Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


NUEVO DISFRAZ DE LA ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA REPRESION
Escuela de Mecánica de las Américas

La Escuela de las Américas teóricamente fue abolida pero sigue viva, detrás del tabarrabos de un curso sobre derechos humanos.

Vladimiro Montesinos, último de los alumnos brillantes de la Escuela
en Georgia.

Por Eduardo Febbro

Entre 1949 y 1996, 620 militares argentinos egresaron del famoso centro de adiestramiento norteamericano llamado la Escuela de las Américas. Las aulas de esta academia militar contaron con “alumnos” tan diestros en el aniquilamiento de la democracia como los generales Leopoldo Galtieri y Roberto Viola. Pero no es todo: por esta institución situada en el sur profundo de EE.UU., Georgia, también pasaron heraldos de la represión como el sargento Juan Flores, Ricardo García, el sargento mayor Héctor González, el cabo Miguel Angel González, el teniente segundo Osvaldo Guarnacia o el mayor Carlos Alberto Martínez, todos debidamente repertoriados en el libro de la Conadep. En la SOA –son sus siglas en inglés– se graduaron más de 60.000 militares. De allí salieron 11 presidentes, 40 ministros de Defensa y 75 comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. En la lista global figuran centenas de militares latinoamericanos que durante varias décadas, en nombre del combate contra el comunismo, violaron a mansalva los derechos elementales de la vida. Más de dos tercios de los militares citados en el informe de la Comisión de la Verdad que la ONU elaboró en El Salvador son egresados de la SOA, más de la mitad de los autores de las atrocidades cometidas en Colombia pasaron por sus aulas. En total, hay 496 soldados formados en la Escuela de las Américas que están acusados de delitos y graves violaciones a los derechos humanos. Además de los argentinos, figuran para Bolivia Hugo Banzer, para el Perú Juan Velasco Alvarado, para Guatemala Efraín Ríos Montt y para Panamá Manuel Antonio Noriega. El alumno modelo más reciente es Vladimiro Montesinos, ex asesor del hoy ex presidente peruano Alberto Fujimori.
Pese al tiempo transcurrido y al ocaso del comunismo, aún puede leerse en la entrada un texto que dice: “Soy el espíritu de la Escuela de las Américas. Estoy entre aquellos hombres que ansían detener el comunismo en las Américas”. Fabrica de dictadores y asesinos, la Escuela de las Américas cerró sus puertas este viernes luego de que el Congreso estadounidense, presionado por sectores de la opinión pública y varios legisladores, decidiera “maquillar” la academia militar. El 17 de enero de 2001, la SOA reabrirá sus aulas con nombre y programa nuevo. En adelante se llamará Instituto para la Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental y no estará más supervisado por el Ejército norteamericano sino por el Ministerio de Defensa. La medida está amparada en la carta “constitutiva” de la Organización de Estados Americanos, la OEA. Los dirigentes de la SOA rechazan cualquier acusación que los implique como un eje de la cadena de asesinos que salió de la academia. El coronel Glenn Weidner, comandante de la SOA, acota que “no se puede negar que algunos graduados cometieron abusos, pero defender la idea de que fue su paso por la Escuela lo que los capacitó para eso es falso”. Este argumento no resiste ni al análisis cifrado ni al conceptual. José Manuel Vivanco, director para América latina de la ONG Human Rights Watch, denuncia: “La escuela educó y perfeccionó en gran medida la doctrina de la seguridad nacional en toda América latina. Esa doctrina sirvió para justificar una lucha sin cuartel, sin ningún límite, contra lo que en una época se entendía como el comunismo”.
“La violencia no era patrimonio de un solo bando, pero siempre buscamos el camino de la democracia”, argumenta el coronel Glenn Weidner. Otra vez se trata de una defensa que no soporta la avalancha de cifras y denuncias contra sus egresados. Creada oficialmente en 1946, en Fuerte Amador, Panamá, la SOA se trasladó cuatro años más tarde a Fuerte Gulick, en donde adoptó el español como idioma oficial, y en 1984 pasó a funcionar en territorio norteamericano, en Fort Benning, Georgia. Su apogeo data de 1961, cuando John F. Kennedy le dio las bases normativas que durarían hasta la década del ‘90: adiestrar a los ejércitos para el combate contra el comunismo, amplificar la contraofensiva ante la influencia cubana ysoviética en el seno de los grupos guerrilleros latinoamericanos. Allí se forjó uno de los conceptos que más muertos dejaría por el camino: la contrainsurgencia, palabra clave que durante los años ‘60, ‘70 y ‘80 justificó los crímenes más espantosos de la historia latinoamericana. “Nuestros cursos –explica Weidner– siempre reflejaron la estrategia del Departamento de Estado y la política exterior de Estados Unidos.” Con la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y la irrupción de las democracias en el continente, la SOA reformuló sus enseñanzas. Según dicen sus actuales responsables, la nueva amenaza por combatir es el narcotráfico. Sin embargo, el manual de la SOA sigue diciendo que la “insurgencia sigue siendo una amenaza persistente”. Pero hay cosas nuevas. La escuela agregó cursos como el desminado, las operaciones de paz, operaciones antidrogas y cursos de derechos humanos al tiempo que las clases de “francotiradores”, “oficial de combate” e “inteligencia militar” desaparecieron. Según afirma Tony Raimonfo, instructor en la Escuela, “tenemos el mejor programa de derechos humanos que se enseña en las escuelas militares norteamericanas. No se puede actuar como militar sin saber de derechos humanos.” Los egresados tienen hoy que elegir sobre el tema: Derecho Internacional Humanitario, Pacto de San José o la Declaración Internacional de los Derechos Humanos forman parte del mínimo de ocho y máximo de 40 horas de instrucción “humanitaria” que cada alumno recibe. Con todo, esa versión rosa está lejos de conformar a los opositores de la SOA, tanto más cuanto que entre 1995 y 1998 varios ex alumnos se vieron envueltos en varios asesinatos y operativos asesinos (Colombia). Ello explica las multitudinarias protestas que se llevaron a cabo en 1999 frente a la Casa Blanca. Aunque cambie de nombre y aparezca con el maquillaje de los Derechos Humanos, la SOA permanecerá fiel a su esencia: inculcar a los militares latinoamericanos cuáles son los intereses del gran patrón norteamericano.

