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CARLOS ALVAREZ DICE QUE EL GOBIERNO
TIENE OTRA CHANCE SI RECUPERA EL ESPÍRITU DE LA ALIANZA
“De la Rúa tiene que ser el primer interesado en cambiar”

En este reportaje concedido a Página/12, Chacho no muestra arrepentimiento por haber renunciado a la vicepresidencia, dice que las versiones de ingreso de Cavallo al Gobierno son una tontería y que es una alternativa de suma cero, por la crisis que generaría dentro de la coalición. El rol del Frepaso, su evaluación sobre la gestión del Frente. El lugar de Machinea.
“El blindaje permite cerrar una etapa que más allá de lo que se diga
estuvo marcada por el ajuste casi ortodoxo. Ahora empieza otra.”

Por Sergio Moreno y Eduardo Tagliaferro

Carlos “Chacho” Alvarez llega a su casa tras haber dejado atrás a un centenar de ciudadanos entusiasmados con su propuesta del movimiento de participación, rebautizado “red de participación” para esquivar cualquier connotación de bifrontalidad en las labores partidarias del líder. Sonríe, saluda a un grupo de señoras mayores de sesenta que se le abalanzan para saludarlo, vivarlo, pedirle que no afloje, pero que también “haga algo” para salir de la crisis. “¿Sabés Chacho lo que es vivir con 300 pesos?”, pregunta, tuteando, conociendo de antemano la respuesta, una de ellas. “Sí –responde Alvarez–, ahora salí buscar trabajo en la Universidad.” “Bueno –retoma la señora, arregladita, con un peinado sorprendente, y colorete, mucho colorete–, pero vos tenés el sueldo de tu mujer, que sigue estando ahí.” Ahí es ese lugar innominado y maldito, dicho con un dejo de desprecio y desazón: el Gobierno, cualquiera que sea. Alvarez sonríe. Y besa y toca a las mujeres que, dicen, siguen confiando en él.
Está relajado, ausente ya el rictus tenso de los días en que se erigió centro de la crisis política más grave del gobierno de la Alianza. Y avanza, y explica y responde, con la seguridad de siempre, moviéndose en el medio que mejor maneja, el de los medios. José Luis Machinea, por lo que el lector apreciará en estas líneas, ha pasado a ser un “enunciador” que podría ser cambiado. No por Domingo Cavallo, dice. El Presidente tiene la palabra, colige Alvarez. Y define la era post blindaje como “una nueva etapa”, como “una oportunidad”. ¿La última?, preguntan estos cronistas. Y Alvarez, que se mueve en el espacio que más conoce, el de los medios, esquiva la respuesta.
–¿Está arrepentido de haberse ido del Gobierno?
–Me siento parte del Gobierno. Me fui de un cargo.
–¿Está arrepentido?
–No, no estoy arrepentido de haber renunciado, al contrario. Hice lo que tenía que hacer. En primer lugar porque si no se cambiaba drásticamente, en el Senado no se podía convivir un año más. El cuadro de situación era el Presidente necesitando leyes, mientras yo mantenía un nivel confrontación que no admitía ningún armisticio, ni ninguna negociación. Nos encaminábamos a una situación donde finalmente se impondría el discurso “esperemos la decisión de la Justicia, esperemos a Liporaci”. Era una situación insostenible. La única forma en la que me podría haber quedado era si se forzaba la renuncia de los senadores y elegir un nuevo Senado. ¿Usted se imagina que yo podría haber presidido un Senado sospechado de ser parte de un sistema de compra y venta de leyes? El tema de lo que se llamó la batalla de los ñoquis tuvo una suerte de armisticio que fue la disminución del personal que no trabajaba. Pero este tema no tenía armisticio. Este conflicto no tenía bandera blanca.
–Pero luego de su renuncia hubo un armisticio con el Senado.
–Porque el Gobierno necesitaba las leyes. Pero la situación sigue igual, hay impunidad, se legisla desde la impunidad. Políticamente no voy a convivir con la impunidad. ¿A qué quedo reducido el tema? A esperar lo que diga Liporaci sobre el Senado, es decir a la nada. Si no había un acuerdo sobre cómo se abordaba el tema del Senado, lo que aparecía era una confrontación permanente entre Presidente y vice. Esto llevaba a una situación de alta inestabilidad institucional. En los medios y también desde nuestros adversarios el tema era presentado como una disputa de poder o un poder bifronte. La sociedad tampoco puede convivir con una tensión permanente de los que tienen que gobernar.
–En algún momento usted confrontó con el Presidente en cómo abordar el tema del Senado.
