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Víctor, el tucumano, Cuchi y 50 años de exilios

Festejar el 50º aniversario del ACNUR, la entidad de la ONU para los refugiados, es �triste�, como dice su propia titular. En esta viñeta, la experiencia del exilio de Argentina, un país que conoce bien el tema.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados fue creado hace medio siglo.

Por Luis Bruschtein

El Cuchi era albañil y había caído preso en un asado de la JotaPé en Pompeya. Llegó a México con la opción de salida para los detenidos a disposición del PEN. En las peñas del COSPA, las borracheras eran melancólicas. El Cuchi se ponía un sombrero charro, le cantaba a su madre y el llanto le hacía desafinar. Cotota era un camionero tucumano y hacía un dúo con Víctor, El santiagueño, para cantar “Si te miro, vuélvete, le dijo la luna llorando, los cerros y las vaquitas, allá te están esperando”. La gorda Yiya y otras exiliadas hacían las empanadas durante el día y en la peña otro grupo servía a los parroquianos, muchos mexicanos y de otras colonias de exiliados, uruguayos, nicaragüenses, chilenos, bolivianos y demás.
Cuando un exiliado argentino llegaba a México, los que habían llegado antes trataban de contenerlo. Algunos llegaban de la cárcel, otros como podían, salían a Uruguay o a Brasil con el DNI y desde allí se las arreglaban para seguir hacia el norte. La mayoría cargaba historias tremendas de familiares, amigos o compañeros cercanos. Un exiliado sueña con el último paisaje que vio de su país. Será difícil que recuerde la forma en que hizo las valijas, si es que tuvo tiempo, o el día anterior. Da vuelta la cabeza para ver la otra orilla o se asoma a la ventanilla para llevarse la última imagen. Esa visión se adhiere a la retina igual que la primera vez que vio a sus hijos al nacer. No importa si se trata de un campesino guatemalteco a orillas del Usumacinta, de un profesional argentino en Paso de los Libres o de un estudiante chileno en Puente del Inca. Esa visión será la marca de los años que vivirá afuera.
En México había exiliados de casi todos los países de América latina en la época de la doctrina de la Seguridad Nacional. Pero ser exiliado argentino era más difícil. Los demás tomaban su condición con la naturalidad de una institución como el exilio que tiene tantos años como la humanidad. Pero entre los exiliados argentinos había una especie de culpa, de sentirse cobarde por haber escapado, de sentir que los que se habían quedado estaban peor. Hubo una discusión, que llevó años, para resolver si se trataba de exiliados o de turistas. A muchos les daba vergüenza asumir su condición de exiliados y decían que eran “residentes argentinos en el exterior”. Es probable que algunos lo hicieran por oportunismo, para no cerrarse puertas ante un eventual ablandamiento de la dictadura. Pero muchos lo hacían porque sentían culpa de haber escapado de los militares. Esa vergüenza era un castigo argentino adicional al hecho incontrastable de ser exiliado.
En esa época, las guerras civiles en Nicaragua, El Salvador y Guatemala producían oleadas de refugiados que llegaban de a miles a Costa Rica, Panamá, Honduras y México. En esos casos había campamentos en las zonas de frontera donde se hacinaban hombres, mujeres y niños en el mayor desamparo que es el de haber dejado todo.
Los exiliados argentinos formaron un equipo de fútbol y organizaron un Campeonato de Confraternidad Latinoamericana. Como este deporte es una especialidad nacional, pensaron que iban a ganar, pero perdieron y se agarraron a trompadas con el equipo nicaragüense. El exiliado argentino no podía ganar ni a la bolita. No por nada el psicoanálisis también es un invento argentino. Y sin embargo, junto con la chilena, era una de las colectividades más organizadas y activas y realmente fue muy solidario, tanto a través del COSPA, que encabezaba el ex rector de la UBA, Rodolfo Puiggrós, como del CAS, que presidía el escritor Noé Jitrik.
Al cumplirse este 14 de diciembre el 50º aniversario del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) resulta inevitable recordar ese conflicto tan argentino de los exiliados. Pocas cosas resultaban tan duras como cuando un exiliado se moría en el exterior. Un hijo de Yiya murió en un accidente de tránsito y durante muchos días dejó sin alma a los exiliados; o la tristeza multiplicada en los entierros de Puiggrós y del ex presidente Héctor Cámpora en la capital mexicana. Y sin embargo se discutía si éramos exiliados o residentes.
Todavía hoy ese debate sobre el exilio, que no fue un paseo, ni siquiera un paréntesis, sigue pendiente. Como dijo la Alta Comisionada, Sadaka Ogata, “la longevidad del ACNUR no es causa de celebración” porque refleja “el continuo fracaso de la comunidad internacional para prevenir las causas de los conflictos y desplazamientos”. Pero al menos, el ACNUR surgió del reconocimiento de ese rasgo primitivo de las sociedades humanas. Si los argentinos hubiéramos inventado el ACNUR, lo hubiéramos hecho para los demás, porque a nosotros no nos pasan esas cosas.

