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OPINION
Por Mario Wainfeld

�Le dicen Semana Santa�

–¿Sabe cómo le dicen a Machinea?
–...
–Semana Santa.
–¿Por qué?
–Por que nadie sabe si cae en marzo o en abril.
El diálogo circula como suelen hacerlo los chistes políticos, a todo lo que da, por los pasillos del Ministerio de Economía y de la Casa Rosada. Y, como todo buen chiste político, hace reír porque da cuenta de una situación real. Paradójica, como acostumbra ser la realidad cuando se la mira bien, porque José Luis Machinea está a punto de lograr un blindaje de 30.000 palos verdes, lo que no es poco, ni es chiste.
El blindaje tiene todo el tono de la última oportunidad. “Es lo que soñó Alfonsín –parte describe, parte bromea un importante miembro del Gobierno–, dos años sin pagar intereses. Claro que al tercer año, el sueño se hará pesadilla, si no hacemos las cosas bien”.
“Es como la bala de plata”, metaforizó Carlos “Chacho” Alvarez apelando al imaginario del comic.
En Economía saben que corren contrarreloj, pero viven días de fasto. El blindaje, aseguran, es un triunfo de “Machi”, una coronación del esfuerzo y los logros de un año. Las severas autocríticas lanzadas por Chacho no son compartidas en Hacienda. Los Machi boys siguen creyendo que hicieron lo correcto. Que poner en –relativo– orden las cuentas fiscales era, ineludiblemente, el primer paso. “Es una frivolidad decir que debimos hacer en 2000 lo que haremos en 2001. No nos hubieran facilitado el blindaje”. Como mucho, alguno asume en voz baja que el impuestazo fue un “error político”. “No medimos su impacto”, pero la alternativa imaginable, en su registro, no era una apuesta al crecimiento sino haber adelantado el recorte salarial. “Achicar el déficit era prioritario. Quizá debimos bajar el gasto vía rebaja de salarios a los empleados públicos en vez de intentar aumentar los ingresos” es la módica autocrítica. Que está tan lejos del discurso de Alvarez como Chacho de Machinea.
A futuro, todo es optimismo. O casi todo. El estancamiento cesará; el blindaje permitirá cierta reactivación de la obra pública; la desregulación telefónica se desplegará; crecerá la confianza. El círculo virtuoso, cuándo no. “El próximo va a ser un buen año, con Machinea o con otro”, auguran en Economía.
–¿Y va a estar Machinea? se interesa Página/12.
“Sería lo justo, el blindaje lo consiguió él. Y, ojo, lo lógico ante los mercados y los organismos internacionales: es poco sensato y hasta peligroso despedir a un ministro que consiguió tamaño apoyo”.
–Entonces, va a estar, chicanea antes que deduce, el cronista.
–Es una cuestión política. ¿Usted qué sabe?
–Lo que sabe todo el mundo.