–Lo que se veía como confrontación eran los distintos lugares. El Presidente necesita leyes independientemente de la calidad de las instituciones y yo estaba al frente del cuerpo que las dictaba. No había forma de compatibilizar estas dos situaciones. Queda en claro que no sevio la gran oportunidad que se presentaba para cambiar una institución (el Senado) y lo que esto repercutía en el mejoramiento del sistema político.
–¿Quién no vio la gran oportunidad, el Presidente?
–El Gobierno no la vio.
–¿Qué autocrítica personal y del Frepaso haría sobre el período en el que estuvo en el Gobierno?
–No haber discutido más algunas decisiones, por ejemplo el aumento de impuestos al principio de la gestión. Con el efecto contractivo y desmoralizante que esta medida trajo para la economía. Esta medida disparó en la gente la pregunta recurrente: ¿cuánto se cumple con las plataformas electorales? En general siempre se les explica que no se podían llevar adelante las promesas por la coyuntura o por la herencia. Si uno dice voy a combatir la evasión y voy a bajar los impuestos y llegás al gobierno y antes de asumir estas obligado a discutir suba de impuestos esa decisión... Lo que habría que preguntarse hoy es si había peligro de default: no se tuvo en cuenta la hipótesis de obtener un blindaje financiero. El aumento de impuestos estaba siendo avalado por los cinco economistas que estaban en el gabinete, quienes, más allá de sus matices, son economistas de peso. Creo que teníamos que haber vislumbrado el efecto político y social que esta medida generaba, ya no solamente sobre los afectados directos sino también cómo se proyectaba sobre el conjunto de la sociedad. Esto también pasó con la rebaja de los salarios de los estatales. Los afectados eran el 1,5 por ciento de la población económicamente activa, pero la sociedad sintió que había un proceso en el que se comenzaba a rebajar el salario. La sociedad percibía miedos en cómo se iba a gobernar.
–Durante la campaña se dio a entender que el Frepaso, llegado al Gobierno, le imprimiría audacia a la gestión. Esa audacia no apareció. ¿Primó el miedo a una crisis de gobernabilidad?
–Si el Frepaso adoptaba el estereotipo que discutiría cada una de las decisiones del Presidente, lo que se hubiese transmitido era la falta de gobierno. Y venimos del gobierno de Carlos Menem, con una dosis excesiva de autoridad, con decretos de necesidad y urgencia, degradación institucional. Unos pensaban que el estilo Alianza sería un estilo asambleístico. La Alianza no toma decisiones de esa manera. La crisis se produce porque en el tema del Senado se jugó equivocadamente y eso es lo que disparó la renuncia. Ahora se abre una nueva etapa. Tenemos que actuar de la manera en que lo estamos haciendo. No tenemos que ser solamente una fuerza que se reconoce en el gobierno como poder de veto, una fuerza que sólo tiene capacidad de incidir sobre el rumbo. Hay un plazo de un año. Las cosas no salieron bien. Se apostaron todas las fichas en la cuestión fiscal, un año signado básicamente por la idea del ajuste. En la economía hubo un error de predicción acerca del crecimiento y eso implica que hay que recolocarse de otra manera en la Alianza. De una manera propositiva, donde se intervenga más en las orientaciones futuras.
–Defina más precisamente el lugar que debe ocupar el Frepaso.
–En nuestra fuerza están los menos, que piensan que se puede ser oposición siendo parte de la coalición de gobierno. Hay que pensarse como parte del Gobierno tratando de incidir en las orientaciones que se quieren llevar adelante. Hay que repensar en cómo se relanza la Alianza en esta nueva etapa. No sólo debe relanzarse el Gobierno. Cuando yo renuncié dije que lo hacía para tener mayor libertad de movimiento y de pensamiento. Era evidente que cualquier propuesta o planteo que yo hiciera desde el cargo de vicepresidente y no fuera aceptada generaría un ruido fenomenal. Lo que no tiene que generar ruido institucional es que una fuerza de la coalición plantee su mirada y su visión sobre determinadas cuestiones, o también que exponga los límites que no está dispuesta a aceptar, como ocurrió con la reforma previsional.
–¿Por qué define usted a esta como “nueva etapa”?
