Por Diego Fischerman
Manolo Juárez puede
decir, muy suelto de cuerpo, que no debe ser interrumpido porque está
bailando danzas griegas. O puede mandar a un nuevo alumno a que le busque
por todo el barrio (el barrio de San Telmo, se entiende) medialunas
con brillito. Manolo Juárez es, además, uno de los
compositores más importantes de la Argentina, uno de los maestros
más respetados y uno de los músicos que señaló
caminos fundamentales para el desarrollo de los lenguajes de tradición
popular. No está en mis cálculos hacer un cambio estético
radical, dice, mientras presenta con su grupo un nuevo ciclo, todos
los sábados de este mes, a las 22, en Notorious (Callao 966) y
piensa un proyecto junto al violinista Elías Gurevich: escribir
una obra completamente alejada de ejes tonales, que incluya al grupo,
también, pero no en función de acompañamiento sino
como un grupo de cámara.
Su quinteto está conformado por él en piano, Sergio Liszewski
en guitarra, Arturo Ritrovato en bajo, Luis Ceravolo en batería
y Leo Bernstein en teclados. El planteo surge de una profundización
de lo que Juárez viene haciendo desde los tiempos del Trío
Juárez+2. En teoría, nada muy distinto de lo que después
hicieron miles de grupos que intentaron juntar elementos del folklore
rural argentino con modernidades diversas derivadas del jazz y de la música
de tradición escrita. Pero lo de Juárez suena distinto.
Por un lado porque su familiaridad con esas tradiciones diversas es real
y no impostada. Y, por otro, porque este quinteto suena con una polenta
que aleja de plano cualquier parecido con los lugares más comunes
del género. Lo próximo que haremos será la
incorporación de otros instrumentos que, aunque no sean estables
dentro del grupo, permitan una ampliación del campo sonoro y del
marco de posibilidades, dice Juárez, fiel a una de sus características
esenciales: estar pensando siempre el paso siguiente.
Primero tengo que tener un esquema formal de la obra: acá
empiezo, acá culmino, esto es lo que yo siento. Eso tiene que estar
claro de entrada, explica. Lo que termina de hacer grato ese
planteo es el hecho de tocarlo yo mismo. No es que no me guste escribir,
pero tocar es fundamental. Manolo Juárez sabe que el hecho
de tocar, de estar dentro del grupo, es uno de los atractivos
de hacer eso que el mercado denomina música popular.
Pero también sabe que las fronteras se van estrechando.
Y hasta es capaz de llegar a cierta indignación: acá
siempre hubo un preconcepto; un supuesto enfrentamiento entre música
clásica y popular. Estoy harto de eso. Absolutamente harto. Yo
hago las dos cosas por una cuestión de placer personal. Y también
hago cosas que no pueden ubicarse demasiado bien ni en un lado ni en el
otro. Una de sus preocupaciones es la personalidad, el grado de
pertenencia de una música a un artista y a un lugar. No me
interesan los pintoresquismos ni el costumbrismo dice pero
sí hacer una música que refleje de alguna manera un pensamiento
musical de acá.
Música
para René Favaloro
Este lunes a las
20.30, en el Teatro Colón, se realizará un homenaje al cirujano
René Favaloro. Realizado por iniciativa de la Dirección
General de Cultura de la Legislatura de Buenos Aires, este Concierto en
memoria de Favaloro fue organizado por el Collegium Musicum y lo recaudado
será a total beneficio de la Fundación creada por el médico.
En el programa participarán la soprano Paula Almerares, el tenor
Darío Volonté, el Ensemble Louis Berber, un grupo de instrumentos
originales especializado en repertorio del barroco (particularmente latinoamericano)
y una orquesta integrada por músicos de la Filarmónica de
Buenos Aires, de la Orquesta Estable del Teatro Colón y de la Camerata
Bariloche, dirigida por Mario Perusso. Junto a ellos estarán el
guitarrista Eduardo Falú y el humorista Luis Landriscina. Las entradas
están en venta en la sede de la Fundación (Belgrano 1746)
de 12 a 20.
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