2001 puede ser un año
poético. O bien puede comenzar con poesía argentina, y de
la buena. Desde el martes, Página/12 ofrecerá a sus lectores
la agenda del año por venir 2001, toda una cifra de futuro
con poemas de Raúl González Tuñón e ilustraciones
de Rep, a 6 pesos (compra opcional). En sus páginas se podrá
encontrar una selección de algunos de las mejores obras de este
inmenso autor, nacido en 1905 y fallecido en 1974, responsable de obras
clave para la literatura argentina como La calle del agujero en la media
y La rosa blindada, por citar sólo algunas. La Rosa blindada
marcó un hito extraordinario en la poesía de lengua castellana
de este siglo; abrió sus puertas a la esperanza y al sufrimiento
obrero y a la revolución, iniciando un camino que grandes poetas
latinoamericanos y españoles Vallejo, Hernández, Neruda,
Alberti- recorrerían después. Pero no sólo: Raúl
González Tuñón amalgama aquí su decir porteño
con el aire de España y produce un fruto raro, excepcional en el
árbol de la poesía y la lengua, escribió Juan
Gelman, apuntando la grandeza de su figura.
El poeta nació en una Buenos Aires que asomaba a un nuevo tiempo
y comenzaba el siglo más vertiginoso de la historia. De niño,
inició una recorrida por la ciudad que nunca concluiría:
calles, teatros, suburbios, un vasto mundo por descubrir. Parte de ese
descubrimiento pasó por sus primeras lecturas, Salgari, Verne,
Dickens, Víctor Hugo, Rubén Darío, Baudelaire, Carriego.
A los 18 años, pudo publicar su primer poema en la famosa revista
Caras y Caretas y dos años después, gracias a su hermano
Enrique, consiguió ingresar al no menos famoso diario Crítica,
dirigido entonces por Natalio Botana. Ahí comenzó su carrera
periodística. Era el inicio de una vida fascinante.
El mismo, en un texto titulado Autorretrato, repasó su vida desde
una perspectiva única, la propia: Es colosal. Yo me crié
ahí oyendo los pitazos de los trenes, eso siempre me trajo un sentimiento
muy especial, muy poético. Yo no sabía en ese momento que
eso significaba una actitud poética. Publicó un primer
libro, Violín del diablo, en 1926; con el segundo, Miércoles
de ceniza (1928), ganó un premio municipal que significó
dinero para viajar a Europa. De aquella experiencia luego aparecería
La calle del agujero en la media, editado en 1930. Influido por la realidad
de la Guerra Civil Española, La Rosa blindada (1936) sería
considerada su obra cumbre de corte social. Ahí escribió
en el prólogo: En una época como la que vivimos, intensa,
dramática, de negación y creación, el poeta debe
estar al servicio de los otros. Si es un poeta auténtico, lo hará
sin desmedro de los valores poéticos esenciales. Luego de
su experiencia como corresponsal en la guerra, llegó a Chile, donde
pasó los primeros años de la década del cuarenta
y dejó su huella fundando el diario El Siglo. Volvió luego
a Buenos Aires, en pleno período peronista. Nunca le cayó
bien, sin embargo, aquel estado de cosas. Siguió en el periodismo
y se jubiló en 1970, aunque no de la poesía. Al final decía
que le hubiera gustado recuperar algunos de aquellos poemas que fue dejando
en el camino. En una antología de su obra, titulada Juancito caminador,
Jorge Boccanera escribió: Resulta un entramado de discursos
que llegan de la historia, el periodismo, los anuncios publicitarios y
la jerga callejera, para urdir un tono que se adelgaza en lo confesional
y se ensancha en la crónica.
Sus años de periodista son particularmente ricos en los recuerdos,
las anécdotas y el conocimiento de grandes personajes de la historia
de la humanidad. He aquí otro relato contenido en Autorretrato:
Con Bertolt Brecht me pasó una cosa extraña. Hacía
tiempo que él estaba en Francia y yo sabía que era uno de
los tantos alemanes e italianos refugiados y perseguidos por Hitler y
Mussolini; su Opera de dos centavos me había deslumbrado, como
la película de Pabst, y sus poemas también. Sabía
que era el Shakespeare de nuestro tiempo. Empieza la clausura del Congreso;
Robert Desnos lee mi discurso en francés y, al terminar, se acerca
a entregármelo. Sentado a mi lado, había un tipo raro, con
anteojos, vestidocon un overol azul de cuyo bolsillo salía un metro
como de carpintero. Pensé que era un utilero del teatro que se
había colado. Cuando llega Desnos, lo mira a este señor
y le dice: El poeta argentino Raúl González Tuñón.
Y a mí, me dice: Bertolt Brecht. ¡Entonces yo
pego un salto! Estaba sentado al lado de Brecht sin saberlo.
Réquiem para
un caricaturista de café
Le vimos en el mágico Puchero Misterioso
hoy en el cementerio vago de los boliches
perdidos allá lejos en la calle del tiempo
y allí donde el humoso Café La Puñalada
reunía a los amigos de las albas equívocas.
Con su traje lustroso y el lápiz ambulante
y ese color que tienen las hambres atrasadas
lo veo con un fondo de fonda popular
y de letrero triste de Camas desde un peso.
Tenía una rara pinta, entre juglar y malandrín.
Una tarde porteña gastada y con garúa
la muerte le hizo a él una caricatura
de frente y de perfil.
De el rumbo de las islas perdidas, 1969
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Apuntes para este libro
La juventud que huye como un ciervo herido
la libertad que muere como un viejo patriarca
el destino que mira como espía del tiempo
la aventura que tiene la llave de la calle
el albatros que vuela sobre el navío náufrago
la botella arrojada al mar con un mensaje
los sueños de los niños inventando países
el secreto que oculta la guitarra en su caja
los ojos de los muertos que ven nacer las lilas
la luna allá esperando la primera visita
aquello del pasado que mantiene vigencia
y el porvenir que nace como un niño, desnudo.
Nostalgia - devenir - soledad - multitud -
Ah Hölderlin, ya encontraremos
el rumbo de las islas perdidas.
De el rumbo de las islas perdidas, 1969
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