–El Gobierno tiene que dar fuerza a este cambio de enfoque. El blindaje es para anticiparse a la crisis. Si aparece una garantía de que los acreedores van a cobrar nos alivia la situación externa, da un respiro. Eso no quiere decir que automáticamente ésa sea una condición de empleo y crecimiento, de otra forma de distribuir la riqueza en el país. El blindaje da una tranquilidad: ahora depende muchísimo del Presidente y de nosotros que esa oportunidad esté marcada por un cambio político y de orientación de la Alianza, que recuperemos el sentido de cambio por el que votó la Alianza. Al margen de la falta de crecimiento, tampoco se ven rupturas fuertes con la cultura dominante de los últimos años de menemismo. Por eso cierta pérdida de mística. Uno se puede bancar un año recesivo y difícil si está acompañado de un horizonte distinto. El problema es que no se instaló el proyecto estratégico que rompa con los diez años de Menem y encima hay crecimiento cero de la economía. El blindaje permite cerrar una etapa que más allá de lo que se diga estuvo marcada por el ajuste casi ortodoxo. Ahora empieza otra.
–¿De la Rúa puede cambiar su actual política?
–Debe y tiene que ser el primer interesado en cambiar. Todos estamos preocupados por la pérdida de consenso y la licuación del capital político de la Alianza.
–¿De la Rúa está en condiciones de realizar ese cambio?
–Yo creo que lo quiere hacer y lo tiene que hacer. Hay un debate en la Alianza del que nadie se puede sustraer, como se inicia esta nueva etapa y se termina con la falta de expectativa que tiene la sociedad argentina. Nadie puede rehuir dar ese debate. Hubo muchos gobiernos que tuvieron un año malo, eso no quiere decir que los próximos años sean malos. Tenemos una nueva oportunidad.
–¿La última?
–Tenemos una nueva oportunidad porque la gente si bien está enojada con lo que pasó este año, mayoritariamente está de acuerdo con hacer un esfuerzo para que esto salga adelante. Para un dirigente político o militante contestario lo que pase con el país en tres años es un tema más. Para la mayoría de la gente lo que pase en este país es gran parte de su vida. Por eso nunca planteé ninguna hipótesis de ruptura de la Alianza, ya que sería un acto de irresponsabilidad política plantearle a la gente que el instrumento que uno le dio para cambiar la realidad, al año de gobierno, le diga que no sirvió. La gente más humilde, los sectores más populares, quieren que esto salga bien. Por eso no hay que desperdiciar esta oportunidad.
–El ajuste ortodoxo fue llevado adelante por un economista heterodoxo como José Luis Machinea.
–El ajuste tuvo otras variables, que se perdieron en la percepción de la sociedad por la falta de explicitación clara de un proyecto estratégico de crecimiento con justicia social. Proyecto que estaba en los esquemas programáticos que presentamos en la campaña. Ese era el deber ser de la Alianza. El sentido de la Alianza era el de un país por alumbrar. No era que nosotros en cuatro años de mandato construíamos un país distinto; era empezar a alumbrar un camino, una tendencia de país distinto. Tampoco creo que en un año se pueda construir un país distinto con los problemas estructurales que dejan diez años de sobreendeudamiento, de sometimiento externo, por ser absolutamente vulnerables externamente, de desestructuración productiva, de apertura indiscriminada de la economía, de desempleo estructural. Las medidas reivindicables quedaron secundarizadas porque lo que priorizó fue lo que más sintió la gente. Si usted pregunta qué pasó este año, le responden: aumentaron los impuestos, se les bajaron los sueldos a los estatales.
–Los candidatos a ministros de Economía son nombres tanto o más ortodoxos que la gestión que realizó Machinea durante este año.
–Hay que marcar las propuestas que significan un cambio de tendencia. Si discutimos nombres, todos pueden ser discutibles. No está Maradona enel banco de suplentes. Todo el tema de los nombres es un juego de suma cero. Lo que aportan por un lado lo sacan por otro. Hay que salir del encierro de esta discusión. Hacia el conjunto de la sociedad no hay ningún nombre que resuelva la crisis de expectativas. Lo que resuelve esa crisis es ver iniciativas distintas de lo que se hizo hasta ahora y haciendo tareas que no se hicieron. Si uno dice vamos a hacer una profunda reforma tributaria, donde terminemos con el carácter regresivo que tiene el sistema impositivo, eso no sólo induce al crecimiento. En tanto bajen los impuestos, en términos generales eso puede significar una mejora. Si yo digo vamos a reemplazar el Ministerio de Desarrollo Social por una agencia de promoción social en la que rompemos con una tradición de políticas sociales signadas por bajos recursos, dispersión, clientelismo que es igual a ineficiencia, eso le permite a la gente ver que hay un cambio de tendencia y de orientación en