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OPINION
Entre Haití y Europa
Por James Neilson

Los que creen que el Fondo Monetario Internacional es una banda derechista se equivocan. En términos ideológicos, el máximo símbolo del neoliberalismo triunfante está ubicado varios kilómetros a la izquierda de la Alianza. Lo está porque, a diferencia de radicales y frepasistas, sus funcionarios, los cerebros carcomidos por prejuicios primermundistas, creen que sería bueno obligar a los ricos a pagar impuestos como si fueran europeos o norteamericanos, herejía bolchevique con la cual ningún político local soñaría con comulgar. Aunque virtualmente todos los �dirigentes� se proclaman progresistas solidarios, no han hecho ningún esfuerzo genuino por modificar un esquema impositivo que está entre los más regresivos del planeta, lo cual nos dice mucho más sobre su forma de pensar que los alardes de indignación por el triste destino de los pobres con los que procuran convencernos de que ellos mismos no tienen nada que ver con la condición del país.
Como acaba de señalar el ex fondomonetarista Vito Tanzi, en la Argentina el Estado recauda como en Haití y gasta como en Europa. Es una verdad a medias, porque si bien los montos que figuran en el presupuesto podrían considerarse �europeos�, los criterios de los políticos responsables de manejarlos suelen ser netamente antillanos: primero nosotros y mucho después los demás, de ahí la proliferación en provin-cias desérticas de legislaturas que son fabulosamente costosas pero que, a juzgar por los resultados de sus labores, son totalmente inútiles.
Según Fernando de la Rúa, el �blindaje financiero�, esta vaquita gigantesca que han armado los asustados por la posibilidad de que la Argentina se borre del mapa, nos brindará �una última oportunidad�. ¿Para qué? Si es para ahorrarle al Gobierno un esfuerzo auténtico por racionalizar el sector más ineficiente del país, el político, para que por fin deje de servirse del pueblo para ponerse a su servicio, lo único que se logrará será aumentar la deuda externa. En cambio, si De la Rúa toma su propia retórica en serio, aprovechará la ocasión para llevar a cabo reformas profundas destinadas a alejar el país del modelo haitiano, acercándolo al europeo que, como sabemos, prevé que el bienestar llegue a todos y no sólo a los incluidos en el círculo de la felicidad clientelista. ¿Lo intentará? Es poco probable. De la Rúa es un producto cabal del orden que ha llevado al país a su postración actual y esperar que lo liquidara sería casi tan absurdo como pedirle a Carlos Menem tratar con rigor calvinista a familiares denunciados por corrupción.


 

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