo–, no sabemos qué puede pasar con ellos en los próximos días, de modo que tiene que dar una salida si no quiere más costos.”

 

Plazo breve

El escritor portugués y Premio Nobel de Literatura, José Saramago, visitó ayer en el Hospital Fernández a seis de los presos por el copamiento del cuartel de La Tablada, que llevan 101 días de huelga de hambre en reclamo de que se les conceda la libertad. Saramago aseguró que los detenidos “son víctimas de una ley anticonstitucional”, y agregó que percibe que en el país hay una “falta de conciencia popular que presione hoy mismo al Gobierno para enfrentar el problema”. En cuanto a la resolución del conflicto, el escritor dijo que “el indulto probablemente es lo que hay que esperar”, y rogó que esa medida sea anunciada “en un plazo breve”.

Cadenas cerca del pesebre

Familiares de los presos de La Tablada e integrantes de la agrupación HIJOS estuvieron ayer encadenados durante tres horas en la puerta de la Casa de Gobierno, en reclamo de que el Poder Ejecutivo les otorgue a los detenidos la posibilidad de apelar sus condenas. También participaron integrantes de organismos de derechos humanos y personalidades de la cultura.
La protesta comenzó a las 16.40, cuando los manifestantes y un grupo de intelectuales pasaron el vallado de acceso a la Casa Rosada. Las medidas de seguridad se habían relajado por la instalación de un pesebre, por lo que unas quince personas se encadenaron junto a la entrada principal, con carteles que pedían la libertad de los presos, que llevan cien días de huelga de hambre. En ese momento, algunos policías reprimieron violentamente a los manifestantes, pero por mediación de los intelectuales allí presentes después se limitaron a formar un cordón.
En primer lugar, se acercaron para apoyar la medida el escritor Osvaldo Bayer, el cantante Piero y el periodista Miguel Bonasso, y luego llegaron los dirigentes de derechos humanos Herman Schiller y Arturo Blatezky, y el legislador porteño Abel Latendorf. Pasadas las 19, los manifestantes se desencadenaron y se dirigieron a la Biblioteca Nacional, en donde el escritor portugués José Saramago brindaba una conferencia.

 

PIDIERON QUE SE GARANTICE EL DERECHO A LA VIDA
La Corte falló contra los presos

Por Irina Hauser

La Corte Suprema dio ayer su primer pronunciamiento sobre los detenidos por el ataque al cuartel de La Tablada, que ayunan hace 101 días. El tribunal rechazó el hábeas corpus presentado por un abogado para que cese “el agravamiento ilegítimo de las condiciones de detención” de los presos y “se tutele su derecho a la vida”. Sólo Enrique Petracchi discrepó. Dijo que ante la falta de acción del Congreso, la Corte debe “otorgar eficacia a un derecho internacionalmente exigible” y abrir la revisión de las condenas.
El abogado Roberto Boico hizo la semana pasada una presentación destinada a que el alto tribunal intervenga para evitar la muerte de los 12 presos que están en huelga de hambre. El letrado pidió informes a los médicos a cargo de los ayunantes y, al Estado Nacional, sobre las medidas que ha adoptado para “dar cumplimiento a las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)”, que en 1997 señaló que se debía abrir la segunda instancia de apelación.
Votaron la desestimación del recurso presentado por Boico el titular de la Corte, Julio Nazareno, Eduardo Moliné O`Connor, Carlos Fayt, Augusto Belluscio, Guillermo López y Gustavo Bossert. Fayt argumentó que el abogado es ajeno al proceso en cuestión y que “las diversas peticiones” por él invocadas exceden el marco del hábeas corpus.
El único ministro que votó en disidencia fue Petracchi, quien, incluso, fue más lejos. Sostuvo que el hecho de que el Congreso no haya facilitado modificación de la ley para incluir la revisión de condenas, “no constituye un fundamento suficiente para convalidar por omisión la subsistencia de condenas dictadas en contravención con lo dispuesto por el Pacto de San José de Costar Rica”. Concluye que “los instrumentos procesales disponibles, interpretados a la luz de las exigencias de la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos, permiten reparar la lesión constitucional al derecho a la doble instancia”.
En tribunales algunos juristas estiman que el voto de la mayoría de los ministros en el caso del hábeas corpus anuncia lo que harán con el recurso extraordinario presentado por el Estado para que la Corte indique a la Cámara de Casación que revea las condenas. Algo que se correspondería con lo que ya dijo Nazareno públicamente: “La Corte tiene que decir que no”.

 

OPINION
Por Miguel Bonasso

Alguien quiere que se mueran

A esta altura del partido es evidente que un sector del gobierno quiere que se mueran los presos de La Tablada. Sería una suerte de prueba de sangre en la pira sacrificial del Ejército. Una manera de asegurarse la lealtad de ciertos halcones para una circunstancia deseada por el actual ministro de Defensa, Ricardo López Murphy: su eventual ascenso a la poltrona que ocupa José Luis Machinea. Desde la cual extremaría el proyecto de exclusión vigente y necesitaría tener a los pretores como reaseguro frente a un posible desborde del conflicto social. (Lo que explicaría su irrefrenable tendencia a recomendar ascensos de oficiales señalados por su participación en la represión clandestina y las concesiones al jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, quien gusta fotografiarse con genocidas como Luciano Benjamín Menéndez).
Pero el trabajo de zapa en favor de un desenlace trágico para los prisioneros de La Tablada tiene además otras motivaciones que se le escapan a quien podría resultar víctima de la maniobra: el ministro del Interior Federico Storani. Es indudable que una muerte (o doce muertes) caerían en primer lugar sobre la cabeza del ministro político: el único ex “progre” que resta en la Rosada tras las cesantías y renuncias del 5 de octubre pasado, cuando el presidente Fernando de la Rúa acabó con el gobierno de coalición.
El escándalo internacional y las imprevisibles reacciones internas de una sociedad que hasta ahora se mostró indiferente, pero que podría conmoverse con una muerte, caerían como una pesada losa sobre el ministro que tuvo la obligación de diseñar una alternativa a la catástrofe.
Esto no es un delirio, ni una simple especulación, aunque nada desearía más el autor de estas líneas que ser desmentido por los hechos. Pero ¿cómo explicar, si no es así, que el Gobierno le diga al ex presidente nicaragüense Daniel Ortega que existe un decreto que permitiría la liberación de casi todos los presos y sigan pasando los días sin ningún anuncio?
El doble discurso y el doble comportamiento del Poder Ejecutivo autorizan los presagios más negros. Por un lado vemos a Machinea apretando a los senadores justicialistas para que aprueben el presupuesto, mientras se comunica por celular con Washington, y por otro vemos que nadie responde a otro teléfono de la capital norteamericana (el de la CIDH de la OEA), que ha dado un plazo de diez días para que el Estado argentino “repare”la situación de los presos de La Tablada. Las indecorosas urgencias de Machinea resultan ser el correlato de la morosidad del Presidente y su ministro político en materia de derechos humanos.

 

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