 

50 millones en 50 años

La tarea principal del ACNUR, con sede en Ginebra, es supervisar el cumplimiento de la Convención de 1951 sobre el estatuto de los refugiados, hoy suscrito por 138 países. Fue creado en 1950 por la Asamblea General de la ONU para reasentar a 1,2 millón de refugiados europeos de la Segunda Guerra. Su mandato se renueva cada cinco años y en estos 50 años de existencia ha ayudado a alrededor de 50 millones de personas, entre solicitantes del estatuto de refugiado, refugiados, desplazados internos (atrapados en su propio país) y repatriados de todo el mundo. Hoy asiste a 22,3 millones de personas, 80% de las cuales son mujeres y niños. En la Argentina, el aniversario del organismo se conmemorará este martes 19 de diciembre en el Palacio San Martín. Durante el acto organizado por la cancillería argentina y por la Oficina Regional del ACNUR, se entregará la medalla Nanse al pianista Miguel Angel Estrella, quien también estuvo exiliado durante la dictadura.

 

WILSON DOS SANTOS PIDIO ASILO POLITICO EN SUIZA
El testigo le teme a la tortura

El brasileño Wilson Dos Santos, testigo estrella del caso AMIA que será extraditado la semana próxima a la Argentina, dijo que teme “volver a ser torturado” en el país, según afirmaron sus abogados. Los letrados aseguraron que esos tormentos, que Dos Santos afirma que ocurrieron en territorio argentino, fueron acreditados por los médicos que lo asistieron en la prisión suiza en donde se encuentra. El detenido será traído al país para ser imputado en una causa por falso testimonio, pero podría declarar en el juicio oral sobre cuestiones vinculadas con el atentado contra la mutual judía ocurrido en 1994.
Con motivo de las alegadas torturas, los letrados de Dos Santos solicitaron a las autoridades suizas que le concedan asilo político en lugar de extraditarlo a la Argentina. Ese pedido será resuelto el viernes próximo, pero todo hace suponer que será denegado y que de inmediato se producirá la extradición. En fuentes judiciales argentinas se dijo que, de realizar algún aporte al esclarecimiento del caso, Dos Santos podría tener un trato benigno en la causa por falso testimonio.
De no aportar nada, el brasileño podría estar detenido por lo menos un año. Muchos de los que tienen a su cargo la investigación del caso AMIA tienen la convicción de que Dos Santos fue –y tal vez lo siga siendo– un agente de inteligencia de Brasil. Sin embargo, fuentes brasileñas negaron totalmente esa versión y aseguraron que es una mentira con la que se busca tapar las deficiencias de la investigación argentina.
Dos Santos quedó vinculado a la causa luego de que trascendiera que 15 días antes de que ocurriera el atentado había avisado al Consulado brasileño en Milán que el hecho iba a ocurrir. Sin embargo, cuando fue traído a la Argentina, primero confirmó ante la policía lo que sabía de antes del estallido, pero luego negó ante la Justicia todo lo dicho, lo que derivó en la acusación por falso testimonio.
Más tarde se produjo la fuga y se le perdió el rastro por varios años, hasta que en abril pasado fue detenido en Zurich, en cumplimiento de una orden de captura internacional. La Justicia argentina supone que Dos Santos sabe mucho más sobre el atentado y por eso tiene interés en insistir en lograr su testimonio. La cónsul argentina de Milán, Norma Fassano, confirmó en su momento que Dos Santos había realmente anticipado un posible atentado contra una organización judía en la Argentina.

 

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