Reforzando el sillón

Lo que sabe todo el mund(ill)o. Que, de boca para afuera, todo el Gobierno se alinea con Machinea, pero que existe un instalado sentido común que postula que –si para Semana Santa no ha cambiado la sensación térmica que perciben los argentinos– es bien posible que haya un relevo. No se trata ya de que mejoren las variables, sino también de que se perciban. Si no ocurriera así, es más que probable que algún otro ocupe el sillón en el que hoy se acomoda Machinea.
Todo induce a pensar que será alguien de más peso que él. De más peso stricto sensu, porque los tres conspicuos candidatos son considerablemente más fornidos que el actual ministro. Tal vez, en Semana Santa haya que apuntalar el sillón.
El recambio por Domingo Cavallo, Chrystian Colombo o Ricardo López Murphy es un escenario verosímil que todos en el Gobierno dicen no desear.Pero nadie quiere ser sorprendido sin paraguas con un posible aguacero en ciernes. Y, amén de especular, todos se mueven de cara a ese escenario.
Fernando de Santibañes, por caso, aliviado de la carga de gerenciar la SIDE, conserva su interlocución diaria o casi, whisky de por medio, con Fernando de la Rúa. Y le calienta la oreja, en su carácter de socio vitalicio del club de admiradores del actual ministro de Defensa. Al fin y al cabo, hace cerca de 20 años el ex señor Cinco llevó a López Murphy a Villa Rosa y se lo presentó al actual Presidente.
López Murphy es el más liberal de los radicales, pero es radical, asumen aun sus contradictores. Y todos le reconocen envergadura técnica e intelectual. En tiendas de Machinea le atribuyen incluso una enorme actitud cooperativa durante la gestión y sólo le cuestionan a futuro no tener armado un equipo, ni nada que se le parezca.
Pero todos saben que, radical o no, López Murphy es rígido en sus convicciones y que –si va al Gobierno– irá a hacer lo que considera necesario, esto es mucho más de lo mismo. Una medicina muy difícil de compatibilizar con el anhelo aliancista de salir a flote en las elecciones de 2001. “Es ridículo que hayamos apelado a Machinea para contraer el gasto y lo cambiemos por López Murphy en una etapa de expansión”, dijeron a Página/12, con casi idénticas palabras, dos conspicuos integrantes del ala progre del oficialismo.
Colombo es la niña de los ojos de una parte del delarruismo –el relativamente reciente traslado de Paola Cocciaglia, una funcionaria del riñón presidencial, a Jefatura de Gabinete es todo un indicio– ganado por su dinamismo y ejecutividad. Su buen amigo Enrique “Coti” Nosiglia está dispuesto a jugar a su favor, si hay relevo.
Radical de pura cepa, tiene en el debe la bronca que le dispensa Raúl Alfonsín a quien “el vikingo” jefe de Gabinete cruzó con inusual dureza en un par de ocasiones.
En el Gobierno abundan los elogios para su desempeño, acrecentados usualmente porque se lo compara con el de su predecesor Rodolfo Terragno. Pero a la hora de ponderarlo como ministeriable de Economía, el consenso es menor. “Una cosa es ser un buen gerente y otra, definir las estrategias”, dicen unos, incluidos dirigentes muy cercanos a Coti. Otros se valen de una broma del propio Colombo quien alguna vez dijo que “estudié economía de noche” y le atribuyen piné insuficiente para ser ministro. Los frepasistas aúnan a esa sospecha técnica, una política: recelan de su relación con Nosiglia y de su creciente encono hacia Chacho.
Nadie, pero nadie en el Gobierno dice apoyar a Cavallo. Varios lo han cuestionado frontalmente: Federico Storani, Raúl Alfonsín, Aníbal Ibarra. Eppur si muove. Nadie cree en las brujas, pero que las hay, las hay.
El más sospechado de promover el terremoto, el real cambio de pantalla que significaría el Cavallo de Troya, es Alvarez. Es que su reaparición pública tuvo la forma de un misil contra la línea de flotación de Machinea, más potente si se sopesa que hasta no hace tanto fueron grandes aliados. Alvarez recusa como imposible un ingreso de Cavallo cuando habla en público, pero lo asume con una hipótesis factible en la intimidad. Y -aseguran los pocos hombres que lo conocen bien– su ponderación acerca del saber técnico de Mingo es altísima. En el Ministerio del Interior, en Jefatura de Gabinete sospechan que Alvarez “opera” para catalizar un futuro advenimiento de Cavallo. Los chachistas lo niegan con énfasis. Las declaraciones periodísticas de Alvarez (ver páginas 2 y 3) les sirven de buen argumento.
En el discurso que el ex vice desgranó en estos días coexisten dos críticas: al fiscalismo del Gobierno y a la ausencia de un plan estratégico, un modelo de desarrollo, un proyecto de nación. ¿Es posible conciliar –siquiera a nivel de análisis– a Cavallo, a una política productivista y al planeamiento económico? Una persona al menos puedehacerlo: es Juan Llach, el ex ministro de Educación que en estos últimos tiempos ha vuelto a dialogar cotidianamente con Chacho.
Otros sospechados de promover a Cavallo están mucho más cerca del Presidente que el bichoco jefe frepasista: el hermano Jorge, ministro de Justicia, el titular del Banco Nación, Enrique Olivera, la vicejefa de Gobierno porteño, Cecilia Felgueras.
¿Hay apenas rumores, especulaciones acerca de algo que puede ocurrir, charlas de café entre protagonistas? ¿O hay reuniones, susurros, operaciones, tomas de posición, coaliciones para prepararse para (o acelerar) lo que vendrá? En política, las fronteras entre esas categorías son a menudo meras líneas de puntos, pasibles de ser traspasadas aun sin darse mucha cuenta. O dándose cuenta y haciendo como si no.

