Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


La muerte, vista desde la cocina

Basada en dos relatos de Inés Fernández Moreno, �Marta y Marta� es una larga reflexión de una mujer �moribunda�, con una cena final.

Alicia Palmes y Susana Behocaray llevan la obra con buen pulso.
La entrada incluye una cena cocinada durante el desarrollo.

Por Hilda Cabrera

Sin la pretensión de adentrarse en el universo psíquico de Marta (personaje interpretado aquí por dos actrices), esta breve pieza basada en relatos de Inés Fernández Moreno (Premio Juan Rulfo 1991 y La Felguera de España 1992, autora de relatos compilados en La vida en la cornisa y Un amor de agua, y de la novela La última vez que maté a mi madre) muestra a una mujer atareada en la cocina (que en esta puesta es real), reflexionando sobre los extraños síntomas que la aquejan y le hacen temer alguna enfermedad grave. El personaje le pone nombres a su malestar: supone que es un aneurisma o un tumor, y se toma tiempo para reconsiderar las circunstancias en las que tomó conciencia de su probable mal. Marta divaga sin despegarse de la realidad, puesto que continúa amasando y cortando puerros y ajíes, pero imagina otras situaciones, todas ajenas a esa cotidianidad culinaria, con la que además se gana la vida.
La puesta de Elvira Onetto (actriz en varias obras de Eduardo Pavlovsky, Poroto entre otras) pivotea sobre dos cuentos de Fernández, El canje y Efectos secundarios, conjugando experiencias sensoriales propias de quien, alterado y desvalido ante la sola sospecha de una enfermedad “seria”, siente que se le disgrega el pensamiento y sólo puede expresarse de modo fragmentario. Pero Marta no posee un temperamento absolutamente tremendista: también tiene sus coartadas, y se entretiene ideando sorteos y confluencias astrológicas que la favorecen. Dosifica su ansiedad mientras cree esperar la ambulancia ¿Qué pasó? ¿Fue un golpe en la cabeza? “¿La muerte es lo peor que nos puede pasar?”. El desarrollo de la acción es caprichoso, como el diálogo que sostiene con ella misma. Marta charla y se ilusiona. Equilibra el agobio con el humor, ironiza con total seriedad e inventa juegos de palabras, rozando a veces el sinsentido. Un ejemplo es la escena en la que imagina hallarse (¿junto a su alter ego?) en la sala de espera de un consultorio.
Retrato de un micromundo que, como el de la cocina, sugiere laboriosidad, la obra transcribe el desarmante anecdotario de una señora mayor asustada ante la sospecha de una muerte cercana. Esa fantasía sobre un tiempo definitivamente acotado no impedirá sin embargo que, una vez finalizado el espectáculo, el público pueda degustar cómodamente lo que durante la obra se cuece y hornea: una variante de chop suey de verduras y pan casero. (Este es el menú fijo que, además de una copa de vino, se incluye en el precio de la entrada, que es de 10 pesos.) Y todo hecho delante del espectador, en la pequeña cocina que sirve de escenografía a esta puesta.
La comida y el brindis suponen una apuesta por lo mejor para esta Marta que atraviesa sin respiro secuencias de incertidumbre y esperanza, concretando un juego escénico fuera de serie, bien conducido por Onetto en su debut como directora, e interpretado con empuje por Alicia Palmes y Susana Behocaray. Lo que perturba en este espectáculo sencillo y directo son los modos de avistar el final de la vida, y ofrecer a manera de salida un humor absurdista. No se trata de un manual de supervivencia nide una lección robinsoniana dictada desde la cocina, sino de la captación de un instante de vulnerabilidad experimentado ante una comparsa de fantasmas: de síntomas y diagnósticos que la conflictuada Marta cuerpea como puede, despojada –para tranquilidad del público invitado a la cena-de todo morbo melodramático.

 

PRINCIPAL