A la izquierda, una manifestación de la organización islámica palestina Hamas en Ramalá.
A la derecha, el rabino Ovadia Yossef (centro), jefe del partido ultraortodoxo Shass. |
�Las posibilidades de que ambas partes logren un acuerdo son tantas como las de que ocurra un milagro.� Esta afirmación del diario israelí progresista Maariv resume el clima que rodea las conversaciones que a partir de hoy, pero por separado, tendrán las delegaciones israelí y palestina con la Casa Blanca para alcanzar un preacuerdo de paz y frenar la actual intifada. �Si Israel no acepta aplicar las resoluciones internacionales sobre el regreso de los refugiados palestinos y el retiro (israelí) hasta las fronteras de 1967, no habrá acuerdo de paz. Y hasta ahora no hubo ninguna nueva propuesta estadounidense o israelí que pudiéramos aceptar�, dijo Saeb Erekat, uno de los principales negociadores palestinos, antes de subir al avión. �Lo único que podemos hacer es comprometernos a realizar todos los esfuerzos para asegurar que haya una posibilidad de alcanzar un acuerdo�, señaló en las mismas circunstancias, con un dejo de desazón, el canciller interino israelí Shlomo Ben Ami.
Las posiciones de ambas partes difieren con obstinación. Del lado palestino, la resistencia a un acuerdo con Israel es muy fuerte. De hecho, las declaraciones de Erekat dejan en claro que las exigencias palestinas son las mismas que las de la fracasada cumbre de Camp David. Pero además el jefe de la Seguridad Preventiva en la franja de Gaza, Mohammed Dahlán (que, junto a Erekat y al ministro de Información Yasser Abed Rabbo, componen la delegación palestina), aclaró anteayer que �estas son conversaciones, no negociaciones� y que �no implican el fin de la intifada ni mucho menos�. De hecho, todos los partidos palestinos, incluido alFatah, el partido del líder palestino Yasser Arafat, condicionaron su apoyo por omisión (esto es, sólo no vetar o poner trabas a un nuevo acuerdo) a que no se detenga la intifada.
Según el diario centrista israelí Yediot Aharonot, Arafat instruyó a sus negociadores para elaborar en los próximos 30 días un proyecto de acuerdo con Israel. Sin embargo, la mayoría de los observadores dudan de que ello sea viable, dada la gran distancia que aún separa las posiciones de las dos partes. Por otro lado, ciertas figuras tradicionalmente favorables a las negociaciones, como el presidente del Parlamento palestino, Ahmed Qrei, y el ministro de Cooperación Internacional, Nabil Shaath, han estado boicoteando los encuentros secretos que prefiguraron estas conversaciones. Por el costado israelí, las cosas no van mejor. El actual líder del partido derechista Likud y �provocador� de la actual intifada, Ariel Sharon, reiteró que �(el premier israelí) Ehud Barak no tiene derecho a firmar acuerdos. Ha dimitido, y su dimisión entró en vigor. Si firma, el acuerdo no será aplicado�, y luego prometió que si es electo como premier adoptará �otra política, más realista�. Mientras tanto, el realismo de Barak pasa por lograr a toda costa un preacuerdo con los palestinos para presentarlo en su oferta electoral, dado que su intención es convertir los comicios para premier de febrero en un referéndum sobre la paz. En ese sentido, además de las conversaciones-negociaciones en Washington, Barak instruyó a su ministro de Justicia, Yossi Beilin, para que se reúna con el rey Abdalá II de Jordania, y al jefe del partido de izquierda Meretz, Yossi Sarid, para que lo haga con el presidente egipcio, Hosni Mubarak.
En cuanto a lo que se puede conversar o negociar en Estados Unidos, la delegación israelí pretende tomar como punto de partida los acuerdos no escritos de Camp David, con algunos retoques. Israel propondría la devolución a los palestinos del 90 por ciento de Cisjordania más un tres por ciento adicional de territorios en el interior de Israel, la devolución de diversos barrios árabes de Jerusalén Este y la administración �no la soberanía� de la Explanada de las Mezquitas. A cambio, los israelíes pretenden que los palestinos dejen congelado el asunto del retorno de los refugiados y que acepten las colonias judías dentro de territorio palestino. Todo esto es inadmisible para lospalestinos, y de allí los malos augurios que pesan sobre estas nuevas negociaciones.
EL PARTIDO ULTRAORTODOXO SHASS CONTRA NETANYAHU
Si entre hermanos se pelean...
En Israel, la derecha atacó, nomás, a la derecha. El Knesset (Parlamento israelí) debía votar ayer dos proyectos de ley cruciales para los comicios a premier que tendrán lugar en febrero: uno sobre las elecciones especiales a premier y otra sobre la disolución del Parlamento y la convocatoria de comicios generales anticipados. De ambas leyes dependía la candidatura del derechista Benjamin Netanyahu, favorito en las encuestas. Pues bien, el partido ultraortodoxo Shass, cercano ideológicamente al Likud de Netanyahu, usó a sus 17 diputados para que el Knesset no aprobara su autodisolución, dado que podría perder escaños en estas elecciones. Netanyahu dijo ayer claramente que, si no hay elecciones parlamentarias, él no se presenta como candidato. Y hoy son las primarias del Likud.
El intríngulis legal en el que se encuentra Israel es consecuencia de la jugada del premier israelí (que renunció, pero sigue en su cargo), el laborista Ehud Barak. Al presentar la renuncia hace dos semanas, Barak le cerró el camino a Netanyahu para su candidatura a premier porque los candidatos deben salir del actual Knesset y Bibi renunció a su banca el año pasado. La jugada fue rápidamente denunciada y la derecha puso manos a la obra: presentó una ley para enmendar la actual y permitir que cualquier ciudadano pudiera presentarse a los comicios.
La Knesset no tardó en aprobar en tiempo record, en tres lecturas durante el día de ayer, esta ley conocida como �ley Netanyahu�. Pero el líder derechista quiere más cosas para presentarse. Con un criterio lógico para sus aspiraciones de �enterrar� los Acuerdos de Oslo y con ello el proceso de paz con los palestinos, Netanyahu se cansó de repetir en los últimos días que, �para sacar al país de la crisis actual, se necesitan elecciones reales�; o sea, que el Knesset tenga una composición menos fragmentaria para que la coalición de gobierno no sea tan débil como la de Barak.
El partido Shass, acostumbrado a ponerse a favor o en contra de un gobierno a través del chantaje (ya lo hizo más de una vez más sólo en el año y medio que lleva Barak en el poder), no quiere perder ninguno de sus 17 diputados (es la tercera fuerza parlamentaria) y las encuestas indican que así será si se elige el Parlamento además del premier. Los dirigentes leales a Netanyahu pusieron el grito en el cielo y acusaron al Shass de �traición�. �¿Acaso debemos decidir sobre la base de lo que es bueno para Netanyahu? Nosotros decidimos lo que es bueno para el Shass�, declaró lacónicamente Shlomo Ben Izri, uno de los líderes del partido.
Ahora, Barak ve que el panorama se aclara en el sentido de su jugada. Hoy son las primarias en el Likud y, si cumple con lo que dice, Netanyahu no será de la partida. El que queda es Ariel Sharon, un líder tan duro como Bibi, pero menos duro de vencer. Y si el premier renunciante puede traer un preacuerdo con los palestinos en las manos (ver nota principal), quizás reflote unas chances que hoy aparecen muy deprimidas. |
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