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El larguísimo brazo del espía que salió del frío

Vladimir Putin, ex jefe de la KGB y actual presidente ruso, logró ayer detener a su enemigo Vladimir Gusinski en España. Sus instrumentos fueron Interpol y el juez Baltasar Garzón.

Vladimir Putin ajusta cuentas con los oligarcas, o al menos con los que le son hostiles.

Por Georgina Higueras*
Desde Moscú

La detención de Vladimir Gusinski en España ayer ha caído como una bomba en Media-Most. Para su vicepresidente, Igor Malashenko, se “trata de un abuso claro y flagrante” de Rusia como miembro de las organizaciones legales internacionales y obedece tan sólo a una “persecución política” de la Fiscalía General y “personal” del presidente Vladimir Putin contra Gusinski. El magnate detenido en una urbanización de la provincia andaluza de Cádiz fue trasladado a Madrid, donde pasó a disposición judicial del magistrado Baltasar Garzón, quien ordenó su encarcelamiento.
Cuando el pasado 18 de noviembre se alcanzó un acuerdo entre Gazprom y Media-Most, según el cual el monopolio del gas ruso se cobraba su deuda de unos 214 millones de dólares en acciones del grupo de comunicación, la fiscalía declaró que seguiría adelante con la demanda ya retirada por Gazprom contra Gusinski por desviar al extranjero activos de Media-Most que servían de garantía a la deuda. Pavel Astajov, abogado del magnate, se ha mostrado confiado en que podrá demostrar a las autoridades judiciales españolas que la orden de búsqueda de su cliente “tiene motivaciones políticas”. Según Astajov, Gusinski, de 48 años, no podrá ser extraditado a Rusia porque “las convenciones internacionales protegen ante la sospecha de persecución política”.
Un portavoz de la fiscalía, sin embargo, ha señalado que no existe ningún obstáculo para la extradición de Gusinski. “Rusia está dispuesta a facilitar a las autoridades españolas toda la información que necesiten, aunque hasta el momento no se ha solicitado ninguna –declaró el portavoz-. Podemos ofrecer pruebas de que no se trata de ninguna persecución de carácter político”, añadió.
La detención ha causado conmoción no sólo en Media-Most sino en todos los medios periodísticos rusos. Desde que el 20 de noviembre la fiscalía remitió a Interpol la orden internacional de búsqueda y captura existía el temor a que este momento llegase. El mismo Gusinski declaró en una entrevista con este diario el pasado día 25 que esperaba que la Interpol no se convirtiera en un “instrumento del poder ruso”. Estados Unidos, en una primera reacción, criticó la orden impartida por la fiscalía como una restricción a la libertad de prensa.
Malashenko ha señalado que no es de extrañar que el gobierno ruso haya utilizado sus contactos con el gobierno español para dar una imagen totalmente negativa de un hombre que no ha querido someter a su grupo de comunicación a los designios del Kremlin. “Está claro que el Kremlin va a hacer todo lo que esté en su mano para detener a Gusinski, porque este caso es pura y simplemente una venganza política”.
Las relaciones de Putin con los “oligarcas”, el grupo de empresarios mafiosos y corruptos que se enriquecieron enormemente debido a las privatizaciones de la era de Boris Yeltsin, han variado desde que asumió el poder tras la renuncia de este último el 31 de diciembre de 1999. Inicialmente, el ex jefe de la KGB empleó parte de la influencia de los oligarcas como rampa de lanzamiento de su propia candidatura al poder máximo en la Rusia post-soviética. Después empezó a poner algunos de sus miembros bajo la mira. Y el primero fue Gusinski.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

 

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