el Gobierno en cómo se combate la exclusión y la pobreza. Si terminamos con entes que se armaron a dedo con funcionarios partidarios que cobran más de ocho mil pesos de sueldos y que en muchas ocasiones están al servicio de las empresas, en contra de los usuarios y de la gente. Reformar estos entes no sólo es defender más a los usuarios sino también reformular la relación entre el Estado y las empresas de servicios privatizados. Hoy los usuarios se sienten con la misma desprotección que tenían con el gobierno anterior y la relación entre el Estado y las empresas ha sido bastante errática. Primero se discutió el impuesto Blair o la reposición de los aportes patronales, hasta la baja de tarifas. Y, al final, ¿que relación distinta a la anterior estableció el Estado con una nueva autoridad?: ninguna. Creo que hay que renegociar contratos para bajar la tarifa en algunos servicios, introduciendo más competencia. En otros servicios hay que renegociar contratos porque si no se licua el poder político y el consenso social. No solamente hay que ganar la confianza de los mercados sino también la confianza y el consenso social para reconstruir la autoridad política del Gobierno. También hay que dar cuenta del ajuste de la política. Si la Alianza no toma conciencia de que hay que autolimitar muchas cosas de las que somos partícipes, si no lo hacemos nosotros, la hará el mercado y de la peor manera. Como aquellos que dicen que hay que cerrar provincias para terminar con la burocracia, o quienes tienen una visión economicista que los lleva a la conclusión de que no sirven las mediaciones institucionales.
–Muchos políticos, de todos los partidos, incluso del Gobierno, ven a Domingo Cavallo como el salvador.
–Es una tontería pensar esto. Yo lo defino como un juego de suma cero. Hay que definir a Cavallo con sus pros y sus contras. En un sistema capitalista como el que tenemos, haber sido artífice de la estabilidad monetaria es importante. Tener credibilidad ante un mercado interno y externo, tal vez ayude a la movilización rápida de inversiones, que es importante en un país que tiene que crecer. Pero Cavallo también está connotado con los diez años de desempleo, exclusión y marginalidad de este sistema de concentración y fragmentación económica. ¿Cómo se traduce esto en aquellos que pueden tener como hipótesis el ingreso de Cavallo al Gobierno?: tiene un efecto de suma cero. Porque el supuesto beneficio que aportaría por la rápida movilización de capitales lo resta por la crisis política que generaría en la Alianza. Creo que hay que sacar de la agenda esta hipótesis, que además no se la escuché a ningún miembro importante del Gobierno. Sé que hay un runrún dando vueltas pero viene de la periferia del Gobierno. Pero voy a tener definiciones muy fuertes si ingresa Cavallo. La Alianza está avizorando una crisis política muy fuerte en la base política de la coalición.
–O sea, usted no apoya el ingreso de Cavallo al Gobierno.
–Dejemos de discutir si Cavallo si o Cavallo no. ¿Por qué no llamamos a Cavallo y a otros dirigentes de la oposición, como Ruckauf por ejemplo, para concertar algunas propuestas. Distintos sectores dijeron que mispropuestas les parecieron viables y acertadas. Entonces, convoquémoslos para concertar propuestas concretas para el crecimiento. Se me ocurre una profunda reforma impositiva.
–Sus definiciones y propuestas sobre el desdoblamiento del Ministerio de Economía debilitaron a José Luis Machinea.
–Estoy convencido de que hay que dar una institucionalidad en cómo se traduce esto en términos del organigrama. Y de que esta nueva etapa debe estar identificada con el crecimiento productivo y el empleo. Eso no lo planteo en desmedro de Machinea. Desde mi perspectiva y sin hacer nombres, el Gobierno a esta nueva etapa le tiene dar el contexto de una plataforma de lanzamiento en la que se pone todo el esfuerzo en el crecimiento productivo. Si venís muy marcado por la coyuntura, por las dificultades, por la herencia recibida, hay que reforzar que esta etapa es distinta. En ese sentido es necesario reforzar el enunciador. Yo no hago nombres. Es el Presidente quien tiene que definir si comparte esta idea. Yo hice mi aporte. No es una verdad revelada, el Gobierno está analizando las suyas.
–¿Qué le parece el rol que está jugando el peronismo?
–En general nada de lo que nos ha pasado se puede achacar a la conducta del peronismo. No incorporaría a la oposición como causante de los problemas que tuvo este gobierno.

