Por Roque Casciero
Aunque el recital del jueves, en la pista central de la Rural, sea anunciado como �El concierto final� de Los Chalchaleros, ese eslogan es real sólo a medias. Es verdad que es el último que el cuarteto hará en Buenos Aires, pero luego se embarcará en una gira por el interior, que culminará el año próximo en Salta, el lugar que lo vio nacer en 1948. Y también es cierto que en esto de despedirse el grupo sabe un rato largo: con esa excusa, ha hecho 24 shows en el teatro Coliseo, a los que asistieron 43 mil personas. �No nos esperábamos algo así�, reconoce Juan Carlos Saravia, el único miembro sobreviviente de la formación original de Los Chalchaleros (que hoy completan Polo Román, Pancho Figueroa y Facundo Saravia). �Cuando cumplimos 50 años, programamos tres funciones en el mismo teatro y terminamos haciendo diez. No hicimos más porque el teatro ya estaba ocupado y porque teníamos fechas en Jujuy, Salta y Tucumán. Entonces, esta vez programamos seis y calculábamos llegar a 12 o 15. Pero llegamos a 24 y, lamentablemente, el teatro volvió a estar reservado. Pero nos trajeron la propuesta de hacer la despedida en la Rural y dijimos que sí, porque había quedado mucha gente sin ir al teatro�.
Con tono campechano, Saravia (que acaba de cumplir 70 años) se ríe al recordar que muchos no creen que ésta sea la separación del grupo. �Eso me dio pie para decir en el escenario que la conciencia de los argentinos está propensa a la estafa. Desde los funcionarios hasta el empleado público, siempre se dice un sí por un no. Y entonces explicaba que si nos habíamos mantenido 52 años en el cariño de la gente, era por una línea de conducta. Por eso, la despedida es irreversible. No quiero imaginarme cómo será la despedida en Salta, porque si fue conmocionante terminar en el Coliseo... Facundo (su hijo y compañero) se me puso a llorar y no había cómo consolarlo. Hay quienes me preguntan si siento tristeza y digo que no, porque es como si cerrara el ciclo. Empecé a los 18 y a los 71 bajo la cortina. La resolución de los cuatro es que el conjunto Los Chalchaleros termina en Salta: no hay sucesores, no hay otros Chalchaleros. El nombre quedará para la gente, como homenaje a todo lo que nos dieron. Queremos que la gente tenga el recuerdo de cuatro personas que han dejado de cantar en un momento en que podrían seguir haciéndolo y no el de tipos que terminen haciendo un espectáculo que dé pena y que no se condiga con el cariño. Me hubiera gustado no volver a ver so a muchos colegas que terminaron dando pena, conservar el recuerdo de cuando estaban florecientes�.
�En su último disco participa Mercedes Sosa, quien los invitó a su reciente show en el Luna Park. Sin embargo, durante mucho tiempo se los vio como representantes de estilos antagónicos dentro del folklore argentino.
�Esas son visiones de la gente o del periodismo, pero con Mercedes siempre hemos tenido admiración mutua. Cuando cumplimos 50 años la invitamos a cantar y en los camarines me dijo: �Siento emoción cuando te escucho�. Y a mí me pasa lo mismo, me emociona aunque diga una sola nota. Me encanta Mercedes, para mí es la cantante de la música nativa. Es como Nelly Omar en el tango. El otro día, cuando fuimos a cantar con ella en el Luna Park, salió un artículo que marcaba que había como un antagonismo político con ella. Los que nunca hicimos Los Chalchaleros fue politizarnos.
�Pese a que algún momento parecieron encarnar una visión tradicionalista, de derecha.
�Lo único que hicimos, una vez, fue saludarlo a Videla cuando acabó con la Triple A. La Triple A fue el cáncer que terminó en todo lo demás. Cuando Videla acabó con el Brujo fuimos a saludarlo. Son esas cosas que uno comete y...
�¿No lo ve como un error? Porque usó el verbo cometer.
�Claro, uno se arrimó a una gente que después defraudó. Pero en ese momento nos pareció lógico, porque La Triple A era el terror máximo. Y después, el conjunto nunca se metió en política con nadie. Cuando Alfonsín nos invitó a cantar en la quinta de Olivos, fuimos y le cobramos. Cuando Menem nos contrataba para ir, también le cobramos. El emisario que nos mandó nos dijo: �¿Cómo le van a cobrar a Carlitos?�. Pero yo, cuando me pongo las botas, cobro (risas). Si es mi laburo... Además, a Menem le importaba un pito, porque él no ponía un mango, pero seguramente el secuaz era un obsecuente que quería decir que nos había conseguido gratis. Sin embargo, ni al país ni a Menem le costaba... Es decir, al país sí le costaba, fuésemos nosotros o no (risas). La única vez que Menem nos hizo un homenaje en la Casa Rosada me emocioné mucho, pero a los dos días una señora me paró por la calle y me dijo: �Así que ahora se hicieron menemistas�. Y le contesté que no, que era la primera vez que un presidente nos hacía un homenaje.
�Tal vez la mayor diferencia con artistas como Mercedes Sosa es que, mientras que ellos incorporan nuevas cosas, ustedes permanecieron inalterables.
�La música es como una olla que hierve y va evolucionando, pero nosotros queríamos estar en la mitad, nomás. Mucha gente dijo que nosotros cantábamos canciones estúpidas, sin compromiso, porque nunca hicimos demagogia. Desde que comenzamos cantamos �El arriero�, pero jamás salimos a decir: �Esta canción es la demostración de la explotación del hombre por el hombre, del hacendado y del peón�. Si uno dice todo eso en el escenario, se gana el aplauso de la gente, porque las desigualdades sociales y económicas que tiene la humanidad no van a desaparecer jamás, y la mayoría del público es parte de la gente necesitada. Pero jamás lo dijimos, porque Yupanqui lo dice todo.
�¿Y en lo musical?
�Sigo sosteniendo que no me gusta la guitarra enchufada, que pierde la sonoridad. Me suena metálico. Es mi oído: la voz de algunos cantantes me choca. Aunque los quiera mucho, no los aguanto cantando.
�¿Por que en su último disco cantaron �Añoralgias� con Les Luthiers, que es una parodia a Los Chalchaleros?.
�Con ellos somos muy amigos. Son geniales, siempre los seguí. La primera vez que los vi tenía que esconderme bajo la butaca para no verlos y poder parar de reírme. Hacen un humor muy serio, ensayan como bestias. Creo que la imitación no era para ridiculizarnos.
�¿Cómo surgió eso de tragarse la sílaba final de un verso?
�Porque no sabíamos cantar, ni respirar ni nada. Nos faltaba el aire. Lo descubrí porque una vez me quedé mudo en Chile y el médico me mandó a hacer un estudio de fonoaudiología. Ahí me di cuenta de la bestialidad que había hecho de no aplicar la técnica; a la vejez viruela, aprendí que hay que respirar, que hay que concentrarse. Porque si uno empieza a cantar y no se concentra en lo que está haciendo, desafina. Yupanqui me dijo que habíamos conseguido la afinación perfecta, porque la gente pensaba la última sílaba en el tono de cada uno de nosotros.
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