Por Horacio Cecchi
Bordes cortantes, clavos salientes,
toboganes demasiado empinados y poco espacio entre los juegos, fueron
las principales deficiencias descubiertas en un estudio realizado por
la subsecretaría de Medio Ambiente porteña en el sector
de juegos de 125 de las 418 plazas de la ciudad. Además, y en forma
generalizada, los especialistas confirmaron la clásica polución
escatológica canino-felina en los cuadrados de arena. El resultado
del informe derivó en una campaña de concientización:
250 auxiliares, debidamente preparados, recorren desde ayer las plazas
de la ciudad para asesorar a dueños de mascotas y padres que lleven
a sus hijos a revolcarse entre bacterias aeróbicas, gérmenes
coliformes y escherichias varias. Como parte del reciclaje, también
se inició un plan piloto en 13 plazas, renovando los juegos y cerrando
con rejas y redes el paso a la avanzada gato-perruna. El resultado fue
casi óptimo: allí donde había mallas, la caquita
prácticamente desapareció. Como golpe de gracia, se estudia
que los cuadrados ya no sean más de arena, sino de caucho o de
chips de madera semejantes a palitos de helado. Será el fin de
los castillitos.
En agosto hicimos un relevamiento explicó a Página/12
Eduardo Ricciuti, subsecretario de Medio Ambiente porteño.
De las 418 plazas, el treinta por ciento de los patios de juego se encontraban
en estado crítico. Había juegos en mal estado, bordes cortantes,
maderas en los toboganes demasiado abiertas, toboganes muy altos o empinados.
La mayor parte se encuentra del lado sur de la ciudad.
Un mes después, la Legislatura porteña aprobó la
ley 455, que creó un marco para las condiciones que deben cumplir
los patios de juego según normas IRAM: desde el ángulo de
giro de una hamaca, hasta la altura y pendiente de un tobogán.
Todos los patios nuevos deberán seguir cumplir la norma. La ley
dio un año de plazo para renovar los patios ya existentes.
Para la puesta a punto de los juegos, la subsecretaría inició
un plan piloto en diferentes direcciones: por un lado, invitó al
urbanista norteamericano Monty Christiansen, que desde hace 25 años
se especializa en la seguridad de los patios de juego recorriendo areneros
y subibajas de todo el mundo, para colaborar en la elaboración
del Manual de Seguridad para Juegos Infantiles. Allí se especificarán
las características que deben cumplir las estructuras y habilitará
condiciones para que chicos discapacitados puedan utilizar los juegos
sin complicaciones. Rampas, superficies que permitan que una silla
de ruedas no se hunda como sobre la arena, comentó Ricciuti.
Christiansen nos aportó toda su experiencia. Por ejemplo,
que la parte más alta de los toboganes debe quedar encima de una
superficie que no sea sólida.
Una vez que el manual tenga cuerpo real, la Subsecretaría llamará
a un concurso de ideas a diseñadores y fabricantes. Por otro lado,
Ricciuti decidió arremeter contra el karma de los areneros: caniches
y lindos gatitos. La Dirección General de Calidad Ambiental tomó
muestras de la arena de las plazas porteñas, observando una altísima
concentración de bacterias y gérmenes. Se decidió
entonces que el plan piloto comprendiera también pruebas para reducir
el impacto de los gérmenes y una campaña de concientización
y asesoramiento, llevada adelante por 250 auxiliares que desde ayer reparten
folletos en las plazas, y asesoran a dueños de mascotas y padres,
tíos o encargados. Nosotros podremos buscar soluciones, pero
es imprescindible la colaboración de la gente para que pueda tener
éxito.
De las soluciones imaginadas al problema, la primera ya se puso en práctica:
en 13 plazas, donde se pondrá en ejecución la primera etapa
del plan piloto, se levantarán vallados de un metro veinte, para
evitar el paso canino. Hay tres tipos de patios explicó
Ricciuti: de superficie libre, de vallado con verjas muy separadas,
y de verjas tipo malla. Ya empezamos a poner a prueba a esta última.
El 13 de octubre pasado, un informe del laboratorio de Control de Calidad
Ambiental fue terminante: Las evaluaciones revelan: contaminación
fecal elevada en areneros que se encuentran sin vallado de protección,
menor en los parcialmente protegidos y no se encontró contaminación
fecal donde el vallado es completo y con puertas. Como ejemplo de
las muestras obtenidas, la Plaza Las Heras, sin ningún tipo de
protección, presentó 11 mil bacterias aeróbicas mesofilas,
560 gérmenes coliformes, 250 del grupo LAC y 310 gérmenes
escherichia coli por gramo. En cambio, las que contaban con rejas y mallas
de seguridad, presentaron alrededor de tres mil bacterias aeróbicas
mesofilas por gramo y relativa ausencia de otro tipo de gérmenes.
Pero la vedette de la renovación será sin dudas el arenero
o clásico cuadrado de arena, que ya no será tal si las pruebas
a realizar en el Parque Avellaneda y en la Plaza de la Misericordia, sobre
Directorio y Camacuá, son exitosas: en el primero se cambiará
el clásico elemento de los castillitos de arena por chips de madera,
semejantes a palitos de helado. En la segunda, se colocará una
superficie continua de caucho.
Trece para el experimento
Son 13 las plazas que serán relevadas y modificadas en
la primera etapa. La mayor parte correspondientes a la zona sur
u oeste, donde los juegos se encuentran muy deteriorados. Las plazas
son: Ramón Falcón (Falcón y Benedetti), Juan
José Paso (Moldes y Zabala), Las Heras (Coronel Díaz
y Las Heras), de la Misericordia (Directorio y Camacuá),
Avellaneda (Directorio y Lacarra), Centenario (Díaz Vélez
y Marechal), Lezama (Paseo Colón y Brasil), Parque Patricios
(Caseros y Monteagudo), Montserrat, Primero de Mayo (Alsina y Pasco),
Hernández (Echeverría y Obligado), Unidad Latinoamericana
(El Salvador y Medrano) y Sarmiento (Cosquín y El Rastreador).
En seis casos ya fue colocada la malla, y en la mayor parte se inició
el cambio de arena. En la Plaza de la Misericordia el arenero será
cambiado por una capa de caucho y en Parque Avellaneda por chips
de madera. Aproximadamente la mitad ya se encuentra en proceso de
renovación de sus juegos. Para alcanzar la meta de poner
al día todas las plazas de la ciudad en un año, se
invertirán casi dos millones de dólares.
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