Por Cristian Vitale
Tiene una hija de 15 años,
una compañera, un pequeño departamento en Villa Crespo y
tres guitarras: dos acústicas y una eléctrica, regalo de
Juanse, de los Ratones Paranoicos. Son mi cable a tierra en el momento
más difícil de mi vida. No tengo plata, vivo de las changas
rockeras y las drogas no me hicieron nada bien, confiesa Gustavo
Bazterrica El Vasco, transpirando a morir, en un bar de esquina
porteña y con treinta pico grados de calor a la sombra. Es, evidentemente,
un presente ingrato para un músico que brilló al servicio
de dos bandas clave del rock argentino: La Máquina de Hacer Pájaros
en los setenta y Los Abuelos de la Nada en los ochenta. Hace bastante
que tengo problemas económicos y también de salud. Estuve
mal, mal. Pegadísimo con la merca. Pero siento que me estoy rescatando,
cuenta. Parte de ese intento de autorrescate pudo haber llegado
con un fallido regreso de Los Abuelos en 1997, con Gato Azul (hijo de
Miguel Abuelo) como cantante y líder, Chocolate Fogo en bajo y
el baterista Polo Corbella. Aquella vez, ni Andrés Calamaro ni
Cachorro López participaron del proyecto. Y no funcionó,
nada más pasó de un par de shows caóticos que bordearon
la decadencia. Dice Bazterrica: El regreso fue muy improductivo.
Perdí casi dos años y medio tratando de tocar con Gato y
al final me di cuenta de que fue un paso equivocado. Gasté mucha
energía al pedo.
¿Se sintió frustrado con esa reunión?
Es que no podíamos seguir sin hacer algo nuevo. No se puede
estar todo el tiempo haciendo temas viejos. También me parece que
la presión sobre Gato era muy grande. La gente esperaba que él
cantara como su padre y eso era imposible. Y además, la madre no
nos autorizaba a usar el nombre para grabar material nuevo.
¿Hubiese sido distinto con Andrés Calamaro involucrado?
El estaba muy bien con Los Rodríguez. Tocó en un par
de shows que hicimos en el Hard Rock Café, pero sólo como
invitado. Pero, poniéndome en la cabeza de Andrés, ¿para
qué resucitar un muerto si se tiene toda una carrera por delante?
¿Diría entonces que los Abuelos nunca más?
Totalmente. No creo que haya nada que hablar. Al menos, de mi parte.
Fue una banda con mucho prestigio. Tanto que, cuando volvimos, decíamos
que éramos un grupo chico con nombre grande. Una banda de covers.
Las changas rockeras definen el presente de Bazterrica. Tiene algunas
ideas: reflotar a Los Bazterrícolas, efímero proyecto de
fines de los 80 y, si se puede, grabar un segundo disco solista. Pero
en concreto sus apariciones son esporádicas, sea como invitado
de Los Vetustos grupo under de rock y blues, tocando en las
fiestas que organizan Los Gardelitos en las villas miseria o reviviendo
canciones de Los Abuelos con su viejo amigo Corbella. Lo hago por
hobby, pero no me gusta vivir de recuerdos. Estoy tratando de mover los
hilos para grabar después de mucho tiempo. Me tiene medio desesperado
volver a crear. Y si no es un disco, por lo menos cuatro temas. Mi presente
es medio incierto.
Bazterrica se ligó al rock a mediados de los años 70. A
los 17 años, comenzó tocando con Francisco Ojstersek (luego
parte de Spinetta Jade). Y poco después, se integró a la
banda de Raúl Porchetto. En 1976, participó en una canción
del único disco del supergrupo Porsuigieco (Las puertas de
Acuario), y en No puedo verme más y Por
probar el vino y el agua salada, ambas canciones del primer trabajo
de La Máquina de Hacer Pájaros. Con la banda de Charly también
grabó Películas (1977) y después lo echaron. Era
muy rebelde con las famosas charlas de grupo y los estudios de imagen.
Muy reacio y además faltaba a los ensayos. Era muy irresponsable
en esa época. Antes de llegar a Los Abuelos, tocó
en el disco for export de Spinetta, Solo el amor puede sostener, en 1979.