 

Reunión con el Presidente

Por S.M. y E.T.
–¿Qué resultado espera obtener en la reunión que tendrá con De la Rúa?
–El encuentro será la continuidad de un diálogo que se mantuvo por distintas vías. En algunas ocasiones telefónico, a veces por los compañeros que están en el Gobierno, ya sea Graciela o Darío Alessandro. El Presidente siempre supo lo que yo pensaba. Me parece que sí hay que trabajar los contenidos de esta nueva etapa. Este es el tema central, el diagnóstico está compartido. Sólo hay que caminar dos cuadras para darse cuenta qué es lo que pasa en la sociedad. También el blindaje cierra un año muy complicado y abre una oportunidad. Ahora falta definir cuáles son las medidas que le dan sustento.
–Las propuestas que recientemente le acercó, ¿no cree que puedan ser interpretadas por el Presidente como parte de ese conflicto o como una política de diferenciación suya?
–Ese es el papel que tiene que tener el Frepaso en la Alianza: acercar propuestas con lo que cree que se tiene que hacer en el Gobierno. Poder marcar disidencias o límites, así debe funcionar una coalición. No se conspira contra la gobernabilidad, ni se debilita la figura presidencial que hay que preservar y se realiza un aporte. La gente tiene que ver un gobierno y también las identidades de las fuerzas que componen ese gobierno.

 

El Frepaso, la gestión y Flamarique

Por S.M. y E.T.
–¿Cómo evalúa la gestión del Frepaso en los ámbitos de gobierno?
–Creo que le está yendo bien a Aníbal Ibarra en la ciudad. Este es un test muy importante. Si el Frepaso gobierna bien la ciudad, si es una buena gestión y se potencia con la de Hermes Binner en Rosario, que también es muy buena, eso va a potenciar mucho la fuerza. Después tuvimos dificultades con algunos funcionarios del Gobierno. En ocasiones a falta de experiencia o a no tomar en cuenta a determinadas cuestiones.
–¿En quiénes piensa? ¿Fernández Meijide, Dante Caputo? ¿Quiénes?
–Lo digo en términos generales. No voy a hacer referencias individuales. El balance tiene que ser siempre crítico. En una gestión donde la imagen del gobierno está complicada, ¿qué significa una buena gestión?
–¿Qué recuerdo guarda de Alberto Flamarique?
–Fue una situación complicada. Siempre dije que él gestionó la parte política de la Reforma Laboral que no tuvo que ver con la denuncia de los sobornos. Su error no fue haber dado un paso al costado en el momento necesario. No haberle dicho a la sociedad “no quiero ser una carga para el gobierno y para mi fuerza política, yo sólo gestioné la parte política de la reforma laboral”. Porque se percibía un circuito que existía con anterioridad. Haber pensado que con la protección del Presidente se podía resistir, eso jugó en contra.
–¿Lo traicionó?
–No, no siento eso. Creo que se cometió un error político que se pagó muy caro. Un error que tuvo un impacto fuerte, con la implicancia que todos sabemos que tuvo.

 

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