 


 

ROY BOURGEOIS, DE SCHOOL OF AMERICAS WATCH
“Es sólo un cambio de nombre”

Por E.F.
Desde París

“La decisión de cerrar la Escuela de las Américas fue difícil. Siempre contribuyó al éxito de la política de EE.UU. en la región. Pero ahora enfrentamos nuevos retos y hay que adaptarse”, explica el Secretario del Ejército de EE.UU. Roy Bourgeois no cree en esa adaptación. Fundador de la ONG, School of Americas Watch, que radiografió el pasado y el presente de la SOA, Bourgeois califica de “mascarada” los nuevos lineamientos de la academia militar. En esta entrevista con Página/12 explica por qué.
–Usted no está convencido de las futuras orientaciones de la SOA. Todo apunta a señalar que se trata de una restauración disimulada.
–Es solamente un cambio de nombre. Para nosotros sigue siendo una escuela de asesinos porque los cursos de combate no se acaban. Veteranos de Vietnam, ONG, universitarios y hombres políticos norteamericanos pensamos que la SOA es un centro de formación de asesinos. Hubo mucho sufrimiento y muchas muertes que están conectados con esta escuela. Entonces, para nosotros, el cambio de nombre no significa nada. Cuando la escuela reabra el mes que viene... No habrá nada nuevo: están los mismos soldados, los mismos instructores, los mismos cursos de combate con operaciones de comando, de inteligencia militar, en suma, todo es básicamente lo mismo. En un sentido, se trata de una broma, no es algo serio. Claro, pusieron unas horas de derechos humanos, pero los soldados que llegan aquí no vienen a estudiar Derechos Humanos sino que vienen a aprender cómo defender un sistema en América Latina donde los recursos, el poder, están en las manos de los ricos. Las víctimas serán siempre los pobres.
–La doctrina de la seguridad sigue entonces en pie.
–Efectivamente. Esto sirve para que EE.UU. pueda seguir controlando el sistema económico en América Latina. Los Estados Unidos necesitan a los militares latinoamericanos para proteger sus intereses económicos. La escuela sirve para asegurarse de que los militares latinoamericanos no pierdan el poder. A pesar de que hay civiles en los gobiernos, el poder real sigue en manos de los militares. No tal vez tanto en la Argentina, pero en Guatemala, Perú, El Salvador, Colombia, sí, absolutamente. Nada en realidad ha cambiado en la política exterior norteamericana en relación con América Latina. Washington sigue protegiendo los intereses económicos de las multinacionales, por eso necesita a los militares latinoamericanos. Las víctimas van a seguir y los pobres siempre serán víctimas.
–¿Acaso la llegada de Bush no puede complicar las cosas?
–Claro, claro que sí. Estamos muy preocupados con el nuevo presidente. Creo que vamos a tener muchos problemas.

 

PRINCIPAL