Por Horacio Bernades
¡Basta de filosofía!, se encrespa Schwarzenegger,
tras haberse dejado tentar un poco demasiado por disquisiciones sobre
la identidad, la creación de vida artificial y otras preocupaciones
del futuro próximo. Tratándose de una película que
lo tiene por protagonista, las posibilidades de que a Schwarzenegger o
a cualquiera de sus compañeros de elenco se les vaya la mano con
el amor a la sabiduría son tan escasas como que un producto de
Hollywood resulte, hoy en día, algo más que eso. Y la sola
condición de producto deviene particularmente empobrecedora cuando,
como ocurre en El 6º día, se intenta incursionar en un género
como la ciencia ficción. Que requiere de otra clase de especulaciones,
además de la meramente económica.
Tanto como para volver sobre la senda de El vengador del futuro, el nuevo
Schwarzenegger intenta construir un mundo del inmediato mañana,
donde lo real y lo artificial se hacen cada vez más difíciles
de distinguir. En ese mundo, la ingeniería genética y la
virtualidad mandan. Las niñas juegan con cyber-muñecas,
los niños con perros clonados y los adultos, con escort-girls de
holografía. Hay una última barrera que la ley veda todavía:
la clonación humana, que es posible pero está prohibida.
Cierto hipermillonario, algo así como un Bill Gates de la ingeniería
genética, está que se sale de la vaina para clonar gente
en escala industrial, y sólo un militante del antiguo orden podrá
impedírselo. Quién otro podría ser éste sino
Arnie aquí llamado, para que quede claro, Adán,
que deberá vérselas, en carne propia, con los trastornos
y angustias derivados de la clonación.
Una vez establecidas sus premisas, El 6º día pone el piloto
en automático y se contenta con un rutinario mecanismo de thriller,
reduciendo el potencial interés de sus temas a meros vehículos
de acción y apelando a Dios como tradicional reaseguro frente a
quienes osan imitarlo. Entre decorados chatarreros y música de
stock, la producción (uno de cuyos integrantes es el propio Schwarzenegger)
intenta redefinir la imagen canónica del astro, rodeándolo
de una familia y pretendiendo para él una soltura francamente imposible.
Haciendo de hombre común, Arnie luce más cyborg
que nunca. Con el agravante de que su inglés suena, por alguna
extraña razón, cada día más austríaco.
En el elenco que lo acompaña, los actores parecen haberse tomado
demasiado a pecho su condición de clones, incluyendo a un insospechable
Robert Duvall como desvaída réplica de sí mismo.
En verdad, El 6º día entera bien podría ser el primer
film-clon, si no fuera porque esa subespecie abunda desde hace rato en
Hollywood.
POKEMON.
LA PELICULA 2000
Amarillo, lindo color
Por Martín
Pérez
Ya se escribió esta frase en ocasión del estreno del primer
film de Pokémon el año pasado, pero nunca está de
más repetirlo: desde Tweety que el dibujo animado no había
dado un personaje amarillo tan bonito como Pikachu. Y como en realidad
Pokémon. La película 2000 consta al igual que el estreno
del año pasado de dos películas, aquí hay Pikachu
por partida doble.
Por un lado está el Pikachu de los 22 minutos del corto titulado
Pikachus Rescue Adventure, una vertiente muda y para los más
chicos en la que todos los Pokémon conocidos y muchos más
por conocer, para terror de los padres que saben que si se descuidan deberán
comprarlos todos corretean y danzan por allí, con un sorprendente
cameo del gran Totoro (de ese genio de la animación japonesa que
es Hadao Miyazaki) y la aparición de unos hongos danzarines que
hacen recordar aquellos de la primera Fantasía, que luego fuera
adoptada por los hippies para sus mejores viajes.
Y después viene el Pikachu del largometraje Pokémon propiamente
dicho: The Power of One. Allí el mundo no es sólo Pokémon
y por desgracia como suele suceder en los animés está
demasiado hablado. Y explicado. Aquí, Pikachu tiene unos rasgos
más decididos, más cercano al héroe que a la mascota,
y unos cachetes peligrosamente chispeantes, como corresponde a un Pokémon
dispuesto a salvar al mundo. Porque The Power... tiene un villano malvado
a-la-Wells que se desplaza en un castillo volante y es en realidad...
¡un coleccionista! y cuya avaricia pondrá en riesgo
la supervivencia de un mundo que, en realidad, lo único que parece
querer hacer fuera del dibujo animado es comprar muñecos Pokémon
hasta, claro que sí, poner en riesgo su supervivencia. Pero eso
es lo de menos. Porque en Pokémon. La película 2000 están
las luchas de rigor, las explicaciones sesudas y que aclaran todo lo que
no se entiende y además está Pikachu. Y entonces se comprende
semejante avaricia de coleccionista, incluso en el malo de turno, porque...
¿quién no querría tener su propio Pikachu para abrazar?
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