A partir de 1982, formó parte de la segunda versión de Los
Abuelos. Tambiénintentó una carrera solista, pero solo produjo
un disco, titulado Joven blando (1987) y que pasó desapercibido.
¿Cómo fue el proceso que lo llevó de un grupo
de rock progresivo como La Máquina a otro de canciones pop como
Los Abuelos?
El nexo fue haber tocado con Moro y Rino (Rafanelli), buscar nuevos
ritmos y conectarme con Spinetta. Así pude participar de la grabación
de Solo el amor puede sostener en EE.UU. Eso me abrió la cabeza.
¿Cuál es su lectura de ese disco, al que muchos consideran
el más flojo de la carrera de Spinetta?
No opino lo mismo. Sé todo lo que luchó por obtener
un disco con la mística de Spinetta, pero allá, en EE.UU,
las producciones mandan. Tuvo que ceder mucho. No tocó como le
hubiera gustado. Llegabas al estudio y estaba todo armado: había
guitarristas, bajistas, bateristas... Yo pude participar como solista
invitado y fue alucinante compartir estudio con músicos como Terry
Bozzio y Alex Acuña.
¿Qué papel jugó Guillermo Vilas en todo aquello?
Esa fue una interna. Sé que no fue del todo gentil la relación
entre ambos. Recuerdo que no me querían y el Flaco peleó
por mi ilusión. Por el derecho que me había ganado legítimamente.
Y después llegan Los Abuelos. ¿Qué impresión
le causó cuando le presentaron a Miguel Abuelo?
A Miguel no lo conocía, a mí me convocó Cachorro
López. El primer ensayo fue en una sala de Constitución.
Al principio, Miguel me resultó chocante, por su lenguaje y su
voz desafinada. Pero me tranquilizó Cachorro cuando me dijo que
Miguel es la vida. El no estaba vinculado con el profesionalismo
que había acá, le faltaba una vuelta de rosca. No era fácil
competir con Seru Giran, por ejemplo. Pero después le encontró
la vuelta, y vi que era un tipo evolutivo, con un gran imán.
¿De Los Abuelos también lo echaron?
Lo que pasa es que mi vida era muy alocada. Fui el primero en volar.
Después, fue una reacción en cadena: se fueron Cachorro,
Andrés. Eran tiempos de mucho laburo, y yo estaba saturado de drogas,
de alcohol. Mucha presión.
¿Cómo reaccionó ante la muerte de Miguel?
Perdí un amigo. Pero lo tengo presente siempre. Así
como Andrés le hizo canciones homenaje, yo tengo la mía
que es pequeña pero vale un montón también... Genio,
mago, títere artista y bufón/ Paladín del canto y
del humor/ Siempre de tu pluma, un verso fue un rayo de sol/ Sabio, cruel,
valiente o redentor/ Por las calles, en el bar, en el show/ Tu poesía,
tu magia superior/ Compañero y maestro de mi corazón.
¿Cómo se pueden vincular las personalidades de Miguel
y de Gato Azul?
Son muy distintos. Gato es incompleto artísticamente. Es
un tipo que no ha desarrollado ninguna veta artística, salvo la
que le viene en herencia por genes. No se dedicó a aprender a cantar,
o a escribir. Es un atorrante que se puede subir al escenario porque lo
lleva en la sangre. Miguel, en cambio, tenía todo lo que debe tener
un artista: calle, intelecto, cultura, subcultura y ojo clínico
para mirar la realidad.
¿Su dependencia de las drogas le impidió desarrollar
una carrera solista más prolífica?
Sí. Las drogas me han cerrado puertas y me han cortado alas.
Es el autoboicot más grande al que cualquiera se puede someter.
No se lo aconsejo a nadie. La pérdida de confianza en uno hace
que los demás también se la pierdan. Y después es
muy difícil volver a levantarse sin aquella vieja sombra. Hubiera
querido no arrancar para donde arranqué.
Aunque la vida privada de cada uno sea eso, privada, yo no me puedo poner
en ninguna otra vereda que no sea la del sol. Las drogas son una irrealidad,
efímero divertimento de glamour. Uno se cree que está bien,
pero nunca está irradiando nada bueno. Lo viví en carne
propia.
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