A plazo fijo

Si todo sale bien –está atado y bien atado para que así sea–, mañana a primera hora de la tarde se anunciará el blindaje. El Gobierno tendrá, después de mucho tiempo, la oportunidad de comunicar una buena nueva. Así sea algo que difícilmente sea vivido con euforia, siquiera con atención por mucha gente del común.
Como fuera, no es moco de pavo poder emitir una noticia así. Si lo sabrá el Presidente quien la semana pasada sufrió en carne propia una dura revelación. Pensaba pronunciar un discurso el domingo 10, al cumplirse un año de su gestión. Pero sus asesores de imagen le aconsejaron no hablar, le dijeron que su presencia sería contraproducente. Todo un shock para quien hace un puñado de meses tenía la mejor imagen entre los políticos argentinos. De la Rúa tiró al canasto el discurso que le habían esbozado y juntó bronca.
La ceremonia de mañana es esperada por los exégetas de las lógicas palaciegas. El equipo económico ansía que el anuncio reconozca, a la hora de la liturgia, el protagonismo de Machinea. Pero cerca del Presidente piensan que éste no puede desaprovechar la ocasión para ponerse en el centro de la escena del que eligió correrse hace una semanita.
Las ceremonias públicas dicen mucho de cualquier gobierno, ni qué decir de uno que esconde bajo la alfombra sus debates internos. Su backstage es todo un tema. No es de extrañar entonces que algunos aliados de Colombo estén urdiendo el borrador de un discurso que le garantice al Presidente un marcado protagonismo. Y desplace, quiera que no, a un segundo plano a Machinea.

El largo plazo

¿Dónde estará Alvarez, dónde Machinea cuando llegue Semana Santa? Tres o cuatro meses son, en la Argentina, largo plazo y nada es predecible con certeza. Pero es sensato percibir que habrá alguna relación entre lo que ocurra con el ministro de Economía y las futuras actitudes del ex vice.
Alvarez no podrá salir del limbo político que ocupa desde su renuncia, ni muy adentro ni tan afuera, mientras Machinea, “el ministro de la Alianza”, integre el Gabinete. Esto es, mientras se mantengan las coordenadas básicas de los dos últimos meses. No puede retornar al Gobierno ni alejarse definitivamente de él si no media un cambio importante. La salida del ministro de Economía, fuera quien fuera el reemplazante, determinaría un nuevo escenario que, per se, autorizaría a enérgicas tomas de posición. Por una vez, mientras en las calles resuenen las cargadas que suceden a cualquier definición del campeonato de AFA, el Gobierno empezará la semana con una buena noticia. Un triunfo para el equipo económico, dicen los que saben. Una prueba de la confianza de los organismos internacionales de crédito en el oficialismo, añaden.
Escatiman decir, aunque saben y temen, que al Gobierno le viene siendo mucho más difícil triunfar, sostener la confianza de los ciudadanos de apie. Quienes –a diferencia de los mercados– votan sólo de bienio en bienio, pero –como ellos– hacen daño cuando deciden bajar el pulgar.


 

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