El
retorno del Subcomandante Marcos
Por M. Vázquez Montalbán
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Coloquio en Bolonia con motivo de la presentación de mi novela
Luomo della mia vita. Un grupo de muchachos me pregunta si estaría
dispuesto a viajar a México con ellos para llevar una turbina a
La Realidad, el centro radial de recepción y percepción
zapatista. Yo contemplé en ese poblado de Chiapas los trabajos
de un grupo de jóvenes voluntarios italianos que estaban preparando
la turbina para proporcionar electricidad a la comunidad indígena.
Esperaba la llamada del Subcomandante Marcos para cumplir nuestro encuentro
en la selva Lacandona y los trabajos y los días de los cooperantes,
italianos y españoles en aquel momento, me parecían un prodigio:
la supervivencia de la cultura de la solidaridad.
Tras el coloquio de Bolonia viajo a México convocado por la feria
del libro de Guadalajara en la que está vivo mi libro Marcos, el
señor de los espejos, el fruto del encuentro en la selva, y todos
los periodistas me preguntan por el silencio del Subcomandante, callado
desde el verano pasado, cuando se pronunció con una dura homilía
contra los intelectuales de izquierdas que se habían pasado a la
metafísica neoliberal. En plena feria, toma posesión de
su cargo el nuevo presidente mexicano, Fox, y terminan más de setenta
años de hegemonía política del PRI, de su dictadura
democrática tal como la calificara Mario Vargas Llosa.
Fox representa la derecha derecha y el neoliberalismo neoliberalismo,
pero su largo discurso de investidura es domsturziano, conciliatorio,
quiere que su poderosa estatura física coincida con la estatura
de un estadista social y de pronto concede un lugar de privilegio a la
solución del problema indígena y por lo tanto al encuentro
con los zapatistas.
Milagro de la estrategia pactada o milagro social, Marcos sale de su silencio
y de su ocultación y manifiesta su disposición a negociar
con Fox siempre y cuando no sea un puro ejercicio de merodeo político.
Durante su discurso de investidura, Fox hizo un inventario de todos los
males aplazados y citó muy preferentemente el zapatista. De momento
cumple lo prometido y retira 1500 soldados de Chiapas, una pequeña
parte de los 60.000 que, según los comandantes indígenas,
la administración PRI desplegó en la zona. Marcos insiste
en que las conversaciones serán posibles si hay acuerdos sustanciales
en la mejora de las condiciones de vida indígenas y, de momento,
Fox ha suscrito los principios ratificadores de los derechos humanos y
ha asegurado que México debe seguir el agujero negro de su incumplimiento.
Repetidas veces Amnistía Internacional señaló al
gobierno mexicano como destacado incumplidor. Recuerdo mis conversaciones
con Marcos en la selva Lacandona que dieron origen a Marcos, el señor
de los espejos y el Subcomandante me dijo que cualquier cosa que implicara
el cambio era esperanzadora y que una victoria del PRI significaría
la insistencia en la parálisis.
No hay datos para anticipar un final feliz, pero al nuevo gobierno mexicano
le bastaría asumir los Acuerdos de San Andrés, pactados
con los zapatistas y nunca cumplidos por el PRI, para desbloquear la cuestión
y apuntarse un tanto de voluntad pacificadora que luego requerirá
una empeñada búsqueda de palabras y obras efectivas. Diez
millones de indígenas marginalizados y un 50 por ciento de pobres
cohabitantes en un país en muchos aspectos moderno y rico esperan
el milagro del neoliberalismo o de una síntesis prodigiosa entre
el neoliberalismo y su contrario. Los zapatistas van a negociar a comienzos
de año fundamentalmente en nombre de la razón indígena.
Pero su vuelta al primer plano les devuelve en cierto sentido su condición
de metáfora del globalizado enfrentada al globalizador, al tiempo
que movimientos contestarios similares crecen no sólo en América
latina sino también en el Norte rico y fértil, a manera
de polimórfico nuevo sujeto histórico crítico en
el que cabe Marcos con su máscara y las airadas comunidades de
consumidores de productos averiados: sean vacaslocas, sean los subproductos
de verdades que llenan los supermercados de la democracia.
REP
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