Por Gregorio Belinchon
Desde Gijón, España
A Antonio Tabucchi (Vecchiano,
Italia, 1943) es difícil tenerlo quieto. Juguetea en la silla,
moviéndose mientras se incorpora o se acerca a su interlocutor,
y gesticula mientras usa un español salpicado de expresiones italianas.
Está encantado de hablar más de cine que de literatura,
de la relación entre las que el escritor considera las artes vitales
y de su participación en Dama de Porto Pim, una película
que está rodando José Antonio Salgot (director de Máter
amatíssima) tras ocho años de preparación y con Emma
Suárez y Sergio Peris-Mencheta como protagonistas. Cuando
Salgot me llamó en 1991 yo recordaba perfectamente la impresión
que me causó Máter amatíssima. Yo nunca entro en
el guión, es un trabajo para un especialista, pero sólo
cedo los derechos de mis novelas si el director me interesa. Es más,
era una locura. Por eso dije que sí, porque odio las ideas sensatas
y amo las locuras. Con el buen sentido no se hace arte, sino intervenciones
urbanísticas. Emma Suárez (tiene una belleza
misteriosa, huidiza y maliciosa) encarna a la dama, una prostituta
de la que se enamora un joven marinero (Sergio Peris-Mencheta) capaz de
atraer a las ballenas con su canto. Pasaron diez años, aunque
yo sabía que se haría. La idea era loca, pero nacida de
la convicción. Ni me importa que ya no se desarrolle en las Azores.
Lo importante es su interior, no su periferia.
Y Tabucchi recuerda Apocalipse now, la versión de Francis Ford
Coppola de la novela de Joseph Conrad El corazón en las tinieblas.
Me gusta todo tipo de cine. Y lo que más aprecio es la profesionalidad.
Que esté hecho con amor, y no importa tanto si es de efectos especiales
y comercial. Aunque a mí me gusta el policial, especialmente el
del Hollywood clásico.
Tabucchi reconoce una de sus debilidades. Tengo una flaqueza: me
encanta el cine y la literatura policial. Porque enganchan al lector y
lo obligan a participar. Lo decía Plinio el Viejo: Ningún
libro es tan malo para no tener algo bueno. Es una bella definición
de la literatura. El escritor recuerda Los sospechosos de siempre,
de Bryan Singer, y su final atrapaespectadores. También me
interesa el cine sencillo, hecho con un cámara, un árbol,
un cuadro y un membrillo. Cuando estoy melancólico, me consuela
ver este film para luchar contra esa brillantez que persigue tontamente
todo el mundo.
Además, el escritor se hizo inmensamente popular gracias a la versión
cinematográfica de Sostiene Pereira y, posteriormente, de Réquiem.
En Sostiene Pereira, la película y la novela caminaron parejos
en sus cambios. Fíjese, ¿qué es Pereira? Un hombre
con un conflicto interior, atormentado por una crisis de conciencia. Es
una novela existencial. Pero en Italia el film se estrenó en pleno
gobierno de derecha, un año después del libro, y su trasfondo
político lo convirtió en una bandera. Y de ahí el
libro creció, de forma ulterior, en su valor político. Porque
los libros y las películas son el resultado de innumerables lecturas
que hacemos sin parar.
El cine y la literatura se parecen mucho. Las películas cuentan
una historia con desarrollo, y ésa es mi manera de ver la vida.
La vida es para contarla, si no, no es nada. Y si no eres capaz de contártela
a ti mismo, no digo escribirla, sino en tu interior cuando te acuestas
por la noche, es que eres un enfermo mental. Entonces, los dos mejores
oficios en la vida son los de escritor y director. Tabucchi se ríe,
mientras puntualiza: Por lo menos, la narran. Pero eso es una función
vicaria de la vida. La fundamental, por supuesto, es vivirla.
A Tabucchi no le interesa la tan cacareada traición en los libros
que pasan a la pantalla. No existe traición, por lo menos
en mi caso. Cada arte tiene su lenguaje y hay que recordar que el cine
es el arte de la modernidad, el arte fundamental del siglo XX. Cuando
voy al cine voy a veruna buena película film y no a ver mi obra
en la pantalla. Sería una forma arrogante de ir al cine. Hacer
una película de un cuento no es como traducir a otros idiomas una
novela. ¿Y las traiciones vistas según sus lectores?
Yo mismo soy aquí el traicionado porque imaginé, cuando
escribía, mi Pereira de una manera concreta. El lector no lo sabe
y construye su Pereira distinto al mío. Y ahora, es curioso, después
de que mi amigo Marcello Mastroianni lo interpretó, y después
de que se fue, cuando pienso en Pereira veo la cara de Mastroianni. En
este caso su imagen, gracias a su arte de actor y a nuestra amistad, se
superpuso al Pereira original.
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