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Por qué a Bush Jr. se le chispotean las palabras

El presidente electo de Estados Unidos es famoso por sus innumerables gaffes en materia de política internacional. Pero quizás no sea (sólo) por su ignorancia: podría ser disléxico.

Bush Jr. no convence con la palabra pero sí con sus gestos.
Los expertos dicen que la dislexia agudiza el lenguaje gestual.

El presidente “electo” de Estados Unidos, George Walker Bush, es y ha sido objeto de muchas burlas por su desconocimiento palmario del mundo que rodea a su país. Llamó “kosovarianos” a los kosovares, “grecianos” a los griegos, “timorianos” a los timorenses. Confundió Eslovaquia con Eslovenia y a los talibanes con un grupo de rock. No pudo responder quiénes son los líderes de Pakistán, India y Chechenia. Un cómico canadiense fingió ser periodista y le dijo que el premier canadiense Jean Poutine le había dado su apoyo. Bush respondió con una larga sanata sobre las relaciones entre Estados Unidos y Canadá y en ningún momento cayó en la cuenta de que el premier canadiense es Jean Chrétien y que “poutine” es apenas un plato canadiense a base de papas fritas y queso. Con estas gaffes, el tejano se convirtió en el hazmerreír de la culta costa este norteamericana. Pero quizá reírse de Bush sea una canallada: varios informes indican que es disléxico.
El abuelo de George Bush Jr., Prescott Bush, era disléxico. Luego de varios problemas, su hermano Neil también recibió un diagnosticado de dislexia. Para la especialista en dislexia Sue Horn, “Bush es probablemente disléxico, aunque quizá nunca haya sido diagnosticado como tal”. Pero en la familia Bush había conciencia del problema. La madre de Bush Jr., Barbara, ha dirigido varias campañas sobre el problema y no tuvo empacho en hacer públicos los antecedentes de la familia.
El disléxico escucha bien, pero no puede procesar rápidamente todos los sonidos de una palabra. De este modo, cuando repite una palabra que escuchó lo hace omitiendo, reemplazando o trasladando de lugar los sonidos de esa palabra. En general, utilizan mucho el lenguaje verbal, pero no pueden mantener un discurso organizado cuando son puestos a oradores. Otro especialista, Thomas West, autor del libro sobre dislexia In The Mind’s Eye, asegura que los disléxicos “se equivocan mucho cuando están cansados, estresados o cuando están en un ambiente frío. En cambio, cuando la situación da para comportarse como un actor –con un discurso ya memorizado–, un disléxico puede dedicarse a conectarse con la audiencia y llegar así a ser un orador más poderoso que cualquier otro”. Bush es famoso por su capacidad para el contacto con la gente.
Según otros expertos en la materia, la dislexia hace que se desarrollen otros tipos de inteligencia. En general, los disléxicos dan vuelta el handicap de su enfermedad cuando desarrollan un sentido visual muy agudo y leen mejor que cualquiera el lenguaje facial y corporal. Cuando Bush Jr. entra en un lugar, está hiperdespierto y genera una escena que ningún otro político en Estados Unidos, con la excepción de Bill Clinton, puede sostener. Su contacto con la gente es notable, vuelve verborrágicos a los tímidos y rompe la distancia con las personas parándose muy cerca de ellas. Robe Deiter, ex compañero de Bush Jr. en el secundario y hoy profesor de derecho en la Universidad de Colorado, dice que “George puede entrar a un salón y captar la situación y la gente al instante. Esa es la parte más fuerte de su inteligencia”.
Algunos hablan de “visionarios disléxicos” y empiezan a listar los grandes disléxicos de la historia: Leonardo Da Vinci, William Butler Yeats, Albert Einstein. También el ex gobernador de Nueva York David Rockefeller lo era. Se sospecha que hasta Winston Churchill era disléxico, y justamente él es uno de los ídolos de Bush Jr. “La gran pregunta respecto de Bush –continúa West– es si hay alguna evidencia de que tenga la capacidad de comprender una situación compleja o de tener una gran capacidad de juicio y decisión.”
No es que un disléxico tenga per se problemas con su inteligencia por el solo hecho de ser disléxico, pero es una de las posibilidades. Tanto Neil Bush como el mismo George Bush Jr. tienen serios problemas de concentración. El secretario de la gobernación de Texas, Clay Johnson, cuenta que Bush Jr. trabaja de 8.30 a 11.30 por la mañana, que luego de esa hora necesita una pausa de por lo menos cuatro horas y que recién a las tres de la tarde puede volver a su oficina, hasta las cinco y media.No puede leer grandes informes, por lo que descarga gran parte de su trabajo en sus asesores.
En todo caso, algunos especialistas, como Thomas West, se quejan de que, con estas evidencias de la dislexia de Bush Jr., los medios de comunicación sigan burlándose. “Yo me di cuenta con toda esta historia de que los periodistas no entienden, o no quieren entender, que gente que, como los disléxicos, tienen problemas de aprendizaje pueden ser brillantes. Sólo que no pueden responder rápidamente a preguntas incisivas.”

