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Ajústense los cinturones que viene el aterrizaje

Ya no se discute si la economía se desacelerará sino si habrá o no una recesión en el año inaugural de George W. Bush.

Operadores de caras largas ante el primer anuncio de problemas de Microsoft en 10 años.

Por Jane Martinson y Larry Elliott
Desde Nueva York y Londres

Si George W. Bush imaginaba que la noticia de que finalmente llegaría a la Casa Blanca iba a representar un estímulo para Wall Street, debe haber sufrido un rudo despertar. La cuenta regresiva a su toma de posesión en enero comenzó con la novedad de que dos de los bancos más importantes de Estados Unidos estaban eliminando 5 mil puestos de trabajo después de estimaciones de ganancias y resultados comerciales que muestran que Estados Unidos se está hundiendo cada vez más en el rojo. Inevitablemente se harán comparaciones entre el 43º presidente de Estados Unidos y el 41º, su padre George Bush. Pero lo que está preocupando a los mercados hoy es que el hombre que derrotó a Al Gore pueda terminar viviendo un mandato tan accidentado como el 31º presidente, Herbert Hoover.
En las cinco semanas desde las elecciones duramente disputadas del 7 de noviembre, los signos de una desaceleración económica se han multiplicado hasta tal punto que algunos analistas temen que Estados Unidos se encuentre al borde de una recesión. La economía norteamericana tiene evidentes puntos de fuerza: el desempleo es bajo, el presupuesto tiene superávit y los titanes de la Nueva Economía se encuentran en California y el sureño “cinturón del sol”. Pero una ola de ganancias cooperativas decepcionantes ha puesto de relieve el hecho de que tanto compañías como particulares están gastando menos. Las firmas de abogados han expandido sus departamentos de insolvencia y más de 100 firmas de Internet han cerrado desde el comienzo de este año –de acuerdo con la consultora Webmergers.com–, y es probable que la tendencia se acelere.
Algunos economistas creen que la economía norteamericana puede entrar en recesión en regla si el crecimiento económico se desacelera tanto como para deslizarse en territorio negativo por dos trimestres consecutivos. Stephen Roach, economista jefe de Morgan Stanley Dean Witter, estima que las chances de que esto ocurra se encuentran en un 40 por ciento. “Estamos acercándonos al borde de una recesión –dice–. En este momento es incierto si vamos a caer en ella o si solamente la raspamos.”
Estas dificultades van a hacer del manejo económico una de las preocupaciones más demandantes del nuevo gobierno. Incluso lo que se denomina un “aterrizaje suave”, con un crecimiento en torno de un 2,5 por ciento, puede sentirse como una recesión después de los últimos dos años, de una expansión del 4 o el 5 por ciento. Pero en un Washington completamente dividido –tanto la Cámara de Representantes como el Senado están partidos por la mitad–, Bush tiene las manos atadas con respecto al tema. Sus promesas de campaña, tales como su promocionado corte de impuestos de 1 trillón de dólares para estimular el consumo durante los próximos 10 años, serán difíciles de concretar. En lugar de eso, el presidente dependerá fuertemente de que Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, estimule el crecimiento a través de reducciones de la tasa de interés. Greenspan ya ha empezado a sugerir que podría aflojar la política monetaria, posiblemente a comienzos del año que viene, si crece la evidencia de que se está en vísperas de un aterrizaje duro.
Pero acechan tres grandes preocupaciones. El primero es el enorme nivel de endeudamiento, tanto de los consumidores como de las compañías. Muchas de las firmas que se embarcaron en expansiones ambiciosas sufren ahora el ascenso de los costos del servicio de la deuda mientras baja la demanda. Los bancos se están empezando a poner nerviosos.
El segundo problema es la necesidad de mantener al dólar fuerte para atraer a Estados Unidos capital extranjero suficiente como para financiar el déficit de cuenta corriente y mantener baja la inflación.
Finalmente está la incertidumbre sobre la posición del secretario del Tesoro norteamericano. Muchos en Wall Street temen que el poder de ese puesto durante los últimos ocho años se debilitará en una administración Bush, parcialmente por la falta de un obvio candidato peso pesado. Larry Lindsay, el economista ofertista que es el principal asesor económico deBush, no tiene vínculos fuertes con Wall Street, y si bien se estima que será la figura clave a la hora de decidir la política económica, es lo más probable que lo haga desde la Casa Blanca que desde el Tesoro.
Así, ¿será el aterrizaje duro o suave? Algunos economistas creen que el primer año de la administración Bush puede resultar razonablemente benigno. Ian Shepherdson, de High Frequency Economics, señaló ayer que la cantidad de gente que pide seguros de desempleo cayó el mes pasado. En una carta a sus clientes, observó que “320 mil pedidos indican un aterrizaje (muy) suave”. Pero la historia muestra que los analistas son buenos para diagnosticar la última recesión, y no tan buenos para detectar la próxima.

 

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