 


 

EL PRESIDENTE ELECTO GEORGE W. BUSH COMIENZA A ARMAR SU GOBIERNO
El primer secretario de Estado negro

”He pedido que se convierta en el 65 secretario de Estado de Estados Unidos”. Que este anuncio fuera largamente esperado no logró disminuir su impacto histórico. Es que al hacerlo, el presidente electo republicano George W. Bush hacía definitiva ayer su intención de designar al general retirado Colin Powell a cargo de la política exterior norteamericana, la primera vez que un negro llega a ese puesto. Powell se declaró “honrado” por la elección y aseguró que “será una inspiración para todos los jóvenes afroamericanos”. En sus primeras declaraciones ayer sobre política exterior, Powell parecía respaldar a Bush en varios puntos controversiales con la Unión Europea y Rusia: mantener el régimen de sanciones contra Irak y, especialmente, avanzar en la construcción de un sistema de defensa antimisiles, abrogando el tratado ABM (que los prohíbe) si es necesario.
Sin embargo, esta coincidencia en términos generales podría ocultar varias diferencias de opinión más sutiles entre el próximo secretario de Estado y su presidente. Sobre el tema del sistema antimisiles, de hecho, Powell se ha mostrado bastante más cauto que Bush. “Creo que probablemente deba ser modificado, pero aterrará a muchos de nuestros amigos”, recalcó durante la campaña presidencial. También objetó a calificar a Irán, Corea del Norte, e Irak con el nombre global de “Estados parias”: “Detesto ese término, no veo qué se gana metiendo un montón de países distintos a la misma olla... Son tan distintos”. A nivel doméstico, el ex jefe del Estado Mayor conjunto tiene fuertes desacuerdos con muchos republicanos por su apoyo a los programas de “acción afirmativa” que benefician a minorías. Esto podría ser una fuente de futuras fricciones con Bush.
Pero por ahora la relación entre ambos hombres es excelente. “Es un verdadero héroe norteamericano”, lo exaltó ayer el presidente electo en la escuela primaria de Texas donde hizo el anuncio. La mayoría de los estadounidenses estarían de acuerdo. Powell era primordialmente un general político, acostumbrado desde los 80 a manejarse con las diferentes burocracias de Washington D.C. Su habilidad administrativa, su estilo reservado y cauteloso, y su discreta lealtad hacia sus jefes significaron un rápido ascenso a posiciones claves. De integrar el Consejo de Seguridad Nacional en los últimos añosdel gobierno de Ronald Reagan, ascendió al mando de todas las tropas en el territorio nacional y finalmente a la jefatura del Estado Mayor Conjunto. Desde allí presidió la invasión a Panamá en 1989 y la reconquista de Kuwait durante la Guerra del Golfo en 1990-91. En ambos casos la iniciativa vino desde sus líderes políticos, particularmente el presidente George Bush (padre) y su secretario de Defensa Dick Cheney (el ahora vicepresidente electo). De hecho, Powell estuvo opuesto a la retomar Kuwait por la fuerza en 1990, pero, dando muestra de su característica más preciada entre sus jefes, obedeció órdenes sin quejas luego de que sus objeciones fueran rechazadas.
Todo esto hace que varios analistas vean con optimismo la llegada de Powell al Departamento de Estado. Actualmente ese departamento está amenazado por una asignación insuficiente de fondos, una baja moral a causa de la conducción de la actual secretaria, Madeleine Albright, y el espectro de caer en la irrelevancia en un mundo donde el Departamento del Tesoro y de Comercio se arrogan cada vez más responsabilidades a nivel internacional. Un asesor cercano de Powell, el analista Richard L. Armitage, recalcó que “bajo su jefatura, el secretario de Estado recuperaría su posición de primero entre iguales en el gabinete: ningún otro secretario tendrá su nivel de experiencia”.
Más allá del futuro del sistema antimisiles y la política hacia Irak, la designación de Powell (junto con el resto del equipo Bush) tendrá el efecto de liquidar la mayor parte de los compromisos “humanitarios” de tropas norteamericanas en el exterior. La política futura ha sido llamada “la doctrina Powell”: las Fuerzas Armadas norteamericanas sólo deben intervenir cuando la seguridad nacional está claramente amenazada, y en esos casos debe intervenir masivamente. Quizá la prueba de fuego para esta doctrina ocurrirá en Latinoamérica: es decir, claro, en Colombia.

 

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